Placeres culposos
Aquello de la chilenofobia no es un rasgo categórico de los valores colectivos del boliviano.
De entre los recientes sucesos aparentemente banales o banalizados por los medios de comunicación, cuya forma de polemizar se parece mucho a la forma en la cual diversos gobiernos levantan cortinas de humo para distraer a la opinión pública, en situaciones muy complejas, resalta un hecho de implicaciones interesantes, debido a su carácter contradictorio. Se trata de la revelación, por parte de un medio de prensa escrita, de la doble nacionalidad de la ahora presidenta de la Cámara de Senadores, cuya reacción resultó tan infantil, como una jugada maestra de cálculo político; tan desesperada, propia de una joven pillada en una jugarreta, como una sincera actitud de patriotismo.
Y es que en nuestra enmarañada e inconsecuente realidad, aquello de la chilenofobia no es un rasgo categórico de los valores colectivos del boliviano, salvo en aquellos segmentos de la sociedad en donde el proceso de socialización definido por la distinción de una víctima y un victimario, y que permite la identificación de Chile como el culpable de nuestra tragedia nacional, hace sentido en el imaginario de un nosotros. Esos segmentos, como lo desvela la historia y lo refieren muchos estudiosos, se encontrarían entre el sector popular. Por ello, en la historia política de los pueblos y particularmente del nuestro, se distingue el nacionalismo de los sectores populares del nacionalismo de los sectores privilegiados y de las élites locales. En algunos de estos últimos se reproduciría más bien una suerte de chilenofilia, que se expresaría en y de diversas maneras
No resulta raro, por ejemplo, encontrar en algunas personas una cierta admiración/atracción hacia el vecino país, especialmente cuando se trata de comparar lo “peor” de nosotros con lo “mejor” de aquellos. En ocasión de la parte concluyente del juicio instaurado por Bolivia ante La Haya, debido al diferendo marítimo con Chile, algunos influencers que recogían impresiones de los jóvenes acerca del problema (material que reposa en las redes sociales), permitían contemplar la expresión de ideas contrarias al supuesto sentir nacional del momento; una joven decía, por ejemplo, que no le parecía el hecho porque lo que más le gustaba de ese país es que podía “ir de compras al mall”. Y este sentir no es privativo de una joven, ya que entre los sectores medios con capacidad de consumo, es común vacacionar en Chile. Estudiantes y estudiosos pasan y han pasado por universidades chilenas. Los vínculos académicos son comunes, y mucha gente sueña con irse a Chile “porque en este país no hay oportunidades”. Incluso varios reportajes señalan que contrario a lo que se podía esperar, en los últimos 12 años los capitales chilenos han llegado a afirmarse en el país.
Por eso, señalar, juzgar, satanizar y estigmatizar a una persona por su nacionalidad también chilena, tratando de hurgar en las fibras de un sentir opuesto a esa identidad, pero siendo posiblemente parte de aquellos segmentos en donde ese sentir no representa más que un valor prescindible, debe ser parecido a un placer culposo, especialmente si el motivo es un interés político, lo cual resultó siendo evidente, pues ante los efectos provocados por el desvelamiento del caso, el operador de la treta acusó al Gobierno de ser el verdadero culpable por alimentar el sentir antichileno en el país, al haberse encargado de hacer ver que todo lo que viene de Chile es malo, incluido un periodista vinculado con dicho medio, lo que redujo el hecho a una simple vendetta personal. Placer culposo.
Placer culposo también representa el ingreso de un Lamborghini a nuestro país, en cuanto consumo ostentoso de los privilegiados, y la caza de brujas operada en torno a ello, no precisamente por los más desfavorecidos.
* Doctor en Sociología.