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Abril en la memoria

Abril es un mes muy intenso. La insurrección popular de 1952 es lo primero que se me viene a la memoria. Desde siempre me cautivó ese acontecimiento que fue un proceso. Por eso mi tesis de licenciatura para ser sociólogo, décadas ha, se concentró en estudiar ese proceso, pero a partir de privilegiar el pensamiento de Carlos Montenegro. El resultado de esa investigación se publicó como El discurso del nacionalismo revolucionario. Treinta años después volví a ojear la obra de ese pensador y político cochabambino para escribir el Estudio Introductorio a la edición de Nacionalismo y Coloniaje, para la excepcional Biblioteca del Bicentenario y volví a sumergirme en la revolución del 52, en este caso, en sus antecedentes ideológicos.

Empero, la riqueza de ese acontecimiento revolucionario no se limita al pensamiento político. Recuerdo un poema de Jorge Suárez, que cita René Zavaleta Mercado en alguno de sus ensayos. Ese poema se titula Cueca con pañuelo negro para Manuel Sombrerero, y ese fragmento es una muestra de increpación y rebeldía: “Carajo denme un fusil, denme un fusil, compañeros / Manuel ha muerto en abril”. Muertes que fueron la ofrenda de una victoria nacional popular.

Se pueden decir tantas cosas sobre esa fecha de nuestra historia. Mario Murillo, otro sociólogo, ha escrito un excelente libro sobre los intensos días de la insurrección con un sugerente título: La bala no mata sino el destino. A su vez, Luis H. Antezana, Cachín, publicó un heterodoxo ensayo titulado Sobreinterpretando abril, a partir de la lectura de Tierra baldía, un poema de T. S. Eliot que empieza de esta manera: “Abril es el mes más cruel: engendra lilas de la tierra muerta/mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con lluvias primaverales”.

Sucede que abril invoca también otras muertes, muertes dolorosas, como la de Emiliano Zapata, cuyo asesinato inspiró uno de los corridos mexicanos más notables y tristes, y que en la voz de Amparo Ochoa suena tierno y estremecedor: “Escuchen, señores, oigan el corrido, de un triste acontecimiento/pues en Chinameca fue muerto a mansalva Zapata, el gran insurrecto. Abril de mil novecientos diecinueve, en la memoria quedarás del campesino/ como una mancha en la historia”.

Sin embargo, hay otras maneras de morir en este mes y una de ellas es, simplemente, no vivirlo. Tal como lo entona Joaquín Sabina inquiriendo y lamentando al cantar: “¿Quién me ha robado el mes de abril?”, fiel a su estilo, lúdicamente como cuando frasea al entonar ese tema que es una de sus canciones himnóticas; las concibo así por su carácter de himno.

Y estos días también recuerdo el himno que le dedicó a su equipo, el Atlético de Madrid, porque mi equipo del pueblo, Aurora, está herido de muerte. No por nada en esa canción se repite aquel estribillo que es mezcla de pesar y esperanza: “Qué manera de aguantar, qué manera de crecer, qué manera de sentir, qué manera de soñar, qué manera de aprender, qué manera de sufrir, qué manera de palmar, qué manera de vencer, qué manera de vivir, qué manera de subir y bajar de las nubes (…)”. Un estribillo que es necesario alimentar con otra versión sabinista del pesimismo presente en otro fragmento de canción: “Tenemos más de cien palabras, más de cien motivos para no contarnos de un tajo las venas”. Ni tanto, ni tampoco.

* Sociólogo

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