Ciudad en crisis
Los defectos de este modelo urbano de ‘densificación vertical’ empiezan a evidenciarse desde varias perspectivas
En medio del vendaval desatado por las dudas de la implementación del proyecto World Trade Center (WTC) en la Curva de Holguín, ha emergido un debate sobre el actual modelo urbanístico de la ciudad de La Paz. Es quizás el momento de reflexionar acerca de las virtudes, pero igualmente los vicios, del crecimiento “vertical” descontrolado que atraviesa la sede de gobierno.
Entre los argumentos esgrimidos, las autoridades involucradas resaltan aquellos que justifican su rechazo al ambicioso proyecto ubicado en el barrio de Obrajes a partir de un cuestionamiento al modelo de crecimiento urbano basado en la progresiva construcción de edificios elevados en toda la urbe, tanto para usos comerciales como para habitacionales.
Durante muchos años, el discurso en boga, no solo en el oficialismo edil sino también entre los opositores, ha sido que la población paceña sigue aumentando y que la única manera de enfrentar este fenómeno era facilitando una acelerada “densificación vertical” de casi todos los barrios. Por supuesto, tal paradigma de desarrollo urbano coincidía con los intereses de constructores y promotores inmobiliarios, quienes han impulsado un frenesí de aumentos en los precios de la vivienda y los terrenos.
En ese esquema, todos parecían ganar, los que invierten y construyen, los que pueden acceder a oficinas y viviendas en propiedad horizontal, los que cobran impuestos por ese desarrollo y un largo etcétera. Se trató de la mayor transformación urbana desde la que estuvo asociada a la bonanza de mediados de la década de los 70. En este sentido, el WTC puede ser considerado como un ejemplo emblemático de esta “fiesta”, la joya de la Corona de la “densificación vertical” paceña.
Sin embargo, los defectos de este modelo empiezan a evidenciarse desde varias perspectivas. En sus impactos no considerados en la calidad de vida de los ciudadanos; en la preeminencia de los intereses comerciales por sobre los demás; en la desaparición de los pocos espacios verdes o su olvido en medio del entusiasmo cementero; en la ausencia de una planificación futura de los servicios, no solo básicos sino también de entretenimiento que debieran acompañar la expansión. La pregunta del millón es si los paceños “densificados” podrán tener una mejor movilidad y calidad de vida en esta pálida copia andina de Manhattan.
Más aún, inquietan los riesgos políticos que conlleva un esquema que privilegia el lucro y la especulación inmobiliaria, y que depende de cambios en las regulaciones de uso del suelo y del derecho de propiedad. Las tentaciones para las autoridades se multiplican, y hasta la mejor gestión municipal no puede evitar que se sospeche sobre las razones de sus decisiones urbanísticas.
¿No habrá llegado el momento de repensar este modelo? Obviamente se precisa densificar y crecer, pero con sensatez y, sobre todo, sin hipotecar la calidad de vida de los paceños ni debilitar la solidez de sus instituciones municipales.