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Tres ‘países mexicanos’

Mexicans… apelativo que para algunos desorientados —¿o ignorantes?— estadounidenses abarca a todos los del “sur del río Grande”: mexicanos, centroamericanos, colombianos, peruanos y demás. En lo que la desavenida cadena Fox rebasó los límites estos días fue con lo de “Three Mexican countries” (Tres países mexicanos) cuando se referían a las naciones centroamericanas (Guatemala, Honduras y El Salvador) a las que Trump decidió cortarles la ayuda humanitaria bilateral. Esta medida es incoherente, equivocada y contraproducente.

Expresa no solo faraónica ignorancia de la problemática social y económica que genera la emigración centroamericana, sino, incluso, lo que el propio Gobierno estadounidense viene haciendo. Tres asuntos de fondo saltan al teclado. Primero, las migraciones de familias que huyen de situaciones de violencia y pobreza extrema no es algo que los migrantes buscan o desean. Además de tener que dejar atrás el terruño y a seres queridos, suele ser la antesala de aventuras —y desventuras— mil. Medidas de seguridad fronteriza podrán, eventualmente, limitar o regular las migraciones, pero no pueden impedirlas totalmente.

Segundo, cortar la ayuda humanitaria estadounidense no significará el “fin de la historia” para los países destinatarios; los montos en cuestión son modestos y el impacto, ídem. En 2018, por ejemplo, fueron 120 millones de dólares para Guatemala, 80 millones para Honduras y 58 millones para El Salvador. Nada espectacular. Pero con eso sí podrían haber continuado apuntalando áreas específicas para mejoras sociales e institucionales puntuales. A eso Trump le ha tirado un portazo.

Tercero, fue un aporte interesante el acuerdo de 18 puntos al que llegaron hace unos días los ministros de seguridad del Triángulo Norte con Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Concordaron una serie de acciones operacionales concretas que al día siguiente fueron arrojadas al tacho por el ukase trumpiano. Esto afecta, en nombre de la “lucha contra el crimen”, el financiamiento de programas contra las bandas criminales con los que se había ya contribuido, por ejemplo, a la disminución de los homicidios en El Salvador.

Cuarto. Modestos programas de ayuda —como los que Trump acaba de cortar— son útiles, pero no son la clave. Ya me he referido antes en un artículo (Todos tienen razón, 30/11/2018) a la urgencia de “encontrar respuestas de fondo para salir del círculo vicioso de meros operativos policiales o fronterizos” . En ello, la solución real está en un ambicioso programa de inversión y desarrollo en los países del Triángulo Norte; una especie de Plan Marshall para los países centroamericanos.

La clave del plan en la Europa después de la Segunda Guerra Mundial fue la ayuda, pero, esencialmente, se buscó crear condiciones para una masiva inversión privada. Eso cambió en poco tiempo el paisaje económico y social y levantó Europa en los años cincuenta del siglo pasado. Avanzar en una dirección como esa requiere del sector privado. Pero, como “percutor”, innovadoras políticas —tributarias, entre otras— tanto en Estados Unidos como en los destinatarios de la inversión (sur de México y el Triángulo Norte). Trump está trabando esa posibilidad.

En un contexto dinámico —y atípico— como el actual, no se podría descartar que otros actores entren a tallar activa y positivamente. ¿Por qué no, por ejemplo, California, la quinta economía del mundo? Estado que tiene un producto bruto solo superado por Estados Unidos, China, Japón y Alemania; y cuyo gobernador, Gavin Newsom, visitará este mes —y con agenda propia— El Salvador. En la erupción regresiva que impulsa Trump, hay quienes tendrían mucho que perder; podría ser el caso de California, cuya suerte y destino está tan entrelazada con la de sus vecinos del sur.