Al finalizar abril, el alcalde del Municipio de La Paz presentó el Plan de Reconstrucción de la Ciudad denominado “De la Tormenta a la Esperanza”, el cual, de acuerdo a lo expuesto al Concejo Municipal requiere el financiamiento de 1.800 millones de bolivianos para la ejecución de 19 acciones y 140 actividades (proyectos), sin embargo, una vez más, parece que el fin del ejecutivo es aprobar este financiamiento para ponerse al día en las tareas no realizadas con anterioridad.
En la gestión 2021, después de disputas entre concejales de oficialismo y oposición se aprobó un préstamo de 175 millones de bolivianos para la intervención de, según el alcalde, varias Superobras y Superservicios, sin embargo, habiendo transcurrido dos años de dicho crédito, los resultados no son tangibles. En materia de riesgos son desconocidos los proyectos para encarar esta nueva y prematura época de lluvias y, a la fecha, la labor del secretario Municipal de Resiliencia y Gestión de Vulnerabilidades se ha reducido a pasar baldes de agua en montadas y burlescas conferencias de prensa y ser el réferi en los jaloneos acaecidos la primera semana de diciembre en la Cámara de Diputados.
Es evidente que la ciudad fue azotada por las intensas precipitaciones entre febrero y marzo de 2024, es cierto también que estas fueron irregulares, es decir, superaron la magnitud en comparación a otros años, pero ¿la solución será un nuevo crédito? Lo cierto es que, en el plan mencionado, no se evidencia que exista la intención de preparar a la ciudad para la época de lluvias que vendrá este 2025, que de hecho ya se adelantó y generó zozobra en Bajo Llojeta e incluso costó una vida y varios daños materiales.
El plan presentado contempla temáticas sustraídas del Plan Ciudad en Movimiento, Plan Estratégico Institucional y el propio Programa de Gobierno: Negro Arias, Alcalde para todos, lo cual demuestra que, el crédito solicitado busca, a casi cuatro años de gestión, ejecutar proyectos que ya deberían incluso estar concluidos.
Si bien el Plan de la Tormenta a la Esperanza menciona algunas acciones para la reducción de vulnerabilidades, la prevención no necesariamente está ligada a grandes inversiones o la construcción de infraestructura, mucho menos a una mezcolanza de acciones heterogéneas sin un aparente norte; el conocimiento técnico para afrontar este tipo de situaciones es vital. En un contexto de crisis económica hacer inversiones inteligentes puede generar impactos significativos.
La gestión 2021, el Radar Meteorológico LAWR dejó de funcionar después de algunos intentos de adaptaciones improvisadas y reparaciones fallidas, es decir, estos dos últimos años el Sistema de Alerta Temprana trabajó sin uno de los elementos más importantes al momento de cuantificar los eventos meteorológicos y emitir alertas oportunas para la toma de decisiones, aspecto que definitivamente repercutió en los eventos ocurridos esta última gestión. Qué importante hubiera sido gestionar la reposición de este instrumento en vez de hacer gigantografías cuyo destino fue ser la alfombra del alcalde y su séquito.
Tal parece que pasar de la tormenta a la esperanza será solamente el slogan de un plan sin pies ni cabeza, que nunca pretendió ejecutarse, que únicamente se utilizó como salvavidas mediático para intentar mejorar la imagen de una gestión deficiente, que desconoce la ciudad y sus necesidades, que antepone la ejecución de “obras” por capricho y la instalación de luces led y bolardos sin un aparente objetivo a diestra y siniestra.
Bajo este sombrío panorama se pronostica una serie de eventos adversos no solo vinculados a fenómenos meteorológicos, sino también a una vulnerabilidad en la gobernabilidad, amenaza de convulsiones sociales y alto riesgo en la gestión del territorio y no generadas por las intensas precipitaciones, sino por el desconocimiento de las necesidades de la ciudad por parte de las personas a cargo.
Rodrigo Mamani Magne es arquitecto municipalista.