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Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 07:45 AM

La crueldad del Partido Republicano

La mejora de la atención sanitaria podría pagarse rescindiendo parte de ese gran regalo para los más ricos. Los republicanos odian la idea de ayudar a los ciudadanos a obtener la atención sanitaria que necesitan.

/ 14 de abril de 2019 / 01:26

Ya está claro cómo se librará la campaña electoral de 2020 en Estados Unidos. Los republicanos afirmarán, falsamente, que los demócratas quieren quitarnos las hamburguesas. Los demócratas afirmarán, honradamente, que los republicanos quieren quitarnos la atención sanitaria. Supongo que al final veremos qué argumento gana.

El lunes pasado, el Gobierno de Trump adoptó una nueva posición en una demanda judicial acerca de la Ley de Atención Sanitaria Asequible (ACA, por sus siglas en inglés, mejor conocida como Obamacare), y declaró ante un tribunal federal que ahora apoya la eliminación total de esta ley, que ha permitido acceder a un seguro médico a millones de estadounidenses que de otro modo carecerían de él. Nos hacemos una idea bastante buena de qué ocurrirá si esta demanda judicial prospera. En torno a 20 millones de estadounidenses perderían su cobertura sanitaria.

Aunque supuestamente Donald Trump cree que atacando esta ley contenta a sus bases, la mayor devastación se produciría de hecho en estados que apoyaron decididamente al candidato republicano en 2016, al creerse sus promesas de que defendería la atención sanitaria. En Virginia Occidental, por ejemplo, 160.000 personas (11% de los adultos no ancianos) quedarían privadas de su seguro de salud si prospera la propuesta republicana.

Trump y sus defensores afirman que esto no ocurrirá, que van a revelar un gran plan que sustituirá al Obamacare. Pero los republicanos llevan nueve años diciendo eso, desde que se promulgó la ley de Obama, y nunca lo han cumplido. No tienen ningún plan, y nunca lo tendrán. De modo que los republicanos quieren quitarnos la atención sanitaria. Los demócratas, por el contrario, quieren mejorarla y abaratarla, no solamente a largo plazo, con alguna clase de reforma sanitaria radical, sino de inmediato.

Al día siguiente del ataque de Trump al Obamacare, los congresistas demócratas presentaron un plan para mejorar esta ley, principalmente ampliando las subvenciones que limitan la parte de la renta que las familias deben dedicar a las primas del seguro. Según establece esta propuesta, las familias de rentas más bajas acabarían pagando menos. A su vez, las de clase media cuya renta está ahora ligeramente por encima del tope para tener acceso a las subvenciones, pero a las que, sin embargo, el coste del seguro les resulta difícil de asumir, entrarían en el sistema y experimentarían importantes mejoras. No disponemos aún de cálculos sobre cuántos estadounidenses tendrían acceso a cobertura con este plan, pero serían muchos.

El plan presentado por la Cámara de Representantes aumentaría el nivel de prestación nacional aproximadamente al de Massachusetts, que disfruta desde 2006 de un plan sanitario más generoso y donde el porcentaje de adultos no ancianos sin seguro médico es una tercera parte de la media nacional. Alcanzar unos resultados similares a los de Massachusetts a escala nacional significaría que aproximadamente 15 millones de personas más tendrían derecho a cobertura; probablemente poco realista, pero un indicativo de lo importante que podría ser este plan.

Todo esto costaría dinero. ¿Qué deberían hacer los demócratas si los republicanos les preguntan cómo tienen pensado pagarlo? La respuesta es: reírse en su cara. El Partido Republicano impuso no hace mucho una rebaja de impuestos que beneficia desproporcionadamente a los ricos, y que costará 2 billones de dólares a lo largo de la próxima década, sin ahorros que compensen esa pérdida. La mejora de la atención sanitaria podría pagarse rescindiendo parte de ese gran regalo. Si los republicanos no lo hacen, no es problema de los demócratas. Y si los defensores de esta propuesta están dispuestos a relajarse respecto a la financiación, como deberían hacer, el plan está básicamente listo. Si los demócratas consiguen el control del Senado y la Casa Blanca el próximo año, podrían convertir el plan en ley y quitar casi de inmediato un gran peso de encima a millones de estadounidenses.

