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Tuesday 17 Sep 2024 | Actualizado a 22:35 PM

Los robots no están disminuyendo los salarios

 Las malas condiciones laborales no son culpa de los robots, sino de nuestros dirigentes políticos

/ 24 de marzo de 2019 / 04:00

El otro día me encontraba en una conferencia hablando del estancamiento de los salarios y el gran aumento de la desigualdad en el mundo. Hubo debates muy interesantes al respecto. Pero una cosa que me sorprendió fue que muchos de los participantes supusieran sin más que los robots constituyen una parte importante del problema; que las máquinas se están quedando con los trabajos buenos, o incluso con los trabajos en general. La mayoría de las veces esto no se presentaba ni siquiera como una hipótesis, sino como algo que todo el mundo da por sentado.

Y esta suposición tiene repercusiones reales en el debate político. Por ejemplo, buena parte de la agitación a favor de la renta básica universal proviene de la creencia de que los puestos de trabajo escasearán cada vez más a medida que el apocalipsis de los robots se haga con la economía. De modo que me parece buena idea señalar que, en este caso, lo que todo el mundo cree saber no es del todo cierto.

Las predicciones son difíciles, sobre todo las relativas al futuro, y es posible que los robots vengan uno de estos días a hacerse con todos nuestros puestos de trabajo. Pero la automatización no es la parte principal de la historia de lo que les ha ocurrido a los trabajadores estadounidenses a lo largo de los últimos 40 años. Es verdad que tenemos un serio problema, pero tiene muy poco que ver con la tecnología, y mucho con la política y el poder.

Retrocedamos un momento y preguntémonos qué es, en cualquier caso, un robot. No tiene por qué parecerse a C-3PO, ni rodar por ahí diciendo “¡Exterminar! ¡Exterminar!” Desde un punto de vista económico, un robot es cualquier cosa que utilice la tecnología para efectuar una tarea que antes era realizada por humanos. Y en este sentido, los robots llevan literalmente siglos transformando nuestra economía.

David Ricardo, uno de los padres fundadores de las ciencias económicas, ya escribió sobre los efectos perturbadores de la maquinaria en 1821. Hoy en día, cuando la gente habla del apocalipsis de los robots, en general no piensa en cosas como la minería a cielo abierto o en la minería de remoción de cimas. Pero estas tecnologías transformaron por completo la minería: la producción de carbón casi se duplicó entre 1950 y 2000, pero el número de mineros del carbón cayó de 470.000 a menos de 80.000.

O piensen en la contenerización de cargas. Antes, los estibadores constituían una parte importante del paisaje en las grandes ciudades portuarias. Pero mientras que el gran comercio mundial se ha disparado desde la década de 1970, la proporción de trabajadores estadounidenses que se encargan del “manejo de cargamentos marítimos” se ha reducido casi en dos tercios.

Por lo tanto, las perturbaciones tecnológicas no son un fenómeno nuevo. Así y todo, ¿se están acelerando? No, según los datos. Si los robots estuviesen de verdad sustituyendo masivamente a los trabajadores, sería de esperar que la cantidad de cosas producidas por cada trabajador restante —la productividad laboral— se disparase. De hecho, la productividad creció muchísimo más entre mediados de la década de 1990 y mediados de la de 2000 que desde entonces.

De modo que el cambio tecnológico es una vieja historia. La novedad es que los trabajadores no están compartiendo los frutos de ese cambio tecnológico. No digo que afrontar ese cambio fuera fácil alguna vez. El descenso del empleo en el sector del carbón tuvo consecuencias devastadoras para muchas familias, y muchas de las anteriores zonas carboníferas no se han recuperado nunca. La pérdida de trabajos manuales en las ciudades portuarias contribuyó sin duda a la crisis de las décadas de 1970 y 1980.

Pero aunque siempre ha habido víctimas del progreso tecnológico, hasta la década de 1970 el aumento de la productividad se tradujo en un aumento de sueldo para la gran mayoría de los trabajadores. Después se rompió la conexión. Y no fue precisamente culpa de los robots. ¿A qué se debió esa ruptura? Cada vez más economistas, aunque no todos, coinciden en que uno de los factores clave en el estancamiento de los salarios ha sido la disminución del poder de negociación de los trabajadores, una disminución cuyas raíces en última instancia son políticas.

De manera más obvia, en Estados Unidos el salario mínimo federal, ajustado a la inflación, ha caído un tercio a lo largo de los últimos 50 años, a pesar de que la productividad de los trabajadores ha aumentado un 150%. Esa divergencia ha sido pura y simplemente política.

