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SUS o ¿SOS?

Cinco y treinta de la madrugada, los cantos de algunos gorriones se escuchan levemente. El invierno finalmente se fue. Ya no es tan molesto madrugar como en el invierno, cuando a esa hora todavía todo es oscuro. Me alisto para ir a mi martirio habitual cada vez que debo recurrir a mi seguro. Antes de emprender el viaje, debo mirar a ambos lados de las esquinas para no ser asaltado por delincuentes madrugadores que aún están “laburando”. Encomendando mi ajayu a la Virgencita, bajo a conseguir trasporte y luego de media hora llegó a mi seguro: no hay ficha, como siempre.

Hace dos meses mi oftalmóloga, de nombre Katya, amablemente me puso en observación para volver en un mes por una posible catarata en mi ojo derecho. Me recetó vitaminas para el vítreo de los ojos, lágrimas artificiales. No sé si para limpiar el cristalino o para disimular mi llanto, porque hace más de tres meses que no consigo ficha. Cada lunes, o cualquier día que puedo, intento conseguir una ficha, y todo es una vana ilusión. No recuerdo cómo conseguí una para que me atienda, después de insistir medio año, hasta lograrlo. Toda una hazaña, y cuando conseguí otra, gracias a un amigo médico del seguro, la doctora tenía tres cirugías y al día siguiente había paro médico en contra del Sistema Único de Salud (SUS).

Cada mes veo en mi papeleta de pago los descuentos que me realizan para el seguro. Como una cruel paradoja, recuerdo que pague para ser crucificado en vida por un pésimo diagnóstico de otra doctora que, con solo mirarme, muy suelta de cuerpo me ordenó que vaya inmediatamente a la unidad de hemodiálisis y me consiga un riñón con urgencia, porque, según ella, prácticamente estaba con un zapato en el cajón. Gracias a la serenidad de mi hija recurrí a un pariente médico, y éste me recomendó a un profesional especialista para otra opinión. Después de vaciar mis ahorros y vender un terreno pude salvar la vida luego de dos operaciones.

Si bien la terrible experiencia me generó consecuencias imprevistas, estoy vivo. La profesional de marras nunca más apareció y mi seguro, al que pago puntualmente mis cuotas, nunca me repuso ni un céntimo de los gastos extra que tuve que efectuar para salvar mi vida. Seguramente si hubiera terminado con mis dos zapatos en un cajón, la doctora hubiera mantenido las puertas abiertas del matadero y asunto olvidado. Pese a los reclamos que hice a mi institución gremial, nunca recibí una respuesta.

La cantidad que pagamos a nuestro seguro va sumando expectables montos por un servicio ineficiente, con profesionales de dudosa capacidad, salvo honrosas excepciones, como en todo. Pero ir a mi seguro para que me atiendan es como jugar a la ruleta rusa, no sabes en qué mano vas a caer. La mayoría de los seguros médicos son pésimos, ¿cómo serán los servicios del SUS? El equipamiento no hace milagros per se, si detrás de los equipos de última tecnología no hay un profesional comprometido con su juramento en lugar de con los dólares, éstos no servirán de nada.

Los llamados a hacerse cargo de este sistema deberían ser los médicos que a su preparación académica han sumado una carga social y humanista. Si lo hacen los médicos mercantilistas, este sistema fracasará rápidamente; y a la arenga vicepresidencial de que los corredores de los hospitales estarán vacíos muy pronto se irá con el viento. Será al revés, los cementerios estarán más llenos que los corredores, y al oficialismo esta medida revolucionaria no le será útil como bandera proselitista.

Sabemos que en los colegios médicos hay grupos de poder cuyos intereses económicos pueden verse afectados con el SUS, y que éstos van a hacer todo lo posible para evitar que funcione. Por eso menoscaban la calidad de los nuevos galenos formados en Cuba y en Venezuela, arguyendo que se trata de profesionales mediocres, porque temen a la competencia y a perder nichos de mercado. Por eso estimulan la resistencia hacia estos especialistas, para copar con sus afiliados el SUS, fortalecer su organización y presionar al Gobierno. Y como siempre, los habitantes de las ciudades y el campo estamos en medio, expectantes, pidiendo S.O.S ante esta lucha de intereses económicos, sociales y políticos.

Es artista y antropólogo.