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Salvar vidas

Solo de enero a la fecha, decenas de familias bolivianas han tenido que lamentar el dolor que representa la pérdida de un ser querido: 49 personas perdieron la vida en cuatro de cinco hechos de tránsito ocurridos en un tramo fatal de la carretera Oruro-Potosí.

A esta cifra su suma que 79 viajeros resultaron con heridas de diversa gravedad. La fatalidad de los hechos y los constantes accidentes vehiculares que se producen entre Machacamarca y Ventilla (tramo carretero que se extiende por 174 km) han hecho que algunos la llamen “la nueva ruta de la muerte”.

El contar solo con dos carriles (uno de ida y otro de vuelta), baches, parches deteriorados, señalización incompleta, descuido en la reposición de ojos de gato y barreras de seguridad y curvas muy cerradas son las razones técnicas que propiciaron la mayoría de los siniestros, sin olvidar que las inclemencias del tiempo y, claro, la imprudencia de los conductores tienen su cuota parte.

Cruces y altares funerarios erigidos a lo largo del recorrido recuerdan las tragedias, muertes que se pueden prevenir con una mejor intervención en el mantenimiento del camino, mayor control policial y una intensiva campaña de educación y concientización a los conductores.

Equipos de contratistas encargados de la conservación vial están a lo largo de la ruta y la Policía hace lo que puede con los escasos recursos que posee, pero los hechos prueban que es insuficiente. La OMS ha alertado a los gobiernos del mundo que los accidentes de tránsito matan a más gente que las enfermedades, por lo que se han constituido en una “pandemia” a detener. Bolivia no es la excepción: atención y recursos deben ser dirigidos cuanto antes a esta aguda temática.