El debilitamiento de los sindicatos, que en 1973 protegían a la cuarta parte de los trabajadores del sector privado estadounidense pero solo al 6% en la actualidad, tal vez no tenga un origen tan claramente político. Otros países no han experimentado el mismo debilitamiento. Canadá está tan sindicalizada ahora como Estados Unidos en 1973. En los países nórdicos, los sindicatos cubren a dos tercios de la población activa. Lo que ha hecho que Estados Unidos fuese tan excepcional ha sido un entorno político profundamente hostil a la organización laboral y afín a los empresarios enemigos de la sindicalización.

Y el debilitamiento de los sindicatos ha cambiado mucho las cosas. Piensen en el trabajo de camionero, que solía ser bueno, pero por el que ahora se cobra un tercio menos que en 1970, con unas condiciones de trabajo terribles. ¿Dónde radica la diferencia? La desindicalización ha sido una parte importante de la historia. Y estos factores cuantificables son meros indicadores de un sesgo sostenido y generalizado contra los trabajadores en nuestra política.

Lo que me lleva de vuelta a la pregunta de por qué hablamos tanto de robots. La respuesta es que es una táctica de distracción, una forma de no afrontar la manera en que nuestro sistema está amañado contra los trabajadores, del mismo modo que el debate sobre la “falta de cualificación” era una forma de desviar la atención de las malas políticas que mantenían alto el desempleo. Y los progresistas, sobre todo, no deberían caer en este fatalismo simplón. Los trabajadores estadounidenses pueden y deberían tener mejores condiciones de trabajo. Y en la medida en que no las están consiguiendo, la culpa no es de los robots, sino de nuestros dirigentes políticos.

*es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008. © 2015 Th e New York Times. Traducción de News Clips.

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Economía prerrecesiva

Paul Krugman

/ 2 de septiembre de 2024 / 16:00

Como estadounidense de cierta edad, conozco a bastantes personas a quienes sus médicos les han advertido que son prediabéticas, es decir, que su nivel de azúcar en sangre es lo suficientemente elevado como para ponerlas en riesgo de padecer diabetes tipo 2, aunque todavía no presenten ningún síntoma. La buena noticia es que pueden reducir en gran medida ese riesgo si pierden peso, mejoran su dieta y hacen más ejercicio, pero deben tomar medidas rápidamente para evitar problemas de salud graves.

No, esta no es una columna de consejos médicos, pero me puse a pensar en analogías médicas al analizar los datos económicos recientes. Estados Unidos probablemente no haya entrado en recesión todavía, pero la economía definitivamente parece prerrecesiva y los responsables de las políticas (lo que ahora significa básicamente la Reserva Federal) deben actuar rápidamente para evitar los riesgos de un deterioro económico grave.

Ya está claro que la Fed cometió un error al no recortar las tasas la semana pasada; de hecho, probablemente debería haber comenzado a recortarlas hace meses. Lamentablemente, no podemos volver atrás en el tiempo, pero el comité de mercado abierto de la Fed, que fija las tasas de interés a corto plazo, puede y debe hacer un recorte sustancial (probablemente de medio punto porcentual, en lugar de su habitual cuarto de punto) en su próxima reunión, prevista para mediados de septiembre.

Y solo podemos esperar que la reciente caída de las tasas de interés a largo plazo, que refleja las expectativas de futuros recortes de la Reserva Federal, sea suficiente para evitar una crisis económica gratuita.

¿Por qué digo que la economía parece prerrecesiva? El factor más importante es la tasa de desempleo, que ha ido aumentando gradualmente en los últimos meses. El informe de empleo del viernes activó la regla de Sahm, que dice que un aumento suficientemente grande en la tasa de desempleo es una fuerte indicación de que ha comenzado una recesión. Muchos economistas, incluida Claudia Sahm , que ideó la regla, creen que por una variedad de razones técnicas las cosas pueden no ser tan terribles como parecen. Pero aun así, la situación es preocupante.

¿Estoy cien por ciento seguro de que tendremos una recesión a menos que la Reserva Federal actúe rápidamente para reducir las tasas? Por supuesto que no: nada es seguro en economía, ni en la vida en general. Pero los responsables de las políticas que esperan a tener una certeza absoluta antes de actuar siempre actuarán demasiado tarde.

