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Reflexiones en tiempos electoreros

Para concluir la serie de columnas sobre el tema y evitar la letanía de seguir alargándola —opción posible pero no deseable en un mundo que adora la simpleza y la brevedad de los post en internet—, quiero puntualizar un aspecto medular que hace al comportamiento de los actores de la concepción, planificación y puesta en escena de los proyectos de la minería nacional. Vivimos, y no solo en el sector minero, lo que llamo el síndrome de la Hora Cívica (costumbre centenaria de actos cívicos obligatorios en las escuelas para enaltecer a próceres, héroes y efemérides). Esta simpática costumbre parece ser el origen de la inveterada afición nuestra de priorizar los actos de inauguración, la fanfarria, las serpentinas y flores y hasta las fiestas cuando de proyectos nuevos o reciclados se trata. En consonancia con esta costumbre y con la retórica tan afín a estos festejos, la parte medular del sector minero, que es la generación de un portafolio de proyectos, se descuidó; el afán de planificar y reglamentar el sector generó normas jurídicas muy comentadas pero de poco consenso, como la Ley Sectorial 535, la Agenda Sectorial y el Plan de Desarrollo hasta 2025, que resultaron ser una camisa de fuerza para operadores y financiadores. En general, el actual sistema jurídico e impositivo fracasó como instrumento primigenio para fortalecer y desarrollar el sector minero, como se comentó en esta columna desde muchos años atrás.

Pero la fanfarria sigue:  i) No se está definiendo todavía el rumbo de la industrialización del salar de Uyuni, pero ya se anuncian nuevas inversiones en los salares de Coipasa y Pastos Grandes; no se tiene idea de los costos de producción, del mercadeo y competitividad de los productos, pero ya tenemos una ensambladora de baterías y computadoras en La Palca; no sabemos el nivel de industrialización óptimo para competir en el rubro, pero seguimos con el impulso de vender humo a las regiones para tenerlas contentas. ii) Hemos reducido el Proyecto Siderúrgico del Mutún a su mínima expresión después de más de medio siglo de intentos fallidos de un emprendimiento a todas luces marginal, no sabemos cómo nos irá compitiendo con aceros de Brasil o de China que inundan nuestros mercados, pero hay que seguir, total lo importante es mantener la expectativa en Santa Cruz y en Puerto Suarez. iii) Hace décadas repetimos que es una prioridad que el Estado asuma el control de la producción y comercialización del oro en el país, a todas luces el proyecto más rentable para las arcas del Estado, pero seguimos mirando de reojo el asunto y permitiendo que la informalidad y la ilegalidad se campeen en el norte del país, total tenemos contentos a cooperativistas, garimpeiros, mineros marginales, comercializadores y contratistas.

Podemos seguir con las fábricas de cemento, el Ingenio Lucianita, los problemas de Huanuni, Karachipampa, etc., la bulla, el jolgorio y la Hora Cívica siguen en cada ocasión. Podemos extrapolar este comportamiento a otros sectores, como el de hidrocarburos, en el que los planes de exploración y la ronda de millones son incontenibles; se dice que tendremos un “mar de gas” en el Sub Andino Sur y nos olvidamos del “lago de petróleo” que debería ser Liquimuni y que terminó en fracaso.

Siempre es importante el impulso visceral cuando de desarrollar nuevos proyectos se trata, pero la mesura, el bajo perfil y la gerencia adecuada son los parámetros a manejar si queremos tener resultados. Estas reflexiones van en ese sentido, tal vez con el correr del tiempo puedan servir para mejorar el sector, ese es el deseo y la esperanza que aún quedan.

* Ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.