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Carnaval y excesos

El Carnaval es cada año fuente de tensiones entre la cultura y la tradición y la norma y la legalidad. A menudo los excesos que se habilitan tradicionalmente durante los días del Carnaval y las semanas previas, y a veces posteriores, merecen tener un límite que normalmente no es fácil de imponer, pero sí puede ser fácilmente identificado como censura de la expresión cultural.

Ocurrió en Oruro, donde se impuso una inédita “ley seca” durante 16 horas del día de la entrada folklórica que le da identidad a esa ciudad y a sus habitantes y que concita, literalmente, atención mundial por la calidad, variedad y profundidad de su expresión, declarada hace ya mucho tiempo Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Precisamente para preservar esas credenciales se hizo evidente la necesidad de frenar los excesos alcohólicos asociados con el baile que conduce al templo de la Virgen patrona de la ciudad y el festejo. El presidente del Concejo Municipal orureño reconoció que la aprobación de la norma afrontó resistencia de muchos sectores. Es fácil imaginar que los más afectados son quienes comercian con bebidas alcohólicas, comenzando por las poderosas empresas fabricantes e importadores de cervezas y licores.

Días antes de la entrada en Oruro, en Sucre el Gobierno Municipal fue objeto de polémica cuando anunció que en las muchas fiestas de Comadres programadas por el jueves anterior al Carnaval estaban prohibidos los espectáculos con bailarines desnudistas (más conocidos como streepers). El argumento de los servidores municipales fue que ese tipo de espectáculos requieren un tipo de licencia particular, que se otorga a algunos locales ubicados en la “zona rosa” de la ciudad.

Lo que se logró fue impedir espectáculos cuya mayor inmoralidad es permitir a las mujeres divertirse y, al menos por unas horas, invertir los roles, cosificando a los varones y divirtiéndose a costa de ellos; en los hechos, la norma se pone el servicio del disciplinamiento de las mujeres.

Finalmente, y como ya viene sucediendo desde hace años, en Santa Cruz de la Sierra ha provocado polémica la decisión de impedir el ingreso a la plaza 24 de Septiembre a quienes festejen en el tradicional carnaval callejero. En este caso, la restricción tiene que ver con la necesidad de preservar el ornato público, pues el festejo suele incluir el uso de pinturas para manchar a los otros celebrantes, las mismas que terminan en paredes y pisos.

En los tres casos el común denominador es el consumo de alcohol, que en el marco de la fiesta es, más que permitido, impuesto sobre propios y extraños, lo que termina produciendo una sociedad que no se hace responsable de sus actos en nombre de la borrachera. Urge encontrar la forma de separar las ideas de festejo y consumo excesivo de alcohol.