Estrategias para la gestión de riesgos
Estamos (sobre)viviendo en una carrera desmedida del crecimiento y del progreso que tiene efectos perversos.
Con el cambio climático y el desarrollo desmedido, el mundo está sufriendo un dramático incremento de situaciones de crisis por razones ambientales. Los problemas no son estrictamente ecológicos, sino multidimensionales, porque abarcan de manera integral una dimensión institucional que considera a las distintas entidades involucradas con sus responsabilidades diferenciadas; otra dimensión material o técnica referida a la problemática ambiental propiamente dicha; y una dimensión social, particularmente de las poblaciones afectadas o vulnerables.
Para la aplicación de estrategias de comunicación es necesario diferenciar la existencia de situaciones de riesgo o proceso previo que podrían derivar en consecuencias negativas de las situaciones de daños o eventos que ya operan como efectos negativos, y de las situaciones de peligro o de consecuencias indeseables como catástrofes. Cada situación exigirá formas diferenciadas de intervención, ya sea de previsión, prevención o solución; tomando en cuenta el carácter político implícito a toda situación de crisis ambiental, por los intereses en juego y por el sentido de oportunidad que toda crisis representa en contextos de disputa del poder.
Por lo general, la primera reacción en situaciones de crisis ambiental suele ser la búsqueda de autolegitimación o justificación institucional. Este proceso es inmanente a la necesidad de operar con una imagen reconocida en un contexto en el que suelen ser escasas las reacciones solidarias y abundantes los comentarios pesimistas, las informaciones confusas, las exigencias desmedidas y los ataques mordaces. Un acertado (re)posicionamiento institucional se construye con medidas concretas que afronten oportunamente la problemática y que orienten salidas en los laberintos de incertidumbres.
Otra reacción suelen ser las sobreabundantes explicaciones de parte de especialistas que se expresan en lenguaje técnico de difícil procesamiento para las poblaciones, que están expectantes y urgidas de saber cómo protegerse más que de conocer las exquisiteces fenomenológicas del problema.
La población es un factor prioritario en las situaciones de crisis. El punto de partida para su consideración es el ambiente de vulnerabilidad producto de la incertidumbre que provoca la alteración de su cotidianeidad. Las estrategias de intervención, con acciones de orientación, información y acompañamiento (ya sea como previsión, prevención o soluciones), deben considerar que la fórmula para relacionarse con las personas y sus organizaciones es muy sencilla, consiste en el elemental ejercicio de saber escuchar sus temores, sus dudas, sus esperanzas, sus reclamos y sus propuestas, poniéndose en su situación; es decir, colocándose en el lugar desde donde construyen sus discursos y dialogar con ellos, reconstruyendo narrativas de preservación de la vida.
Una estrategia para la gestión de riesgos busca dinamizar la capacidad social de resiliencia; es decir, la capacidad de una comunidad, sociedad u organización expuestas a una amenaza, para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de los efectos de una crisis ambiental en forma oportuna y eficaz. Esto a sabiendas, como dice Ulrich Beck, que estamos (sobre)viviendo en una carrera desmedida del crecimiento y del progreso que tiene efectos perversos difíciles de controlar, y que derivan en complejas situaciones de incertidumbre y riesgo real, en una relación en la que un crecimiento lineal de las incertidumbres conlleva un crecimiento geométrico de las perturbaciones. Necesitamos otro modelo de desarrollo.
* Sociólogo y comunicólogo boliviano, ex secretario general de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).