Una cosa más: si la Reserva Federal recorta las tasas en septiembre, probablemente se enfrentará a una tormenta de críticas de los republicanos que la acusarán de intentar ayudar a Kamala Harris a derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales. Y sí, un recorte de las tasas probablemente ayudaría a los demócratas, en gran medida porque ayudaría a demostrar lo exitoso que ha sido Estados Unidos a la hora de controlar la inflación.

Pero la política no debería, y espero que no lo haga, afectar la decisión de la Fed, porque el hecho es que los argumentos económicos a favor de recortes importantes de las tasas son abrumadores; la Fed estaría actuando políticamente si no respondiera a esos argumentos económicos simplemente porque se acercan las elecciones.

Paul Krugman
es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.

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Trump y la ‘ola de crímenes de Kamala’

Paul Krugman

/ 26 de agosto de 2024 / 16:18

En 1979 me asaltaron en Cambridge, Massachusetts. No me hicieron daño; entregué mi billetera con total naturalidad y eso fue todo. Pero mentiría si dijera que no me sentí nervioso y, a partir de entonces, fui un poco más cuidadoso con los lugares por los que caminaba, especialmente después del anochecer.

Cuento esta historia ahora solo para decir que soy lo suficientemente mayor como para recordar por experiencia propia cómo eran las cosas cuando muchas de las ciudades de Estados Unidos eran realmente peligrosas, y no necesito estadísticas oficiales sobre delincuencia para saber que ahora son mucho más seguras.

Lo que nos lleva, por supuesto, a Donald Trump. La Convención Nacional Republicana dedicó un día entero al tema “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser seguro”. Como parte de su esfuerzo por contraprogramar la nominación formal de Kamala Harris por parte de los demócratas, Trump celebró un acto cerca de Detroit que se suponía iba a estar dedicado al crimen y la seguridad, en el que afirmó que estamos en medio de una “ola de delincuencia de Kamala”, con niveles de delincuencia “nunca antes vistos por nadie”. En las grandes ciudades “casi todas gobernadas por demócratas”, afirmó, “no puedes cruzar la calle para comprar una hogaza de pan. Te disparan. Te asaltan. Te violan”.

Afirmaciones sorprendentemente falsas, incluso para él. También el martes, The Detroit News informó que la campaña de Trump había acordado participar en una entrevista, pero “después de que el periódico comenzó a preguntar sobre los datos delictivos de Michigan antes del evento, un asistente de campaña dijo que el candidato presidencial ya no tenía tiempo para una entrevista”.

No es difícil entender por qué. La tasa de homicidios de Detroit es mucho más alta que la de Nueva York, que a pesar de su reputación es notablemente segura. Pero la tasa de homicidios en Detroit fue menor en 2021 y 2022 que en 2020, y cayó drásticamente en 2023. Claramente, Trump habría encontrado incómoda una discusión basada en datos.

Bien, se preguntarán, ¿qué más hay de nuevo? Trump dice muchas cosas que no son ciertas, así que ¿qué hay de diferente en sus afirmaciones sobre la delincuencia? Bueno, yo diría que su campaña alarmista sobre el crimen difiere de su campaña sobre la inflación y la inmigración en al menos dos aspectos.

En primer lugar, las opiniones de Trump sobre el crimen no son meras distorsiones o exageraciones; están completamente alejadas de la realidad. Realmente hubo un aumento de la inflación durante los primeros dos años del presidente Biden en el cargo; aunque la inflación ha disminuido, los estadounidenses todavía están molestos por los altos precios. Realmente hubo un aumento en los cruces fronterizos ilegales, aunque estos también han disminuido recientemente .

Pero en cuanto a un aumento en los delitos violentos, ocurrió durante el mandato de Trump y luego desapareció.

En segundo lugar, la obsesión de Trump con el crimen viene de muy larga data. Su discurso inaugural de 2017 no dijo nada sobre la inflación y menos de lo que se hubiera esperado sobre la inmigración. Pero su frase más memorable, “masacre estadounidense”, se refería a una ola de delincuencia que, entonces como ahora, Trump exagera de manera engañosa y casi con regocijo.

¿De dónde viene entonces el alarmismo sobre la delincuencia? No creo que se trate simplemente de una política cínica.

Hay un elemento de racismo, por supuesto (¿recuerdan el discurso de Trump en 2015 sobre que México nos enviaba violadores?), pero también hay una actitud que no tiene un nombre estándar, pero que yo (supongo que para demostrar mi edad) considero como rizzoísmo, en honor a Frank Rizzo, el alcalde de línea dura de Filadelfia entre 1972 y 1980, que en algunos sentidos fue un proto-Trump .

