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Los pilares de Medio Oriente se tambalean

Desde hace medio siglo, la política de Medio Oriente se ha definido a partir de cinco pilares clave, los cuales ahora se tambalean. Aunque está surgiendo un nuevo Medio Oriente, no es precisamente la región floreciente que la gente imaginaba en los años 90. En esta nueva realidad, los memes tienen más influencia que los diplomáticos estadounidenses, el desempleo afecta más que el terrorismo, los disturbios en las calles importan más que los líderes que habitan los palacios y las mujeres influyen más que los varones. Es imposible decir qué apariencia tendrá al final, pero, por ahora, hay que estar alerta ante la caída de los antiguos pilares.

¿Cómo es posible que esto ocurra? Para empezar, Estados Unidos siempre tuvo una gran influencia para marcar el futuro de esta región. Sin embargo, ahora ni siquiera tiene embajadores en Egipto, Turquía, Irak, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania ni Arabia Saudita; y el embajador estadounidense ante Israel, antiguo abogado de Trump y especialista en quiebras, es un defensor tan férreo del movimiento de colonización israelí con tendencias de derecha que actúa más como un promotor que como un diplomático. Se acabó la época de influencia estadounidense.

En segundo lugar, siempre ha existido algún tipo de proceso de paz entre Israel y Palestina a favor de una solución para los dos Estados. Ese tipo de proceso también ha desaparecido. En este momento, EEUU e Israel parecen dedicados a impulsar la mejor solución del único Estado, es decir, el control permanente de Israel sobre la seguridad en Cisjordania y Jerusalén Oriental, junto con alguna forma de autonomía palestina profunda.

En tercer lugar, los gobiernos árabes han sido capaces de garantizarles empleo a sus ciudadanos en sus burocracias o servicios de seguridad, en los que tenían la opción de llegar tarde y salir temprano, lo que les permitía tener otro trabajo. También han tenido que decirle adiós a este tipo de empleos. En vista de la caída en los precios del petróleo y el aumento de la población, prácticamente todos los Estados árabes intentan encontrar alguna forma de reducir el número de funcionarios y contratar servicios externos.

El rey Abdalá de Jordania le dijo hace poco a un grupo de visitantes del Ejército estadounidense que solo un tema le quita el sueño, y no mencionó al Estado Islámico ni a Al Qaeda. Más bien, le preocupa el desempleo que sufren 300.000 jordanos, sobre todo porque el 87% de ellos tiene entre 18 y 39 años, los años de trabajo más productivos. Durante varias semanas, estudiantes desempleados se han instalado frente al palacio de Abdalá en señal de protesta; también hubo manifestaciones por toda Jordania organizadas por ciudadanos desempleados, hambrientos y desesperados. A su vez, los desempleados de Gaza comenzaron días atrás la “revuelta de los hambrientos” para protestar en contra de la mala administración económica de Hamás, y manifestaciones similares ocurrieron en Argelia y Sudán en contra de sus debilitados autócratas, cuya permanencia en el poder se ha prolongado demasiado. ¿A alguien le suena como la segunda versión de la Primavera Árabe?

El cuarto pilar que se está desmoronando se podría describir así: aquellos días en que la información fluía desde los poderosos hacia abajo y los gobiernos árabes podían controlar las voces en sus países son cosa del pasado. Gracias a la amplia difusión de Twitter, Facebook y WhatsApp en el mundo árabe, ahora la información se mueve horizontalmente y las personas incluso utilizan sus nombres reales para tuitear insultos en contra de sus dirigentes.

Por último, los varones dominaban a las mujeres gracias a una serie de normas formales e informales de carácter religioso, cultural y legal. No obstante, los sonados casos recientes de jóvenes que han decidido escapar del control masculino imperante en Arabia Saudita y los EAU les dieron voz a muchas mujeres árabes que ya no están tan dispuestas a someterse a la custodia masculina. En especial ocurre porque en muchos países como Jordania, por ejemplo, ahora se gradúan más mujeres que varones, tanto de la preparatoria como de la universidad.

Con todo, mientras no se hagan cambios en las legislaciones aplicables al matrimonio, las sucesiones, el divorcio y la custodia de menores, que favorecen a los varones, las mujeres con un excelente desempeño académico nunca podrán desarrollar por completo sus habilidades dentro de la fuerza de trabajo, donde todavía no cuentan con representación significativa. Algo debe cambiar. Permitir que aumente el número de varones que nunca han tenido acceso al poder o a un empleo y ni siquiera han podido sostener la mano de una chica es la receta perfecta para que se generen disturbios sociales, en especial cuando todos están en Twitter.

