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Mujeres cochalas briosas

En el imaginario cochabambino está afincada la idea del matriarcado. Un matriarcado basado en la valentía y fortaleza de la warmi (mujer, en quechua) valluna. Con respecto a la bravura de estas mujeres, existe una profusa cantidad de textos que la retratan. Por caso, el libro Warmis valientes, de Alejandra Ramírez Soruco refleja, desde diferentes perspectivas disciplinarias, la impetuosa e inagotable fortaleza de la mujer cochabambina.

La idea de la bravura de las warmis vallunas se fortaleció por la vía de la narrativa histórica. Esa narrativa cuenta que, ante la ausencia de hombres (muchos de ellos caídos durante la guerra de la independencia), un puñado de mujeres resistió heroicamente a las fuerzas ibéricas encabezadas por Juan Manuel Goyoneche. Esa valentía se condensa en la figura de Doña Chepa (personaje de la novela histórica Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la independencia, de Nataniel Aguirre), quien encarna a Doña Manuela de Gandarillas, aquella mujer ciega y veterana que encabezó la resistencia de las warmis cochabambinas contra los españoles.    

Su coraje no solo es un mito, tiene hoy su correlato. Hace poco se difundieron estadísticas sobre las denuncias de mujeres contra la violencia de género en Bolivia. Cochabamba encabeza la lista. Más allá de una lectura pesimista en la que se puede inferir que los cochabambinos son los más machistas del país, existe una lectura optimista: la valentía de la mujer cochabambina se traduce en su predisposición por denunciar la violencia de género. Quizás la independencia económica con relación a su pareja hace que no tengan reparos para denunciar a sus agresores.

Por otro lado, la presencia de la mujer cochabambina en el campo político es una garantía de fiscalización. Hay un par de ejemplos que ilustran su valiente papel fiscalizador para denunciar sin tapujos los casos de corrupción en dos de los principales municipios del eje central del país. En abril del año pasado, la concejala opositora del municipio de Cercado Rocío Molina denunció irregularidades en la gestión edilicia de José María Leyes. El caso de las mochilas escolares fue el punto de ovillo de una red de corrupción que se había incrustado en el municipio de la capital cochabambina.

Como respuesta a sus denuncias, la concejala recibió una serie de insultos y amenazas no solamente a su integridad personal, sino también a su familia por parte del entorno del burgomaestre edil. Molina, imbuida en una entereza moral, soportó esa arremetida cobarde y contribuyó decisivamente para lograr el destape de esa olla de corrupción.

El otro caso ocurrió en abril de este año. Cecilia Chacón, aunque es concejala de la municipalidad de La Paz, es cochabambina de nacimiento. Entonces, es una warmi valiente. Al igual que Molina, Chacón denunció un supuesto caso de corrupción en el Gobierno Municipal paceño. En concreto, denunció a un concejal correligionario suyo, provocando varias represalias desde su propia estructura partidaria, pero ella está enfrentando con una evidente entereza ética.

Estas concejalas representan a las warmis cochabambinas valientes que, sin temor a las venganzas ni al machismo de los corruptos, asumen la cruzada de destapar la podredumbre de sus municipios. Quizás  por esta razón los corruptos estén deletreando el estribillo “Quién nos ha robado el mes de abril…”, de una canción de Joaquín Sabina.

* Sociólogo.