La esencia del rizzoísmo, tal como yo lo veo, es la creencia de que el crimen prospera porque somos demasiado indulgentes con los criminales o con las personas que creemos que pueden serlo, y que la manera de hacer que nuestras ciudades sean más seguras es tratar a los criminales con la mayor dureza posible. Esto lleva a la creencia de que el crimen debe estar aumentando si los políticos no son lo suficientemente punitivos, digan lo que digan las cifras.

He oído a algunos comentaristas decir que la convención republicana se centró en el miedo, mientras que los demócratas han hablado mucho de esperanza. Pero no creo que eso refleje del todo la realidad. Lo que veo es que el miedo —en concreto, el miedo a que una victoria de Trump pueda suponer el fin de la democracia estadounidense tal como la conocemos— es, en gran medida, el secreto de la inusual unidad de los demócratas.

La verdadera diferencia, yo diría, es entre un partido principalmente interesado en ampliar el alcance en el cual el gobierno ayuda a la gente y un partido que, si bien habla de la grandeza estadounidense, parece especialmente motivado por el deseo de infligir más castigo a aquellos que considera amenazas. Y supongo que en noviembre descubriremos qué visión tiene mayor atractivo.

Paul Krugman
es premio Nobel de Economía y columnista de The New
York Times.

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Kamalanomics, al descubierto

¿Qué hemos aprendido entonces sobre la economía de Harris? Como era de esperar, es moderadamente de centroizquierda

Paul Krugman

/ 20 de agosto de 2024 / 07:01

El viernes, la vicepresidenta Kamala Harris pronunció su primer gran discurso sobre política económica como candidata presidencial demócrata. Por supuesto, fue muy diferente de los discursos y conferencias sobre temas “económicos” que ha ofrecido Donald Trump.

Por un lado, Harris realmente describió sus propuestas económicas, en lugar de desviarse hacia temas como quién tiene las mayores multitudes y cómo los molinos de viento están matando pájaros. Por otro lado, no parece haber dicho nada que se pueda demostrar que es falso, un marcado contraste con Trump, que mintió o distorsionó los hechos aproximadamente dos veces por minuto durante un evento en Mar-a-Lago.

Revise: Economía prerrecesiva

Pero ¿qué pasa con el contenido? Los sospechosos habituales afirman que Harris se ha revelado como una izquierdista extrema. Incluso algunos comentaristas económicos moderados han estado hiperventilando, diciendo que ella básicamente está pidiendo controles de precios, lo cual es extraño, porque ella no dijo nada parecido.

En general, Harris adoptó una posición moderadamente de centroizquierda, no muy diferente de la agenda original «Build Back Better» del presidente Biden, que pudo implementar solo en parte porque, en un Senado dividido en partes iguales, Joe Manchin tenía un veto efectivo.

Así que repasemos la esencia, basándonos en una hoja informativa publicada por la campaña de Harris, que proporcionó más detalles que el discurso en sí.

La propuesta más importante y, en mi opinión, la mejor fue la de restablecer un crédito fiscal ampliado por hijo, que la administración Biden implementó en 2021 pero que expiró a principios de 2022 porque los demócratas no tenían una mayoría lo suficientemente grande en el Congreso. Este crédito redujo significativamente la pobreza infantil mientras estuvo en vigor; Harris lo complementaría con un crédito aún mayor para las familias con hijos en su primer año.

No me entusiasman tanto las propuestas de Harris en materia de vivienda, que combinan incentivos fiscales para los constructores de viviendas con ayudas para el pago inicial de las primeras viviendas. No son malas políticas en sí mismas, pero el problema más amplio de la asequibilidad de la vivienda en Estados Unidos es la zonificación y la reglamentación que bloquea la construcción de nuevas unidades de vivienda. Desafortunadamente, estas barreras a la construcción existen principalmente a nivel estatal y local y están fuera del alcance de cualquier política federal políticamente plausible.

Por último, sobre los precios: me ha sorprendido la cantidad de comentaristas crédulos, y no solo de la derecha, que han afirmado que Harris está pidiendo controles de precios, presentándola como la segunda venida de Richard Nixon, si no el próximo Nicolás Maduro.

Lo que ha pedido en realidad es una legislación que prohíba la especulación con los precios de los alimentos. Obviamente, se trata de un gesto político populista, una forma de ofrecer algo a los votantes molestos por los altos precios de los alimentos. Pero el hecho de que algo sea popular no significa que sea una mala idea.

