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Lo que se nos viene

Al cuarto mes del año, ya podemos observar cómo los ciudadanos con intereses políticos comienzan a apropiarse de los espacios públicos para organizar actos con miras a las próximas elecciones nacionales, pese a la falta de estructuración que viven sus fuerzas partidarias.

Ese proceso es la oportunidad para que la población se acerque a esa ficción de unidad de grupos con intereses políticos similares. Lo particular de aquello es la manipulación con la que se atrae al elector, similar a una especie de ópera cuyo poema dramático es expresado de distintas formas; y dentro de ellas, voces que expresan propuestas de interés social con música de fondo. Se trata de una especie de estrategia útil para conectar encuentros, a veces arriesgados y, por qué no decirlo, hasta inseguros. De esa manera esa ocupación espacial y ritual busca satisfacer y engrandecer sus propuestas.

De ahí que escenarios como plazas (y en particular San Francisco), calles y otros, además de proyectar espacios de utopía, también son capaces de acoger la euforia, que en determinado momento puede resultar peligrosa para la seguridad del transeúnte, ya que allí se manifiestan los sentires convulsionados de los adeptos, y la violencia pasa a ser protagonista a través de actos deplorables como la destrucción de jardines y ornamentos. Todo aquello en una especie de plan territorial estratégico de encuentros, una nuclearización espacial que le suma a la vida de la ciudad, ya que en ciertos casos enriquece su valor. Dado el grado de competitividad, los adherentes de una y otra agrupación política presentan sus propuestas a través de formas cada vez más llamativas de ocupación de los lugares públicos.

Algo distinto ocurre dentro de las redes sociales, en las que se emite una infinidad de videos con expresiones acertadas, aunque no faltan las agresivas y las que carecen de significado. Lo lamentable es que dichos mensajes en las redes son encubiertos por el anonimato; y eso impide la apertura de debates y, por tanto, la propuesta en la sociedad.

Volviendo al ámbito citadino factual, resulta lamentable que los políticos hayan comenzado a expresar sus ideas en las paredes de la ciudad, no solo con pensamientos provocativos sino hasta violentos. Esto mueve a la pregunta: ¿acaso una postulación que se basa en una nueva propuesta de reivindicación social no debiera ser creativamente proyectada?

Evidentemente, la eficacia de los usos simbólicos debiera buscar formas atractivas y únicas que sean capaces de obtener adeptos sin destruir la ciudad. De este modo, el espacio público de plazas y calles podría formar parte de una expresión festiva que ponga de manifiesto los ideales que se persiguen, pero de una forma atractiva e impactante que capte la votación.

En la actualidad no se puede negar la importancia de la expresión virtual, pero tampoco de aquella otra que tiene la cualidad de concentrar masivamente a la población in situ. Esto porque es la forma más real para que esos espacios públicos muestren su efervescencia, la cual nunca dejará de asombrar y hacer vibrar a la urbe. Lo que no debiera significar, en modo alguno, dañar y menos agredir a la población.

Así pues, toda comunidad que aplica estrategias rebuscadas en época de comicios se encuentra teñida de principios de violencia, y eso se refleja en las agresiones que vive la ciudad.

* Arquitecta.