¿Y respecto a las esperanzas progresistas de llevar a cabo una revisión de la sanidad más fundamental? La representante Alexandria Ocasio-Cortez lo ha entendido perfectamente: aunque sigue reclamando sesiones sobre la “Sanidad para todos”, se declaraba “contenta de apoyar cualquier disposición que refuerce la Ley de Atención Sanitaria Asequible y llene algunas de las lagunas que estamos viendo”. Hasta el momento, Bernie Sanders se ha negado a respaldar el plan. Esperemos que recapacite.

De modo que los demócratas tienen un plan realista para ampliar la atención sanitaria, mientras que los republicanos mantienen su yihad contra el Obamacare. La cuestión es por qué. Al fin y al cabo, hemos pasado de sobra el punto en el que intentar matar el Obamacare era una estrategia política inteligente aunque cínica. La ley ha ido ganando popularidad desde que Trump llegó a la presidencia. La atención sanitaria fue un asunto clave en las elecciones de mitad de mandato, y el 75% de los electores que la consideraban el asunto más importante votó por los demócratas.

¿Por qué no puede entonces el Partido Republicano cortar por lo sano y aceptar que la Ley de Atención Sanitaria Asequible ha pasado a formar parte de nuestro tejido social? Después de todo, hubo un tiempo en el que personas como Ronald Reagan insistían en que el Medicare (atención sanitaria para personas de más de 65 años o discapacitadas) destruiría la libertad estadounidense; pero hoy en día, los republicanos se presentan como defensores del programa (a pesar de que siguen intentando debilitarlo y privatizarlo en secreto).

Pues bien, los politólogos tienen algunas ideas acerca de las razones por las que los republicanos se niegan a tirar la toalla en el tema de la ACA. Pero, dejando aparte los detalles, los republicanos modernos odian la idea de emplear la política pública para ayudar a los ciudadanos a obtener la atención sanitaria que necesitan, incluso cuando la incapacidad de las personas para acceder a un seguro se debe a afecciones médicas preexistentes sobre las que no tienen control. Si esto les parece cruel es porque lo es, y no hay señales de que esta actitud vaya a cambiar. En el Partido Republicano de hoy, la crueldad con los más vulnerables es una enfermedad preexistente.

* Premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2019. Traducción de News Clips.

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Multimillonarios y Trump

/ 7 de abril de 2024 / 04:34

Según se informa, la campaña de Donald Trump tiene problemas de efectivo. Las donaciones de pequeñas cantidades están muy por detrás del ritmo de 2020. Los grandes mítines de Trump no están generando sus mayores ganancias en efectivo. Algunos donantes de grandes cantidades de dinero dudan, en parte porque les preocupa (con razón) que su dinero no se utilice para la campaña sino para pagar sus facturas legales. Por eso ha estado cortejando a multimillonarios de derecha.

No tengo idea de qué tan exitoso será, pero parece muy probable que al menos algunos multimillonarios proporcionen sumas sustanciales a un hombre que intentó anular las últimas elecciones y ha sido abierto sobre sus intenciones autoritarias, utilizando al Departamento de Justicia para ir tras sus oponentes políticos, acorralando a millones de inmigrantes indocumentados y encerrándolos en campos de detención y más.

Lo que plantea la pregunta: ¿Por qué los multimillonarios apoyarían a una persona así?

Después de todo, no es que hayan estado sufriendo bajo el mandato del presidente Biden. Los economistas, incluido yo mismo, a menudo recuerdan a la gente que el mercado de valores no es la economía. El bajo desempleo y el aumento de los salarios reales tienen mucha más relevancia para la vida de la mayoría de las personas.

Pero los precios de las acciones son probablemente un indicador mucho mejor de cómo les va a los muy ricos, que poseen muchos activos financieros. Y aunque en 2020 Trump predijo una caída de las acciones si ganaba Biden, el mercado, de hecho, ha alcanzado niveles récord bajo la administración actual.

