Ya lo decía Hipócrates, griego y padre de la medicina en tiempos antes de Cristo: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina, tu alimento”. Desde eso hasta ahora, muchas cosas han cambiado. El uso de medicamentos se ha convertido en una constante en la población boliviana. Las personas prefieren curar antes que prevenir (una costumbre muy enraizada) por lo que muchas veces van a una consulta médica solamente cuando la enfermedad ya está avanzada. Es por eso que los hospitales demandan una gran cantidad de medicamentos para las unidades de terapia intensiva y quirófano.

Y este hecho ha sido aprovechado ampliamente por criminales que trafican fármacos falsificados en todo el país, al parecer procedentes de Perú. Esto explicaría la incautación días atrás de un lote con al menos 100 tipos de remedios falsos, muchos de ellos de uso hospitalario, en la localidad fronteriza de Desaguadero.

Lamentablemente, la criminalidad no solo está presente en el ámbito de la salud, sino también en la vida cotidiana de los niños. Por caso, la Defensoría Municipal de La Paz atendió cerca de 6.744 casos de violencia infantil en 2018. Por ello, no resulta casual que durante un festejo por el Día del Niño, el 12 de abril, organizado en la Asamblea Legislativa los agasajados aprovechasen la celebración con pedidos para frenar la violencia en su contra. Y ni qué decir del trabajo que realizan, pues casi un cuarto de la población infantil en Bolivia es económicamente activa.

Para generar una mayor conciencia respecto a esta problemática, la Defensoría paceña ha organizado la campaña “Zapatitos cuentan historias”. Para este cometido, 620 pares de calzados de menores, acompañados de testimonios de niños que sufrieron algún tipo de violencia, fueron puestos en forma de corazón en la plaza Camacho.

Los niños no deberían estar ligados con la violencia, pero sí con los libros, cuyo día se recuerda el 23 de este mes. El hábito de la lectura no es muy común en nuestro país y, peor aún, la gente está perdiendo el gusto por los libros. Ahora, el placer es encontrado en las redes sociales, juegos virtuales o en plataformas como Netflix; formas de entretenimiento que no precisan de mucho esfuerzo neuronal, por lo que los menores de hoy tienen menos imaginación.

No se trata de buscar culpables. Este hecho es simplemente resultado de padres que cuando sus hijos de 2 o 3 años lloran o se aburren, les pasan el celular para calmarlos, entreteniéndolos de una manera fácil y rápida. La mayoría de los progenitores ya no les leen un cuento a sus hijos antes de dormir; con ello, la capacidad de soñar de los niños está disminuyendo.