Cuidar las banderas en año electoral
Resulta evidente la instrumentalización de las violencias contra las mujeres con fines partidarios.
Aunque parezca contradictorio, el periodo electoral es un momento importante para prender alertas y poner a salvo determinadas banderas políticas de lo que será la politización partidaria. A pesar de los ataques simbólicos que permanentemente soporta, la certeza de que el feminismo y sus luchas se han consolidado como uno de los principales marcos globales y locales de corrección política debiera ser suficiente para prever que las organizaciones políticas van a utilizar (en el mejor de los casos) o a instrumentalizar (en el peor), para su beneficio electoral, las banderas tejidas y erigidas por las mujeres. Concretamente estoy pensando en la lucha que se libra para dar fin a la violencia contra las mujeres.
La “sensación de real compromiso” –ese relato– que las organizaciones políticas buscarán entregar no debiera poder ser construida solo con los discursos y las acciones de este año. Por el contrario, será tiempo de mirar en retrospectiva las acciones y omisiones colectivas de las y los actores políticos para evaluar en real dimensión quiénes militan en la decisión de acompañar esta causa y están decididos a implementarla como política de Estado en caso de que les entreguemos nuestro voto.
En esta mirada retrospectiva adquiere relevancia un determinado número de asambleístas nacionales del oficialismo y la oposición que han demostrado con palabras y acciones que la lucha contra la violencia de género ha sido y es una causa común. Algunas mujeres más que otras, de línea opositora concretamente, han ido un poco más allá encarnando en sí mismas su propia lucha contra el acoso y la violencia política dentro de sus organizaciones políticas. Creemos que todas ellas van a optar por seguir construyendo una sociedad más justa y segura para las mujeres; ojalá las veamos en futuras listas de candidaturas, aunque seguro quienes se enfrentaron a sus tiendas políticas tendrán menos oportunidad real de ello.
Me apuro en poner este tema sobre la mesa de debate porque, aun sin que el Tribunal Supremo Electoral haya emitido el calendario electoral, el manoseo de las banderas ya ocurre en nuestras narices, tal como en años anteriores, pero este tiempo ocurre con una mayor dosis de cínica corrección política, digna de campaña. Estoy pensando en el fuego cruzado político por el que atraviesa la concejala Cecilia Chacón, de manera interna y externa. También estoy pensando en el caso del magistrado del Tribunal Constitucional Orlando Ceballos. Bueno, en realidad estoy pensando en la enorme falsedad con la que, en el primer caso, se demuestra solidaridad; y en el segundo, se solicita su renuncia. Esta falsedad es un claro ejemplo de lo postulado: se instrumentalizan las violencias contra las mujeres con fines partidarios.
Estudios en torno a los contenidos de la campaña electoral de los años 2009, 2014 y 2016 dan cuenta de que las mujeres en periodo electoral son subrepresentadas en los medios de información, y se acude a ellas para hablar principalmente de violencia. Pero también evidencian que muchos “sucesos de campaña” (momentos hito, posiblemente definitorios) están vinculados a casos de violencia contra la mujer.
A no dudarlo, los disfraces de corrección política en torno a la violencia contra la mujer van a ser nuevamente insumos clave para poner el tema sobre la sana mesa de debate, pero también para que sea instrumentalizado en campaña. Es también responsabilidad histórica de quienes militamos en estas banderas mantenerlas a salvo del manoseo que las desvirtúa este año y siempre.
* Comunicadora. Twitter: @verokamchatka