¿Por qué, entonces, respaldar a un candidato que más o menos promete desatar el caos social y político? Una respuesta sencilla es que es casi seguro que los ricos pagarán impuestos más bajos (y las corporaciones estarán menos reguladas) si Trump gana que si Biden permanece en el cargo.

Si usted cree, como algunos izquierdistas, que los republicanos y los demócratas son básicamente iguales, que ambos sirven a los intereses de las corporaciones y de la élite, está equivocado. El Partido Demócrata moderno no es, a pesar de lo que digan los republicanos prominentes, marxista o socialista. Sin embargo, tiene un historial de aumentar los impuestos a los ricos para pagar programas sociales.

Pero yo diría que la perspectiva de impuestos más bajos no debería ser suficiente para que los multimillonarios apoyen a Trump.

Después de todo, ¿cuánto importaría realmente el dinero extra a las personas cuyos estilos de vida ya son increíblemente lujosos? Mi sensación, mirando desde afuera, es que entre los muy ricos, ganar más dinero tiene menos que ver con lo que pueden permitirse y más con el prestigio: ganar más que otros en su grupo de pares. Y lo que pasa con los impuestos más altos es que, como se aplicarían a todos, no alterarían la carrera de ratas: tus supuestos rivales recibirían el mismo golpe que tú.

Y un regreso de Trump al poder haría de Estados Unidos un lugar más aterrador, lo que debería importar mucho más incluso a los multimillonarios que unos pocos puntos porcentual0 es en su tasa impositiva.

¿Pero entienden eso? El año pasado, al escribir sobre el breve enamoramiento de los técnicos con Robert F. Kennedy Jr., señalé que los muy ricos a menudo están menos informados sobre lo que sucede en el mundo que muchos ciudadanos comunes y corrientes, porque viven en una burbuja social. El peligro que Trump representa para la democracia estadounidense es (o debería ser) obvio. Sin embargo, puede resultar menos obvio para las personas que, debido a su riqueza, parecen creer que saben más y pueden rodearse de confidentes que les aseguren que saben más. Consideremos el caso de Elon Musk. ¿Necesito decir más?

También especularía que incluso los multimillonarios que reconocen las tendencias autoritarias de Trump probablemente imaginen, si piensan en ello, que su riqueza los protegerá de ejercicios arbitrarios de poder.

Deberían (pero no lo harán) aprender de la experiencia de los oligarcas rusos que ayudaron a llevar a Vladimir Putin al poder. Y antes de decir que ese pensamiento del peor de los casos no puede aplicarse en Estados Unidos, tenga en cuenta que la mayoría de los alarmistas de Trump han estado en lo cierto y los apologistas en su mayoría se han equivocado. Tengo edad suficiente para recordar cuando el exjefe de gabinete interino de Trump escribió: “Si pierde, Trump cederá con gracia”.

Entonces, ¿Trump obtendrá el apoyo de los multimillonarios? Probablemente. Si gana, ¿acabarán arrepintiéndose de su elección? Supongo que lo harán, pero para entonces será demasiado tarde.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.

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¿El aterrizaje es suave? ¿Seguirá así?

Estoy mirando las encuestas de empresas privadas, que no muestran ningún indicio de aumento de la inflación

Paul Krugman

/ 15 de marzo de 2024 / 09:43

Allá por 1973, Estados Unidos estaba experimentando un preocupante aumento de la inflación . Pero George Shultz, entonces secretario del Tesoro, sugirió que el problema sería transitorio: que la economía podría tener un “ aterrizaje suave ”. No fue así. La década de 1970 fue una década infame de estanflación, y la inflación finalmente se controló en la década de 1980 solo a través de políticas monetarias estrictas que causaron años de desempleo muy alto. Así que el presidente Biden estaba tentando un poco a la suerte cuando declaró en el discurso sobre el Estado de la Unión que “el aterrizaje es y será suave”. Pero es casi seguro que tiene razón.

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¿Qué entendemos por aterrizaje suave? En términos generales, lograr una inflación aceptablemente baja sin un alto desempleo. Pero, ¿qué queremos decir, específicamente, con baja inflación y bajo desempleo?

