Por iniciativa de los presidentes de Chile, Sebastián Piñera, y de Colombia, Iván Duque, el pasado viernes se suscribió en la capital del país vecino la “Declaración de Santiago” para la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur). La cual fue firmada además por los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Brasil, Jair Bolsonaro; de Ecuador, Lenín Moreno; de Perú, Martín Vizcarra; y de Paraguay, Abdo Benítez. El objetivo explícito de dicha iniciativa consiste en sustituir a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), dado que seis países suspendieron su participación en dicho organismo, cuando Bolivia asumió la presidencia pro tempore en abril pasado.

La creación de Prosur aumenta la inestabilidad de los organismos sudamericanos de integración y cooperación, agudiza la división de la región por razones ideológicas, y debilita la capacidad de que América del Sur pueda actuar colectivamente en los escenarios y foros internacionales, en defensa de sus intereses fundamentales.

No se puede ignorar que la actual situación internacional se caracteriza por un inédito conjunto de problemas y tensiones, que van desde conflictos armados, varias zonas de crisis humanitarias, el retorno de la carrera armamentista, los efectos evidentes del cambio climático, la amenaza de una nueva crisis financiera de vasto alcance, y la agudización de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, entre los más relevantes.

Ninguno de estos temas tendrá soluciones efectivas mientras no se restablezcan las bases mínimas de un nuevo orden político multilateral, capaz de garantizar la paz global y un real desarrollo de las regiones más postergadas del planeta. Mientras se alcance tal circunstancia, es probable que se mantenga la regionalización de las relaciones internacionales bajo el esquema de un balance de poder inestable entre las grandes potencias.

La reciente visita de Bolsonaro a Trump ha traído consigo un importante acercamiento entre sus gobiernos, y se baraja la posibilidad de que Brasil se incorpore a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ (OECD), en la que ya están México, Chile y Colombia; así como a la OTAN, en la que ya participa Colombia. Es preciso aquilatar esto en todo su alcance, en particular respecto de la OTAN, que es un pacto militar surgido durante la Guerra Fría bajo la hegemonía de Estados Unidos para enfrentar a la Unión Soviética.

Prosur nace, por consiguiente, bajo el impulso de una alianza de gobiernos conservadores de América del Sur; y aunque trate de justificar su existencia invocando los múltiples errores de Unasur en los últimos años, no está en condiciones de conducir iniciativas y negociaciones orientadas a resolver la crisis de Venezuela y sus múltiples secuelas, sin injerencia externa. En efecto, más allá de la liviandad de sus fundamentos programáticos e institucionales, lo más criticable de Prosur radica en su evidente subordinación a Estados Unidos, y no sería de extrañar que eso provoque a su vez la injerencia de Vladímir Putin, con el evidente riesgo de internacionalizar el conflicto.

Es bueno recordar que la idea de posicionar a América del Sur con una identidad propia en el sistema internacional surgió cuando México suscribió el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. De ahí en más, la creación de Unasur fue la resultante de tres cumbres presidenciales sudamericanas, realizadas entre 2000 y 2004, que culminaron primero con la creación de la Comunidad de Naciones Suramericanas en 2004; y luego de otras dos cumbres presidenciales en su transformación en la actual Unasur en 2008. A lo largo de ese trayecto fueron cambiando los propósitos centrales y las modalidades de gestión de Unasur, comenzando con programas de infraestructura (la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, IIRSA), y adoptando más adelante un enfoque claramente ideológico, bajo el impulso del tándem Chávez-Lula. Ciertamente hay responsables en la crisis de Unasur, pero Prosur no es la solución.

*es economista