La cuestión es que se puede considerar razonable tener restricciones legales a la especulación con los precios sin aceptar la opinión popular, pero casi con toda seguridad errónea, de que la codicia corporativa fue el principal impulsor de la inflación reciente. Y para quienes comparan a Harris con Nixon, que impuso controles de precios en 1971, tengan en cuenta que Nixon también presionó a la Reserva Federal para que dinamizara la economía antes de las elecciones de 1972, mientras que Harris ha sido clara en cuanto a respetar la independencia de la Reserva Federal.

¿Qué hemos aprendido sobre la economía de Harris? Como era de esperar, es moderadamente de centroizquierda. Y para quienes están decididos a verla como comunista, lo siento, pero no lo es.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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Economía prerrecesiva

Paul Krugman

/ 6 de agosto de 2024 / 07:15

Como estadounidense de cierta edad, conozco a bastantes personas a quienes sus médicos les han advertido que son prediabéticas, es decir, que su nivel de azúcar en sangre es lo suficientemente elevado como para ponerlas en riesgo de padecer diabetes tipo 2, aunque todavía no presenten ningún síntoma. La buena noticia es que pueden reducir en gran medida ese riesgo si pierden peso, mejoran su dieta y hacen más ejercicio, pero deben tomar medidas rápidamente para evitar problemas de salud graves.

No, esta no es una columna de consejos médicos, pero me puse a pensar en analogías médicas al analizar los datos económicos recientes. Esta[1]dos Unidos probablemente no haya entrado en recesión todavía, pero la economía definitivamente parece prerrecesiva y los responsables de las políticas (lo que ahora significa básicamente la Reserva Federal) deben actuar rápidamente para evitar los riesgos de un deterioro económico grave.

Consulte: JD Vance y el conservadurismo

Ya está claro que la Fed cometió un error al no recortar las tasas la semana pasada; de hecho, probablemente debería haber comenzado a recortarlas hace meses. Lamentablemente, no podemos volver atrás en el tiempo, pero el comité de mercado abierto de la Fed, que fija las tasas de interés a corto plazo, puede y debe hacer un recorte sustancial (probablemente de medio punto porcentual, en lugar de su habitual cuarto de punto) en su próxima reunión, prevista para mediados de septiembre.

Y solo podemos esperar que la reciente caída de las tasas de interés a largo plazo, que refleja las expectativas de futuros recortes de la Reserva Federal, sea suficiente para evitar una crisis económica gratuita.

¿Por qué digo que la economía parece prerrecesiva? El factor más importante es la tasa de desempleo, que ha ido aumentando gradualmente en los últimos meses. El informe de empleo del viernes activó la regla de Sahm, que dice que un aumento suficientemente grande en la tasa de desempleo es una fuerte indicación de que ha comenzado una recesión. Muchos economistas, incluida Claudia Sahm , que ideó la regla, creen que por una variedad de razones técnicas las cosas pueden no ser tan terribles como parecen. Pero aun así, la situación es preocupante.

¿Estoy cien por ciento seguro de que tendremos una recesión a menos que la Reserva Federal actúe rápidamente para reducir las tasas? Por supuesto que no: nada es seguro en economía, ni en la vida en general. Pero los responsables de las políticas que esperan a tener una certeza absoluta antes de actuar siempre actuarán demasiado tarde.

Una cosa más: si la Reserva Federal recorta las tasas en septiembre, probablemente se enfrentará a una tormenta de críticas de los republicanos que la acusarán de intentar ayudar a Kamala Harris a derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales. Y sí, un recorte de las tasas probablemente ayudaría a los demócratas, en gran medida por[1]que ayudaría a demostrar lo exitoso que ha sido Estados Unidos a la hora de controlar la inflación.

Pero la política no debería, y espero que no lo haga, afectar la decisión de la Fed, porque el he[1]cho es que los argumentos económicos a favor de recortes importantes de las tasas son abrumadores; la Fed estaría actuando políticamente si no respondiera a esos argumentos económicos simplemente porque se acercan las elecciones.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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JD Vance y el conservadurismo

De todos modos, no hay motivos para creer nada de lo que dice Vance sobre el apoyo a la clase trabajadora

Paul Krugman

/ 23 de julio de 2024 / 06:57

JD Vance alguna vez temió que Donald Trump pudiera convertirse en el “Hitler de Estados Unidos”. Ahora es el compañero de fórmula de Trump. Pero no importa esa historia. Trump y Vance tienen muchas cosas en común, incluida esta: ambos son estafadores que desprecian a sus partidarios más fervientes.

