Tráfico de fármacos: mercaderes de la muerte
Los fármacos adulterados, fabricados en un 90% en India y en China, causan 116.000 muertes al año solo en el África.
Últimamente se ha puesto en evidencia el alcance del flagelo sanitario más grave de nuestro tiempo: el comercio de fármacos falsificados, cuyo tenebroso efecto es la muerte de centenas de miles de personas. El Instituto de Seguridad Farmacéutica (PSI) estima que esta actividad ilícita mueve aproximadamente $us 200.000 millones al año, o sea, el 20% del comercio mundial del sector.
Los fármacos adulterados, ya sea que se trate de moléculas originadoras o genéricas, son fabricados en un 90% en India o en China. Su radio de acción cubre desde costosas medicinas para combatir el cáncer hasta banales calmantes, pasando por la muy solicitada Viagra, que son vendidos a bajo precio. Maléfica tarea cuyo rendimiento mercantil es 10 o 20 veces superior a similares trasiegos de cigarrillos, heroína o cocaína.
El Instituto Internacional de Investigación Antifalsificación de Medicamentos (IRACM) afirma que una inversión de $us 1.000 en este rubro rinde hasta $us 500.000 de beneficio. Este fenómeno mundial, que hace pocos días se detectó también en Bolivia en gran escala, es una clara muestra de la alerta lanzada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), respecto a que los países periféricos son los más afectados, por cuanto concentran del 30% al 60% de ese nefario mercado. En estas naciones, una de cada 10 medicaciones es de inferior calidad o simplemente es falsificada, porcentaje que en África trepa a siete de cada 10.
Y para colmo de males, estos productos no solo se expenden en los puestos callejeros, también han sido detectados en farmacias autorizadas y hasta en hospitales. Ni siquiera en Estados Unidos se ha podido controlar totalmente ese crimen. De acuerdo con el PSI, en el país del norte tan solo en 2017 se han registrado 1.677 incidentes de este tipo. El florecimiento de ese tráfico prospera en gran medida gracias a internet, cuyas ofertas en línea han acarreado el año pasado, según Interpol, el cierre de 3.671 sitios web, el arresto de 859 individuos y la confiscación de 500 toneladas de medicinas ilícitas.
Los infames falsificadores no tienen escrúpulos para jugar con la vida de los consumidores. Sus obleas desprovistas de moléculas activas o insuficientes cantidades contienen a veces sustancias tóxicas o almidón de maíz, de papas o simple yeso. Y los ingenuos pacientes ingieren esas píldoras sin percatarse que no pueden prevenir ni tratar la enfermedad que padecen, alerta la OMS.
Con ello, la patología que sufren se agrava e impulsa el número de fallecimientos, sin contar los costos onerosos para las familias y los servicios de salud pública. Para que el lector tome nota de la envergadura de esta catástrofe planetaria, amerita citar que estos fármacos falsificados causan 116.000 muertes en el África cada año. La Universidad de Edimburgo añade que de 72.000 a 169.000 niños menores de cinco años fallecen cada año como consecuencia de la utilización de antibióticos falsos.
En 2016 se comprobó que el 55% de los medicamentos falsificados o adulterados provenían de China, cuyo mercado interno incluso confrontó varios escándalos por la leche infantil contaminada y las vacunas inoperantes contra la difteria, el tétanos y la poliomielitis. Cuando la alarma roja ha sido lanzada en Europa contra la producción farmacéutica china e india, asombra que en Bolivia se gestione la implantación de firmas de esa procedencia, apuntadas como de alto peligro.
Todas las informaciones señaladas anteriormente y la reciente ocupación de depósitos clandestinos de fármacos falsos detectados en La Paz deberían servir de antecedente para considerar este tipo de tráfico en la categoría de asesinato premeditado contra la salud del pueblo, pues la incertidumbre acerca de la legitimidad de un fármaco hoy en día se torna dramática. Por otra parte, la proliferación de farmacias en nuestro medio se explica, justamente, a que el débil o ningún control científico existente permiten que ese mercadeo de la muerte sea mucho más rentable incluso que el narcotráfico o el mero contrabando de artículos de consumo doméstico.
* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia