Icono del sitio La Razón

Equidad y justicia

El viernes se ha recordado, como todos los años desde 1975, el Día Internacional de la Mujer, fecha elegida por la Organización de Naciones Unidas no solo para recordar las luchas y las victorias de las mujeres en busca de igualdad en el acceso a derechos, sino también para hacer visible lo mucho que todavía falta por hacer para lograr equidad y justicia para ellas.

El viernes, como todos los años, pero mucho más desde que las redes sociales virtuales han transformado el modo en que se produce la conversación social y el debate público, han vuelto a ser visibles las profundas contradicciones de la sociedad en materia de acceso a derechos para unos y otras, así como las profundas desigualdades basadas en el sexo y el género que todavía existen.

Al parecer, de nada sirve demostrar una y otra vez, por ejemplo, que por cada varón víctima de violencia hay nueve (si no son más) mujeres que son agredidas de manera cotidiana; o que, pese a que la Constitución y las leyes prohíben cualquier forma de discriminación basada en sexo, género y/o preferencia sexual, las mujeres siguen recibiendo, en promedio, el 87% de lo que sus pares varones ganan por hacer el mismo trabajo; o que muchas mujeres no logran acceder a ciertos puestos de trabajo solo por su género.

En fechas como el 8 de marzo es común escuchar y leer comentarios que, ora niegan que haya tales diferencias, ora aseguran que los varones también deben afrontar toda clase de obstáculos en su vida o, finalmente, que las mujeres deberían dedicarse a su “función natural”, es decir la maternidad, en lugar de estar buscando una igualdad que no corresponde y puede dañar el tejido social. Estos últimos argumentos pertenecen a una aparentemente creciente corriente de opinión que, desde sus posiciones ideológicas, califican de “ideología de género” los discursos que buscan justicia y equidad, no solo para ellas, sino para todas y todos los miembros de la sociedad.

También ha sido nuevamente evidente, gracias a la desafortunada “broma” de un dirigente campesino cocalero, que las críticas a posturas machistas (cuando no misóginas) pasan por el filtro de la ideología política, esa misma que hace que las agresiones sean o no tolerables dependiendo de quién las provoca. Esos discursos no sirven de nada ni ayudan a la lucha de las mujeres por tener pleno acceso a sus derechos.

Sirven, pues, ocasiones como el 8 de marzo para alentar el debate público (que de todos modos debe producirse los otros 364 días del año) y poner el foco en el hecho que cuando un derecho no es universal, se convierte en privilegio, sabiendo que es eso, precisamente, lo que defienden quienes piensan que el Día de la Mujer es un exceso en el calendario o que no hace falta “festejar” tales fechas. Festejo, no: conmemoración, para seguir aportando a la construcción de una sociedad que se quisiera libre, justa y equitativa.