¿Qué rumbo tomará ahora? Los líderes de la región se han percatado de que “las herramientas del siglo XX ya no bastan para mantener tranquila a su población”, en palabras de Marwan Muasher, exministro de Relaciones Exteriores de Jordania, quien ahora se encarga de supervisar investigaciones sobre Medio Oriente en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Los levantamientos de la Primavera Árabe en 2011 “acabaron con el tabú del miedo en muchos países árabes y, debido al derrumbe de los precios del petróleo desde 2014, el poder de negociación que daba el dinero se ha visto mermado”. Ahora, los ciudadanos advierten: “Si no pueden garantizarme un empleo en el Gobierno, voy a decir lo que me venga en gana”.

“¿Significa que Jordania, por ejemplo, debería cambiar de un día para otro a un sistema democrático?”, le pregunté a Muasher. “No”, respondió, “pero sí significa que debe existir un proceso para lograr una mayor distribución del poder entre el Gobierno, la ciudadanía y las instituciones de la sociedad civil. No es posible pedirle a la gente que se sacrifique, que renuncie a la posibilidad de tener empleo en el Gobierno y a los subsidios que recibe, y que encima acepte impuestos elevados, pero sin contar con una voz real en cuanto a su propia gobernanza”.

¿Entonces, solo hay malas noticias? En realidad, no es así, al menos en el caso de Jordania. El rey Abdalá ha tardado en compartir el poder, pero de cualquier forma es un líder decente que intenta desarrollar un buen país de 10 millones de habitantes que ha recibido 1,3 millones de refugiados sirios. Quizá su iniciativa más importante haya sido el impulso que le dio hace siete años al lanzamiento de un centro tecnológico para empresas emergentes en Jordania, el cual se ha convertido en un nuevo factor en la región. Por primera vez en esta zona existen cientos de empresas emergentes en el sector privado, independientes del Gobierno, que trabajan para resolver problemas sociales visualizándolos como oportunidades de negocios.

Luma Fawaz, directora ejecutiva de Oasis500, la principal aceleradora tecnológica de Jordania, organizó una reunión para que conociera a un grupo de empresarios jordanos jóvenes que dirigen empresas emergentes. Ahí conocí a Bashar Arafeh, director para Medio Oriente y África de IrisGuard, cuya tecnología incluye un teléfono celular con lentes capaces de identificarte de inmediato con una precisión casi absoluta gracias a tu iris. Conectada mediante cadena de bloques a una base de datos de refugiados que mantiene la Organización de las Naciones Unidas, se utiliza como un mecanismo de verificación para distinguir a los refugiados sirios con derecho a recibir ayuda de otras personas que solo quieren una tarjeta de raciones para venderla en el mercado negro.

También hablé con Dina Shawar, directora ejecutiva de Adam Tech Ventures, que invierte en empresas emergentes en primeras etapas dedicadas a los sectores de urbanización, educación y servicios de salud. También creó un foro de discusión para mujeres árabes que se han convertido en empresarias tecnológicas, y hace poco trajo a un equipo de la Real Academia de Arte Dramático de Londres para enseñar a las mujeres que han arrancado empresas emergentes cómo causar la impresión deseada durante una junta de consejo y cómo preparar una presentación para obtener respaldo financiero. También estaba ahí Aysar Batayneh, quien hace poco ayudó a crear la Ruta de Jordania, una ruta de 650 kilómetros para practicar senderismo que, según dice, es “el recorrido contiguo más largo del mundo”. A lo largo del camino, han surgido varios negocios dedicados a la hospitalidad para turistas.

Por eso creo que el nuevo Medio Oriente no está condenado a sufrir trastornos. Al menos en Jordania, existe una carrera entre muchas tendencias negativas (como demasiados jóvenes cuya filosofía es esforzarse por obtener un empleo en el gobierno para gozar de un empleo en el que no tengan que trabajar) y una nueva mentalidad de crecimiento que lucha por multiplicarse. Jordania espera, para 2020, ser capaz de obtener casi un 20% de su energía gracias a la tecnología solar. El problema es que la reforma política se ha demorado demasiado y las normas culturales de antaño todavía están muy arraigadas fuera de Ammán. Como me explicó un ministro jordano: “Tenemos que hacerlo todo, tenemos que hacerlo bien y tenemos que hacerlo rápido”.

* Columnista de opinión de asuntos exteriores del The New York Times. Ha ganado tres Premios Pulitzer, autor de siete libros, incluido “From Beirut to Jerusalem”, que ganó el National Book Award. © The New York Times, 2019.