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El plan ‘C’

La oposición en su desesperado intento por truncar el proceso de reformas históricas que lleva el país desde 2006 articuló, con base en embustes, verdades a medias y mentiras, una tramoya alrededor de Gabriela Zapata, estafadora profesional, vividora y hábil manipuladora. Gracias a esa maquinación montada por autonombrados “periodistas” al servicio de Doria Medina lograron un pírrico resultado en el referéndum de febrero de 2016.

A partir de allí, el plan “A” de la oposición fue sacar de la papeleta electoral de 2019 a Evo Morales, líder indiscutible de los sectores populares y el único capaz de derrotar a las fuerzas retrógradas que intentaban recuperar el poder perdido. Apostaron a las movilizaciones, a las acciones de hecho, y cualquier pretexto fue válido para privarle a Morales el derecho de ser candidato.

Cuando el pronunciamiento de los organismos internacionales, (entre ellos la propia OEA) demostraron que la comunidad internacional no se tragó la mentira de que Bolivia vive bajo una dictadura, y cuando la insurrección social no sucedió, la oposición asumió el plan “B”, que consistía en utilizar el clisé del 21F para desgastar la imagen de Evo Morales, para derrotarlo en las ánforas. La derecha intentó unirse, pero el odio común que tienen contra lo popular no fue suficiente para superar sus ambiciones caudillistas. Se manipularon encuestas, y los medios de comunicación funcionales a la oposición arreciaron su campaña de desprestigio a la acción gubernamental.

Hoy, la oposición es consciente de que la victoria electoral es cada vez más remota. Se va perfilando una tendencia mayoritaria de mantener el proceso de cambio frente a los peregrinos intentos de partidos, y plataformas que no saben lo que quieren para el país, pero saben bien lo que ellos quieren del país. El plan “C” se ha puesto en marcha ante el fracaso de los planes “A” y “B”, y consiste en deslegitimar la elección y sus resultados, para de esa forma tener argumentos para continuar con las campañas de desestabilización, como las que se aplican en Nicaragua o Venezuela, en donde la oposición jamás reconoció ninguna de las muchas victorias electorales de Hugo Chávez o Nicolás Maduro, para de esa forma utilizar el pretexto de fraude electoral a fin de justificar el golpe contra la democracia.

La oposición de manera sistemática y los periódicos y medios a su servicio han desatado una campaña para desacreditar al Tribunal Electoral, con el único fin de deslegitimar una probable victoria del MAS y continuar con su agenda desestabilizadora. Sin embargo, esta opción no es tan sencilla, porque el sistema técnico del Órgano Electoral y sus antecedentes hacen difícil sostener la tesis de fraude. ¿Por qué la derecha ha ganado varias alcaldías y gobernaciones? ¿Por qué ganó el “No” el 2016? No es consistente que la derecha cuestione al Tribunal Electoral cuando pierde, y no diga nada cuando gana.

Basta ver la prensa opositora para darse cuenta de que la derecha ya no juega al plan “A” ni al “B”, ahora está apuntando al plan “C”, que consistirá en desconocer la posible victoria del oficialismo, y con base en ello, comenzar una ola de violencia y desestabilización como para que se justifique la intervención extranjera en nuestros asuntos. La oposición, sin embargo, no tomó en cuenta que 12 apátridas (la expresión más truculenta e inmoral de la oposición) se adelantarían a los resultados y han pedido al Gobierno de Estados Unidos intervenir en el país. Este pedido es tan torpe, que hasta Carlos Mesa ha tenido que salir a cuestionar el exabrupto.

* Abogado.