Un enunciado performativo efectúa, realiza, hace, representa o interpreta algo. Según explica el filósofo británico John Austín, el performativo alude a realizar aquello que se enuncia. Para Austin, emitir un enunciado performativo supone efectuar una acción. La finalidad de un enunciado performativo no es describir o constatar la verdad o falsedad de algo, sino que se trata de producir algo. Suena al algo ficticio, y justamente la mejor manera de explicarlo es a través de las palabras mágicas que podemos escuchar a Harry Potter. Avada kedavra, petrificus totalus son palabras que con el solo acto de pronunciarlas producen una transformación o crean realidad.  

Austin señalaba que, antes que describir o constatar la verdad o falsedad de los acontecimientos, la finalidad de los enunciados performativos es la de producir una transformación de lo que nos es dado o de crear una nueva condición de la realidad. A continuación detallo algunos ejemplos que propone el autor para poner en evidencia los enunciados performativos. “Supongamos, por ejemplo, que en el transcurso de una ceremonia nupcial digo, como la gente hace, ‘sí quiero’. O también supongamos que le piso a usted en el pie y le pido disculpas. O supongamos que tengo la botella de champán en la mano y digo ‘bautizo este barco como Queen Elizabeth’. O supongamos que digo ‘Te apuesto cinco duros a que lloverá mañana’”. En todos estos casos que nos presenta Austin el enunciado performativo supone hacer cosas con palabras.

¿Pero basta con pronunciar las palabras? En el mundo mágico de Harry Potter sí, pero en el mundo que nos retrata Austín es necesario otras condiciones para que una emisión performativa esté dotada de aquella fuerza que le permite transformar el entorno. Además de pronunciar las palabras correspondientes, es necesario, como regla general, que muchas otras cosas anden bien; de lo contrario es posible que el performativo fracase. Entre lo que Austin destaca se encuentra el hecho de que los participantes en el juego del lenguaje estén de acuerdo en jugar, y que la persona que pronuncia un enunciado performativo tenga el poder de hacerlo.

Podemos decir, entonces, que los performativos no son ni verdaderos ni falsos sino, en general, afortunados o desafortunados. En otras palabras, la eficiencia de un enunciado performativo no depende de la adecuación del enunciado a un objeto, sino del poder que tiene la locución performativa en producir exitosamente aquello que nombra. Estos elementos exteriores que permiten el éxito o el fracaso del performativo han sido justamente el motor de la crítica que el filósofo francés Jacques Derrida realiza a John Austin, pero ese es un tema para el 2019. Por el momento, un enunciado performativo que les deseo de corazón: ¡Feliz Año Nuevo!

* Abogado y filósofo.