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‘Fake news’ electorales

Como se ha verificado en diferentes experiencias de otros países, las llamadas fake news están cada vez más presentes y tienen creciente protagonismo, a veces decisorio, en procesos electorales y referendarios. Si la participación en democracia presupone una ciudadanía informada, las noticias falsas son un obstáculo premeditado para dicha participación. Algo hay que hacer.

Las fake news se definen como noticias falsas (o falseadas) que son producidas y difundidas con el propósito deliberado de influir en la opinión pública sobre asuntos específicos. En elecciones, su objetivo es incidir en las preferencias de los votantes. Su difusión bajo la apariencia de “noticias” se realiza en general mediante internet, en especial a través de las redes sociales digitales. Y pueden ser resultado tanto de acciones aisladas como de bien diseñadas cuanto financiadas estrategias.

Los ejemplos son inequívocos: la elección de Trump en EEUU; la salida del Reino Unido de la UE; el plebiscito por la paz en Colombia, la elección de Bolsonaro en Brasil; los comicios en India, México y, hace poco, en El Salvador… Lo que fueron casos hoy constituyen la generalidad. Más allá de contextos, todos los procesos electorales están a merced de información falsa que puede ser viral y se vincula con acciones de propaganda y, usualmente, con la “guerra sucia”. El dispositivo funciona; y a bajo costo.

En Bolivia se ha documentado el importante uso de internet en la campaña de las elecciones de 2014. Empero, varios especialistas coinciden en que el referéndum constitucional de 2016 marca un hito en la gestión política en este terreno. El asunto agitó el debate sobre falacias que circularon ampliamente en las redes, en particular en torno al armado y bien sincronizado “caso Zapata”. En el campo digital se difundieron también noticias falsas sobre el cómputo de votos y el resultado de la consulta.

¿Qué podemos esperar en el actual escenario electoral? A reserva de los búnker de campaña y los “guerreros digitales” de diferentes fuerzas políticas, puede preverse que una parte sustantiva de la propaganda se librará en el espacio virtual, incluida propaganda negativa y la fabricación intencionada de fake news, cuya difusión siempre es más vertiginosa y eficaz que los vanos intentos aclaratorios. La manipulación electoral podría expandirse más todavía si se incluyen big data y algoritmos.

Ante semejante amenaza, es fundamental coordinar acciones. Los medios masivos requieren cuidadosos filtros para no dejarse sorprender con “noticias” adulteradas. Habrá que esperar también el reglamento de campaña y propaganda del Órgano Electoral. Los partidos debieran asumir un compromiso público de juego limpio. Y desde la sociedad civil es necesario impulsar observatorios autónomos para responder con información verificada ante la avalancha de fake news que se avecina. Es un imperativo democrático.