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Peligro en el camino

Desde hace muchas décadas la ruta hacia los Yungas, en La Paz, ha sido llamada la “carretera de la muerte”, y así es publicitada para turistas que buscan aventura extrema. La demorada construcción de una nueva carretera hasta Yolosita disminuyó el riesgo de accidentes, pero parecería que los choferes del transporte de pasajeros han decidido mantener la alta mortalidad de esa vía.

Un reportaje publicado días atrás en este diario identifica con perturbadora claridad ocho faltas que cometen los conductores del servicio de transporte que recorren esta vía, además de cuatro deficiencias atribuibles a las autoridades del Estado. La combinación de estos factores provoca accidentes mortales como el que se tuvo que lamentar la semana pasada.

La primera de las contravenciones de los choferes ocurre en la terminal terrestre de Minasa, donde se ofrece hacer el viaje entre La Paz y Caranavi en la mitad del tiempo que tomaría si se respetase el límite de velocidad. La segunda está en la temible maniobra de adelantar al coche que va adelante invadiendo carril (y que causa fatales accidentes en casi todas las carreteras bolivianas). La tercera es el exceso de velocidad, que no es controlado por la autoridad competente. La cuarta es la costumbre de parar al costado del camino sin emplear una señalización adecuada.

La quinta amenaza es la falta de listas de pasajeros, las cuales no se hacen en suficientes copias para dejar en todos los controles o simplemente no se hacen. La sexta es que los conductores no usan luces en los tramos con poca visibilidad. La séptima ocurre cuando los conductores cubren las placas de circulación de sus vehículos para hacerlas irreconocibles. Y la octava está en la profusa circulación de automóviles indocumentados.

De parte del Estado, cabe reclamar la ausencia de señalización visible en algunos tramos del camino; falta de mantenimiento a la carretera, lo que causa baches peligrosos; ausencia de un control apropiado, a pesar de las tres trancas policiales que existen; y la presencia de escombros al costado de la capa asfáltica, que puede provocar vuelcos.
Los factores aquí citados no son exclusivos de los viajes a los Yungas. Es posible afirmar que en la mayoría de los tramos la negligencia de los choferes se encuentra en cómoda relación con la de la Policía, incluso si los jefes dicen estar haciendo sus mejores esfuerzos para cambiar este estado de cosas, tal y como se comentó en nuestro programa Piedra, papel y tinta del fin de semana.

Toca, pues, que las autoridades policiales hagan más y mejores esfuerzos para evitar que la imprudencia de los choferes, totalmente previsible, deje de costar vidas humanas que no pueden recuperarse ni con el mejor de los seguros para accidentes. Los choferes y sus gremios son responsables de lo que sucede en sus vehículos y de la seguridad de los pasajeros, pero la Policía de Tránsito, la Policía Caminera y otras instancias públicas lo son de todo lo demás.