Los datos recientes han sido algo decepcionantes, con dos informes consecutivos sobre precios al consumidor algo positivos y débiles indicios de un deterioro del mercado laboral. ¿Se ha cancelado el aterrizaje suave?

Probablemente no. Estoy tratando de no entrar en razonamientos motivados aquí, pero creo que hay buenas razones para no tomar demasiado en serio esas altas cifras de inflación. De hecho, estoy un poco más preocupado por los crecientes riesgos de recesión.

Lo primero es lo primero: es posible que haya leído que los precios al consumidor, excluyendo alimentos y energía, aumentaron un 3,8% durante el año pasado. Eso suena bastante mal. Pero no conozco a ningún economista serio que crea que ésta es una imagen precisa de la inflación subyacente.

Porque hay dos grandes problemas con ese número. En primer lugar, un año es demasiado largo: la inflación estuvo cayendo a lo largo de 2023, por lo que las cifras año tras año nos dan una imagen del pasado. En segundo lugar, ese aumento del IPC básico se debe al alza de los precios de la vivienda, en su mayor parte el alquiler equivalente a los propietarios (un precio que, por definición, nadie paga realmente) y, por razones técnicas, las medidas oficiales de los precios de la vivienda están muy por detrás de los alquileres del mercado, que al a nivel nacional se han mantenido casi estables durante mucho tiempo.

Entonces, ¿dónde estamos realmente? Me gusta observar el cambio semestral en los precios al consumidor, excluyendo alimentos, energía, automóviles usados y vivienda, no porque los artículos excluidos no importen, sino porque son muy volátiles o, en el caso de la vivienda, un indicador muy rezagado. Ese índice está aumentando a una tasa anual del 2,8%. Podemos analizar las cifras más a fondo, y muchos economistas están ocupados haciéndolo mientras escribo. Pero permítanme darles algunos otros indicadores que me dan cierta confianza en que la inflación subyacente está muy por debajo del 3%. Un indicador son los salarios. Los ingresos medios por hora han aumentado a una tasa anual de menos del 4% en los últimos seis meses, mientras que la productividad (una cifra volátil, especialmente durante e inmediatamente después de la recesión pandémica) ha aumentado a una tasa anual del 1,6% desde la víspera de la pandemia. Eso sugiere una tasa de inflación subyacente de alrededor del 2,5%.

También estoy mirando las encuestas de empresas privadas, que no muestran ningún indicio de aumento de la inflación en los datos oficiales. No hay ningún indicio allí, ni en ninguna de las otras encuestas que he visto, de que la inflación se esté reacelerando. Así que estoy bastante seguro de que el lado inflacionario de la historia del aterrizaje suave sigue intacto.

Estoy un poco más preocupado por el lado del desempleo. La tasa de desempleo de febrero del 3,9% todavía era baja según los estándares históricos, pero la tasa ha aumentado un poco. Mucha gente, incluido yo mismo, sigue de cerca la regla de Sahm, una regularidad empírica descubierta por Claudia Sahm, execonomista de la Reserva Federal, que se centra en promedios de tres meses de la tasa de desempleo. La regla dice que es muy probable que se produzca una recesión si ese promedio de tres meses aumenta más de medio punto porcentual por encima de un mínimo anterior. Ha sido tan útil en el pasado que FRED , la invaluable fuente de datos económicos, proporciona gráficos ya preparados de la medida de la regla de Sahm.

Esta medida ha ido aumentando. Todavía está por debajo de ese nivel crítico de 0,5, pero me preocupa que las altas tasas de interés finalmente estén pasando factura y que, al mantener las tasas altas, la Reserva Federal esté corriendo el riesgo de hacer realidad todos esos pronósticos erróneos de recesión. Pero al menos por el momento todavía estamos en territorio de aterrizaje suave. Al final algo saldrá mal, pero en comparación con las funestas predicciones de muchos economistas, por no hablar de los críticos políticos de la administración Biden, todavía estamos en una forma increíblemente buena.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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Creer es ver

¿Cómo vamos a funcionar como país cuando un gran número de personas simplemente ven una realidad diferente a la del resto de nosotros?

