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Sin periferias no hay inclusión urbana

La globalización capitalista está produciendo importantes transformaciones territoriales en Bolivia, siendo la expansión urbana y la crisis de la agricultura tradicional, dos de los fenómenos más explícitos. En efecto, asistimos a un preocupante proceso de despoblamiento de la población rural y por tanto a un significativo proceso de descampesinización, no solo por la estampida de los trabajadores rurales hacia las ciudades metropolitanas, sino además por la importante influencia de la modernización urbana en el campo.

La telefonía celular es uno de sus dispositivos. Esta crisis de la agricultura, que pasa por la caída de la producción y la productividad, especialmente en el altiplano del país, es explicada por la actual pobreza campeante en esta parte del occidente boliviano. Se ha reducido la pobreza pero la brecha urbana y rural es muy grande. En efecto, permanecer en el campo es renunciar a obtener mejores ingresos y mejores satisfactores de la calidad de vida, como el acceso a la salud, a la educación y a otros servicios que se oferta en las ciudades. Permanecer en el campo es anclarse en un horizonte con muy pocas perspectivas comparadas con las oportunidades que tienen las ciudades.

Mientras se perpetúe este escenario de creciente desigualdad estructural rural/urbana, la movilidad de la población y la emigración es y será imparable y el destino de esos flujos migratorios tendrá sistemáticamente a las ciudades principales o metropolitanas del país. Los principales afectados son los jóvenes. El 47% de la población migrante del país está constituida por jóvenes de 15 a 29 años. Son jóvenes que salen de las comunidades rurales y ciudades pequeñas y son los jóvenes los que están llegando a las ciudades principales de dentro y fuera del país. Los departamentos que aún son predominantemente rurales como Potosí, Chuquisaca y Beni son los más expulsores de población. Se afirma que a más ruralidad, mayor emigración de población joven. Así por ejemplo, Potosí de 40 municipios que tiene el departamento, 33 tienen saldos negativos. Chuquisaca de 29, 23 son expulsores. Bolivia se urbaniza a costa de su desruralización.

Por tanto, la actual crisis agrícola del altiplano boliviano explica el pujante crecimiento de las ciudades en general con una intensidad de crecimiento de 2,4% promedio anual, mientras que el país lo hace a un ritmo más ralentizado de 1,7%. Las ciudades metropolitanas de Bolivia en torno a Santa Cruz, La Paz y Cochabamba crecen a un ritmo veloz de 2,2% pero sin lugar a dudas las de más intenso y rápido crecimiento son las llamadas ciudades intermedias. De estas últimas hay mucho mito y más un deseo que una realidad. Mientras estas ciudades no sean objeto de planificación y no estén vinculadas, interconectadas entre ellas y con su centro principal, no cumplirán las funciones dentro de un sistema de ciudades.

El destino de la población migrante y multilocal es en las áreas del desborde y expansión urbana, es decir en las llamadas “periferias”, por los costos de un suelo más barato y accesible a su economía. No obstante, este proceso de importante influencia de lo rural en lo urbano, ya que nuestras ciudades se “ruralizan” por la significativa presencia de los migrantes en ellas, no está tomada en cuenta en las actuales discusiones de la política urbana. Los temas prioritarios son la metropolización, las ciudades intermedias, pero no las periferias urbanas. También ellas son ciudad y hay que asegurar el ejercicio del derecho a las ciudades en estas poblaciones periféricas y populares. De otro modo, hablar de “ciudades incluyentes” sin la presencia de ellas es limitarnos a una urbanización de las palabras.

René Pereira Morató

es sociólogo urbano