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Organización colectiva

Las circunstancias críticas pueden ser una oportunidad para conocer el comportamiento de una sociedad. Al igual que durante la crisis del agua, la paralización por casi dos semanas del servicio normal de recojo de residuos ha revelado una comunidad más paciente, ordenada y pacífica que lo que suele suponerse.

Un visitante extranjero mencionaba que en otras metrópolis ese tipo de evento hubiera generado graves problemas pasado algunos días. Aunque otras sociedades, con más recursos, aparentan un mayor orden, sucede que éste se fundamenta en sistemas públicos fuertes, que cuando flaquean o colapsan no encuentran a una sociedad preparada para asumir sus responsabilidades. Esa es la paradoja.

En cambio, los bolivianos, que contamos con instituciones más frágiles, parecemos entrenados para asumir con serenidad y hasta disciplina los más variados desórdenes. Algo hay en esto del fatalismo y de la resiliencia ante las desventuras de la vida, propias de los lugares con grandes carencias o con un ecosistema hostil.

Lo cierto es que, por más de diez días, una mayoría de los paceños guardaron, mal que bien, su basura en sus hogares, se organizaron espontáneamente para que los promontorios malolientes no se desordenaran demasiado y tuvieron paciencia con las idas y venidas de sus autoridades y dirigentes. Habla bien de todos nosotros, que ante la emergencia actuamos incluso mejor que en tiempos normales. Sería útil que esas prácticas, como la selección de basura, el cuidado en su disposición o la cooperación, se vuelvan hábitos permanentes.