Paul Krugman

/ 23 de febrero de 2024 / 09:55

Lo más sorprendente del reciente viaje de Tucker Carlson a Rusia no fue su servil entrevista con Vladimir Putin, sino sus días efusivos sobre lo maravilloso que es Moscú. Pero claro, él era un invitado especial del país que inventó las aldeas Potemkin (incluso si la historia original es dudosa), y asegurarse de que solo viera cosas buenas debe haber sido fácil.

La verdad es que, si bien partes de Moscú ofrecen a una pequeña élite un estilo de vida opulento, Rusia en su conjunto está más que destartalada. Para muchos rusos, la vida es pobre, desagradable, brutal y corta: la esperanza de vida es sustancialmente menor que en Estados Unidos, a pesar de que la esperanza de vida en Estados Unidos ha disminuido y está por detrás de la de otros países avanzados.

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De todos modos, mientras elogiaba a Moscú, Carlson destrozaba las ciudades estadounidenses, especialmente Nueva York, donde, dijo, “no se puede usar el metro” porque “es demasiado peligroso”. Sin duda, hay algunos neoyorquinos que temen tomar el metro. Sin embargo, de alguna manera, antes de la pandemia había alrededor de 1.700 millones de pasajeros cada año (sí, tomo el metro todo el tiempo) y el número de pasajeros, aunque todavía deprimido por el aumento del trabajo desde casa, se ha ido recuperando rápidamente.

Es posible, por supuesto, que Carlson nunca haya viajado en el metro de Nueva York, o al menos no desde los días en que Nueva York tenía alrededor de seis veces más homicidios cada año que hoy en día. En esto podría parecerse a Donald Trump, quien probablemente no ha realizado vuelos comerciales en décadas, declarando el otro día que los aeropuertos de Estados Unidos, que tienen colas molestamente largas en seguridad pero tienen muchas más comodidades que antes, nos hacen parecer como una “nación del tercer mundo”.

Pero los derechistas parecen inamovibles en su convicción de que Nueva York es un infierno urbano (solo el 22% de los republicanos la consideran un lugar seguro para vivir o visitar), a pesar de que es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos.

En términos más generales, existe una sorprendente desconexión entre las percepciones de los estadounidenses sobre la delincuencia en el lugar donde viven y su evaluación mucho más pesimista de la nación en su conjunto. Esta desconexión existe para ambos partidos, pero es mucho más amplia para los republicanos. Esto es parte de un fenómeno más amplio. Estados Unidos se ha convertido en un país en el que, para muchas personas, especialmente pero no solo de la derecha política, creer es ver. Las percepciones sobre cuestiones que van desde la inmigración hasta la delincuencia y el estado de la economía están impulsadas por posiciones políticas y no al revés.

Para tomar un tema al que obviamente he dedicado mucho tiempo: durante los años de Biden, la mayoría de las medidas de confianza del consumidor han sido mucho más bajas de lo que cabría esperar, dadas las medidas estándar del desempeño de la economía. Esto sigue siendo cierto, a pesar de que el sentimiento ha aumentado sustancialmente en los últimos meses. Existe prácticamente todo un género de análisis dedicado a argumentar que la gente en realidad tiene razón al sentirse mal con la economía por una cosa u otra.

Así que aquí va un consejo profesional: ignoren a cualquiera que diga que los estadounidenses están deprimidos en cuanto a la economía sin darse cuenta de que la realidad es que los republicanos están deprimidos.

Los demócratas parecen sentir que la economía ahora es tan buena como a fines de 2019, que es lo que cabría esperar, dado que la tasa de desempleo es aproximadamente la misma y la inflación solo un poco más alta. Los republicanos, sin embargo, han pasado de la euforia sobre la economía bajo Donald Trump a una visión muy crítica bajo el presidente Biden.

¿Qué pasa con los independientes? No importa: en su mayor parte, se inclinan hacia un partido u otro y se comportan como partisanos.

Como escribí la semana pasada, la naturaleza de creer para ver de la opinión pública puede significar que las percepciones de la economía, y tal vez de la delincuencia, no importarán mucho para las elecciones de este año: los estadounidenses que creen que las cosas van terribles probablemente no lo harían. Pero para adoptar una visión más amplia: ¿cómo vamos a funcionar como país cuando un gran número de personas simplemente ven una realidad diferente a la del resto de nosotros?

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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¿Qué le pasa a Europa?

Paul Krugman

/ 2 de febrero de 2024 / 09:37

En mi columna más reciente me divertí un poco con Kristi Noem, la gobernadora de Dakota del Sur, quien advirtió siniestramente que el presidente Biden nos convertirá en Europa. Bromeé diciendo que esto significaría añadir cinco o seis años a nuestra esperanza de vida. Cuando compartí los comentarios de Noem en las redes sociales, algunos de mis corresponsales me preguntaron si esto significaba que estamos a punto de tener un buen servicio de tren y mejor comida.

Una nota para los estadounidenses más jóvenes: ya tenemos mejor comida. Es cierto que la boloñesa sigue siendo infinitamente mejor en Bolonia que cualquier cosa que se pueda conseguir aquí, incluso en Nueva York, pero no tienes idea de lo mala que era la cocina estadounidense en los años 1970.

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Pero los comentarios de Noem fueron parte de una larga tradición entre los conservadores estadounidenses: insistir en que Europa ya está experimentando los desastres que, según ellos, ocurrirán como resultado de las políticas liberales aquí. Ahora mismo, el tema en cuestión es la inmigración. En el pasado, sin embargo, se suponía que la imaginada distopía europea era el resultado de altos impuestos y generosos beneficios sociales, que supuestamente destruyeron el incentivo para trabajar e innovar.

Por lo tanto, parece que vale la pena preguntarse qué problemas tiene realmente Europa, es decir, problemas que son diferentes a los nuestros.

Al analizar las comparaciones entre Europa y Estados Unidos, encuentro útil distinguir entre los acontecimientos anteriores a la pandemia de COVID y los posteriores, ya que hemos seguido políticas bastante diferentes en respuesta a esa agitación.

Entonces, ¿cómo se compararon económicamente Europa y Estados Unidos en 2019? En general, fueron sorprendentemente similares.

Con bastante frecuencia me encuentro con personas que creen que Europa sufre un desempleo masivo y está muy por detrás de Estados Unidos tecnológicamente. Pero esta visión está desactualizada desde hace décadas. En este punto, los adultos en sus mejores años laborales tienen en realidad algo más de probabilidades de estar empleados en las principales naciones europeas que en Estados Unidos. Los europeos también saben todo sobre tecnología de la información, y la productividad (producto interno bruto por hora trabajada) es prácticamente la misma en Europa que aquí.

Es cierto que el PIB real per cápita es generalmente menor en Europa, pero eso se debe principalmente a que los europeos toman mucho más tiempo de vacaciones que los estadounidenses, lo cual es una elección, no un problema. Ah, y debería tener en cuenta que existe una brecha cada vez mayor entre la esperanza de vida en Europa y Estados Unidos, ya que la calidad de vida es generalmente mayor si no estás muerto.

Para que quede claro, Europa no es una utopía. Hay muchos problemas reales, incluso en países con redes de seguridad social con las que los progresistas estadounidenses sólo pueden soñar. Suecia tiene un problema con la violencia de las pandillas. Dinamarca es una de las naciones más felices del planeta, pero aun así hay un número significativo de daneses melancólicos y el país ha experimentado un aumento del populismo de derecha.

Sin embargo, Europa se encuentra en una situación sorprendentemente buena, económica y socialmente, en comparación con casi cualquier otra parte del mundo.

(*) Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times

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Bidencare es un gran problema

/ 28 de enero de 2024 / 00:24

En 2010, en la firma de la Ley de Atención Médica Asequible, también conocida como Obamacare, Joe Biden, el vicepresidente en ese momento, fue captado por un micrófono caliente diciéndole al presidente Barack Obama que el proyecto de ley era un “gran problema”. Bien, en realidad había otra palabra en el medio. De todos modos, Biden tenía razón.

Y en uno de sus principales logros no reconocidos (es sorprendente cuántos estadounidenses creen que un presidente inusualmente productivo no ha hecho mucho), el presidente Biden ha hecho de Obamacare un acuerdo aún mayor, de una manera que está mejorando la vida de millones de estadounidenses.

