RAEE
Terminemos el año reflexionando sobre un tema trascendental que de no mediar acciones concretas tendrá consecuencias para el futuro de la ciudad. El acrónimo RAEE, universalmente aplicado en idioma español, se refiere a los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (WEE en inglés). Con esas siglas se identifica mundialmente a todo el proceso de recolección, reciclaje y reutilización de los aparatos domésticos y electrónicos compuestos por más de un elemento tóxico para el medio ambiente: televisores, frigoríficos, radios, gadgets y los famosos teléfonos celulares, entre muchos otros. Este boom tecnológico produce cantidades de basura tóxica cuyas cifras son alarmantes.
Según algunas investigaciones, en las principales ciudades de Bolivia se producen anualmente 50.000 toneladas de esas bombas de tiempo para el medio ambiente y la vida en general. Si repartimos esta cifra en cálculos estimativos, La Paz produciría cerca de 15.000 toneladas, de las cuales solo se recicla el 5%. Es decir que anualmente botamos a la tierra, agua y aire de esta ciudad y sus alrededores 14.000 toneladas de veneno, las cuales se suman a las millones de toneladas de basura convencional mal tratada; una cifra escandalosa. Casi todos los países tienen normas y leyes para el RAEE. Nosotros, a pesar de los encendidos discursos por la Pachamama, vamos en la retaguardia.
Permítanme algunos breves datos sobre uno de esos artículos, el de más éxito en todas las clases sociales y en estos tiempos de consumo a ultranza: los teléfonos celulares. Según estudios científicos, cada teléfono celular tiene 40 productos tóxicos, los más importantes son arsénico, antimonio, níquel; y metales pesados como el plomo, cadmio o el mercurio, entre otros. Ricos y pobres, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, casi todos usamos un celular para comunicarnos, ilustrarnos o idiotizarnos cotidianamente. Tenemos la pulsión consumista de poseer el más avanzado, el más vistoso, y con más chiches que el anterior. El capitalismo globalizado, ese odiado sistema de la boca para afuera, nos ha vuelto consumistas empedernidos y cambiamos celulares cada año. Es una curva exponencial de desechos tecnológicos que, de seguir evitando su tratamiento, en los próximos años nos envenenarán sin contemplaciones.
El norte nos ha vuelto a colonizar. Esta vez, “watsapeando” y “tuiteando” en supuestas guerras digitales, quejándonos de las falsas noticias, “memeando” sin pausa, y —sobre todo— enriqueciendo a unos cuantos y envenenando a todos. Si las próximas campañas políticas proponen algo al respecto, les deseo un mejor 2019.
* Arquitecto.