Impulso empresarial
El empresariado debe tener una voz relevante en el debate de los desafíos macroeconómicos y productivos.
El empresariado privado es un actor imprescindible para el de-sarrollo de cualquier país. La creación de empleos y el impulso a la innovación precisan de un tejido vibrante y dinámico de emprendedores. En ese sentido, la reactivación de un diálogo entre los gremios del sector y las autoridades que genere resultados tangibles debiera ser una prioridad.
El proceso de elección del nuevo presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) generó un saludable debate sobre el rol que ese sector debe asumir en la vida nacional y su relación futura con el Gobierno y con otros sectores de la sociedad. Como era previsible, el reto de los afiliados de esta institución consistió en construir un delicado equilibrio en la representación regional y los variados puntos de vista que coexisten en su seno. Luis Barbery, el nuevo representante del empresariado nacional, tiene ahora el de- safío de articular esa valiosa diversidad y desplegar una agenda que contribuya al crecimiento económico y a la convivencia democrática.
Le toca a este nuevo liderazgo encarar esta tarea en un momento políticamente complejo, relacionado con las naturales incertidumbres que caracterizan a los periodos electorales. Pero también en un periodo crucial en el que se deben perfilar los nuevos retos de la modernización económica del país, con miras a consolidar el crecimiento y la reducción de la pobreza logrados en el último decenio. El empresariado debe tener una voz relevante en la discusión de los desafíos macroeconómicos y productivos que la actual y la futura administración tendrán que resolver en los próximos años.
Esto acontece, además, después de un año complejo en el que la relación entre la CEPB y el Gobierno se ha visto tensionada por varias decisiones que no fueron del agrado del sector empresarial; pero en el que, por otra parte, cristalizaron inéditas alianzas público-privadas en torno a la industria del etanol o la apertura de nuevas vías para el comercio exterior en el oriente. Equilibrar estos elementos pasa necesariamente por renovar los contenidos a tratar y quizás también las formas en las que se realiza el diálogo entre ambos actores.
Lo cierto es que el futuro del país no podrá construirse sin una cooperación entre actores privados y el Estado. Tal objetivo requiere pragmatismo, creatividad, generosidad y realismo para resolver los problemas. Seguramente no es posible alcanzar todos los objetivos que unos y otros se plantean, pero al menos se debería converger en un conjunto de acuerdos básicos, que desate las energías de los cientos de miles de emprendedores que invierten, producen y crean empleos en todo el país. Sin este impulso, el esfuerzo de mejoramiento de las infraestructuras básicas y de las condiciones de vida de los que tanto se enorgullece la actual administración podría verse mermado.