Como habrán notado, como muchos estadounidenses finalmente parecen estar notando, Biden ha estado acumulando números bastante buenos últimamente. El crecimiento económico sigue avanzando, desafiando las predicciones generalizadas de una recesión, mientras que el desempleo se mantiene cerca de su nivel más bajo en 50 años. La inflación, especialmente utilizando la medida preferida por la Reserva Federal, ha caído cerca del objetivo de la Reserva. El mercado de valores sigue alcanzando nuevos máximos.

Ah, y los asesinatos se han desplomado, y los delitos violentos en general posiblemente alcancen otro mínimo de 50 años.

Biden merece alguna recompensa política por esta buena noticia, dado que Donald Trump y muchos miembros de su partido predijeron un desastre económico y social si fuera elegido, y que los republicanos, en general, todavía hablan como si Estados Unidos sufriera una alta inflación y una criminalidad galopante.

No está tan claro en qué medida las buenas noticias en estos frentes pueden atribuirse a las políticas de Biden. Los presidentes definitivamente no controlan el mercado de valores. En general, tienen menos influencia en la economía de lo que muchos creen. Le daría a Biden algo de crédito por la fortaleza de la economía, que fue impulsada en parte por sus políticas de gasto, pero la rápida desinflación de 2023 refleja principalmente una nación que se abre camino para salir de las perturbaciones persistentes de la pandemia de COVID. Probablemente ocurra lo mismo con la caída de los delitos violentos.

Sin embargo, un área en la que los presidentes marcan una gran diferencia es la atención sanitaria. Obamacare, que en realidad debería llamarse Pelosicare, ya que Nancy Pelosi desempeñó un papel clave para lograr su aprobación en el Congreso, generó grandes avances en la cobertura del seguro médico cuando se aprobó y entró en pleno vigor en 2014.

Trump intentó, sin éxito, derogar Obamacare en 2017, y la reacción negativa a ese esfuerzo ayudó a los demócratas a ganar el control de la Cámara el año siguiente. No obstante, Trump pudo crear cierta erosión en el programa, por ejemplo cortando fondos para los “navegadores” que ayudan a las personas a inscribirse.

Esa erosión ahora se ha revertido de manera decisiva. La administración Biden acaba de anunciar que 21 millones de personas se han inscrito para recibir cobertura a través de los mercados de seguros médicos de la ACA, frente a los alrededor de 12 millones en vísperas de la pandemia. Estados Unidos todavía no tiene la cobertura universal estándar en otras naciones ricas, pero algunos estados, incluidos Massachusetts y Nueva York, se han acercado.

Y esta ganancia, a diferencia de otras cosas buenas que están sucediendo, depende exclusivamente de Biden, quien restableció la ayuda a las personas que buscan cobertura médica y mejoró un aspecto clave del sistema.

Obamacare no es simple. Muchos de los economistas sanitarios que conozco habrían preferido algo como Medicare para todos, si hubiera sido políticamente factible. No es un mecanismo ideal, pero es mucho mejor que nada. Sin embargo, originalmente los mercados carecían de financiación suficiente: los subsidios eran demasiado bajos, por lo que muchas personas todavía tenían problemas para pagar las primas de los seguros, y también había un límite, con subsidios disponibles solo para personas hasta el 400% del umbral de pobreza.

No sé si la atención sanitaria será un tema importante en las elecciones de 2024. Pero debería serlo. Biden ha hecho que la cobertura de seguro médico sea más accesible y asequible para millones de estadounidenses.

Sin embargo, si Trump gana, intentará nuevamente acabar con Obamacare. Él lo ha dicho y esta vez bien podría lograrlo. Promete reemplazarlo con algo «mucho mejor». Supongo que esto depende de su definición de mejor: en 2017, la Oficina de Presupuesto del Congreso estimó que el plan de salud de Trump aumentaría el número de personas sin seguro en 32 millones en una década; ese número probablemente sería mayor hoy. Un recordatorio más de lo que está en juego este año.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times. 

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