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Evangélicos y el campo político

Algunas personas nos alarmamos cuando tenemos conocimiento de los diversos encuentros de las iglesias y el poder político. Este temor está fundado en los riesgos que siempre implica este vínculo para las luchas por los derechos de las mujeres y las diversidades sexuales. Sin embargo, el campo en disputa parece ser mucho más amplio que un simple interés inmediatista por votos: las iglesias están influyendo de forma sólida hacia una transformación cultural conservadora. La reciente discusión de la Ley de Libertad Religiosa ha vuelto a poner en duda los avances de nuestra declaración constitucional de Estado laico; y el surgimiento del nuevo binomio presidencial por UCS nos alerta sobre el entramado religioso en el campo político.

Durante los 60 y 70, las fuerzas progresistas de América Latina tenían en las élites religiosas potentes enemigos, y no son pocos los ejemplos históricos del vínculo de las iglesias con las dictaduras militares. Pero esos tiempos han cambiado, y cada vez es más urgente comprender la novedosa relación que existe entre las diversas religiones y los imaginarios políticos de nuestra sociedad. Por eso celebro la reciente publicación El nuevo evangelismo político en la revista Nueva Sociedad (No 280) que se pregunta, entre otras cuestiones, ¿cómo está transformando la política el nuevo evangelismo?

Una rápida mirada al contenido de la revista nos demuestra que esta preocupación que expresamos en Bolivia tiene un denso arraigo en toda la región: Brasil y Costa Rica son los casos más mediáticos, pero hablemos también de Chile, Argentina, México, Cuba y, como ejemplo sorprendente, las megaiglesias de Nigeria que ya construyen sus propias ciudades. De las variadas ideas que explora la revista quiero detenerme en lo que Pablo Semán denomina los “eficaces entronques teológicos con creencias y sensibilidades populares” como una estrategia que nos permite comprender (en algo) el crecimiento amplio de estas identidades modernas.

La pregunta es, ¿qué hace tan atractiva la religión protestante (en todas sus manifestaciones) en la actualidad? Mi hipótesis es que su incremento se debe en parte a dos rasgos centrales que tenemos que explorar mucho mejor. El primero refiere a la “teología de la prosperidad” y el segundo, a la “universalidad del sacerdocio”.

La teología de la prosperidad sostiene que si Dios puede curar y sanar el alma, no hay razón para pensar que no pueda otorgar prosperidad. La bendición se ofrece ahora, no es una promesa del más allá, y su contraparte es el diezmo. Así, la prosperidad de tu negocio o trabajo se corresponde a tu fidelidad a Dios y en el sacrificio que haces al otorgar recursos a tu iglesia. Esta mezcla entre lo espiritual y lo económico de manera tan abierta (contrapuesta a la ética de la pobreza de la religión católica) se relaciona con las ambiciones concretas de bonanza del sector popular.

La segunda característica refiere a la universalidad del sacerdocio, que democratiza el surgimiento de líderes religiosos. Esto permite que prácticamente cada creyente puede convertirse en pastor y cada nueva iglesia recrea la religiosidad adaptándola a la sensibilidad del territorio con el que conviven; produciendo así prédicas, organizaciones y productos culturales adaptados a los más diversos nichos sociales. Por ello, en cada barrio puede haber una interpretación particular (y adaptada) de la religiosidad y cada hermano puede ser tu pastor.

El caso de la expansión evangélica es revelador de que cada vez son más precarios los muros de interposición entre el mundo de la religión y la política. Este constante “retorno” del mundo conservador portado por la tradición religiosa debe ser una preocupación política central. La modernidad en Bolivia, lejos de significar el fin de las creencias espirituales, nos desafía a comprender mejor cómo éstas se articulan a nuevos imaginarios, intercambios simbólicos y trasformaciones económicas.

*Es cientista social