De hecho, Vance, a pesar de la dura competencia, puede ser la figura más cínica de la política estadounidense moderna. Nunca se sabe si Trump cree en las cosas falsas que dice; Vance es lo suficientemente inteligente como para saber que ha logrado una monumental maniobra política de cebo y cambio.

Revise: Libertad, otra palabra para no pagar impuestos

Y si la fórmula Trump-Vance gana, hay una gran posibilidad de que, dada la evidente falta de interés de Trump en los detalles de la política y —sí— su edad, Vance, de una manera u otra, termine gobernando el país.

En cuanto a esa estafa: Vance, ahora senador junior de Ohio, habla mucho de sus orígenes humildes, pero la gente debería leer lo que escribió en Hillbilly Elegy, que muestra un desprecio sorprendente por la gente con la que creció pero que, a diferencia de él, no escapó de la pobreza de un pueblo pequeño. Y la gente también debería saber que, si bien su discurso en la convención del anterior miércoles denunció a los “barones de Wall Street”, su ascenso ha sido orquestado en gran medida por un grupo de multimillonarios tecnológicos.

Hillbilly Elegy era en parte una autobiografía personal, en parte un comentario social y, para ser justos, respondía a un problema real. En las últimas dos generaciones, algo ha ido muy mal en gran parte de las zonas rurales y de los pueblos pequeños de Estados Unidos. Ha habido un marcado aumento en la fracción de hombres en sus mejores años laborales sin trabajo, en particular en la parte oriental del corazón de Estados Unidos. Los problemas sociales han proliferado.

¿Qué ocurrió? Me centraría en los cambios en la economía que socavaron la razón de ser de muchas pequeñas ciudades, un proceso que comenzó durante los años de Reagan y que no es exclusivo de nuestro país. Esta pérdida de oportunidades económicas condujo, a su vez, a una disfunción social, que se hizo eco del aumento anterior de la disfunción social en las ciudades de Estados Unidos cuando desaparecieron los empleos urbanos de los trabajadores manuales.

Pero en Hillbilly Elegy, Vance rechazó el “movimiento cultural de la clase trabajadora blanca que culpa a la sociedad o al gobierno de los problemas”. En cambio, argumentó, hay muchos estadounidenses blancos de pueblos pequeños que no tienen a nadie a quien culpar más que a ellos mismos. Son perezosos: “Puedes caminar por una ciudad donde el 30% de los jóvenes trabajan menos de 20 horas a la semana y no encontrar a una sola persona consciente de su propia pereza”. Tienen una educación deficiente, no por falta de oportunidades, sino porque no están motivados: “No estudiamos cuando somos niños, y no hacemos que nuestros hijos estudien cuando somos padres”.

Imagínense la reacción si un demócrata liberal dijera algo de eso.

Sin embargo, después de entrar en política, Vance decidió de repente que la clase trabajadora blanca no es perezosa, sino víctima de fuerzas externas. Acusó vehementemente a los inmigrantes de quitarles puestos de trabajo que deberían estar ocupados por los nativos.

Un pasaje de su discurso en la convención pareció sugerir que los inmigrantes ilegales son responsables de la inflación. Por supuesto, no reconoció que la inflación ha caído dos tercios desde mediados de 2022 y que los trabajadores no supervisores, especialmente los trabajadores con salarios bajos, han visto sus ingresos, en promedio, aumentar más que los precios.

Y resulta especialmente extraño culpar a los inmigrantes de los problemas de las pequeñas ciudades y las zonas rurales de Estados Unidos, que comenzaron mucho antes del reciente aumento de la inmigración y donde incluso ahora hay relativamente pocos inmigrantes a la vista. En el estado natal de Vance, solo el 5% de la población nació en el extranjero, en comparación con alrededor del 40% en la ciudad de Nueva York.

De todos modos, no hay motivos para creer nada de lo que dice Vance sobre el apoyo a la clase trabajadora. Su libro deja claro que, al menos hasta cierto punto, menosprecia a quienes no han logrado alcanzar una trayectoria profesional similar a la suya. Puede que haya crecido en la pobreza, pero hoy en día no es más que un político inteligente y sin escrúpulos que utiliza su pasado para ocultar hasta qué punto representa los valores e intereses de los plutócratas.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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