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Libertad de prensa

La celebración, el viernes de 3 mayo, del Día Mundial de la Libertad de Prensa ha sido nuevamente ocasión para actualizar el debate acerca de este derecho, enunciado en 1789, tras las Revolución Francesa, y que más de dos siglos después sigue siendo objeto de encendida polémica. La ONU ha propuesto discutir este año sobre periodismo y elecciones en tiempos de desinformación.

Son tiempos difíciles para la prensa no solo en Bolivia, sino también en casi todo el mundo. Las transformaciones del ecosistema mediático y de los hábitos de consumo de información de las personas, así como de los mercados publicitarios, sumadas a la siempre tensa relación entre poderes formales y medios de comunicación, han configurado un escenario en el que el rol del periodismo parecería perder valor, lo que no significa pérdida de importancia.

Son tiempos de desinformación generalizada, en la medida en que toda persona o grupo con intereses particulares pero con acceso a alguna forma de difusión de sus ideas puede recortar o manipular aspectos de la realidad para mostrar una imagen conveniente de ella. Los límites éticos que se impone a sí mismo el periodismo profesional son, probablemente, el último refugio de la credibilidad y marca que distingue a los proveedores de información verídica del resto.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha propuesto orientar la reflexión sobre la libertad de prensa en torno a las “nuevas intenciones para socavar el papel de los medios de comunicación en democracia”, y acerca del “potencial de los medios para contribuir a una cultura de paz y democracia sostenibles.

El primero de los temas incluye encontrar formas de contrarrestar los ataques retóricos contra el periodismo; debatir riesgos y límites de la regulación de los medios para contrarrestar la desinformación; y mejorar los mecanismos de verificación de datos y hechos. El segundo, diseñar modelos de negocios para redes sociales que reduzcan el contenido que incita a la polarización; ayudar a los órganos electorales a apoyar el periodismo libre, imparcial y profesional, evitando prescripciones que interfieran en la libertad de prensa; o favorecer la libertad de expresión de profesionales y actores culturales.

En tiempos que, como dijo un académico de la lengua, la gente ya no cree en nada, pero está dispuesta a creer en cualquier cosa, la prensa libre debe convertirse en un faro que ilumine el camino en medio de las tormentas de desinformación, evitando, sobre todo, caer en la tentación de convertir los contenidos informativos y noticiosos en mercancía, pues es la vía más rápida para caer en los vicios que la labor periodística seria y comprometida con los derechos a la información y a la expresión quiere combatir. Tal es el horizonte y la promesa de este diario a su público lector: hacer el mejor periodismo e informar con la mayor calidad.