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Inmigración: conflicto vs. oportunidad

El economista Carlos Rodríguez Braun dijo, muy acertadamente, que “la xenofobia aparece cuando los inmigrantes son vistos como competidores en los subsidios y no competidores en la riqueza”. Oportuna reflexión que nos lleva a recapacitar sobre la relación directa entre el pensamiento mezquino y la falta de entendimiento colectivo en relación a los reales beneficios del proceso inmigratorio para cualquier sociedad.

La inmigración se rige bajo la norma de la inevitabilidad en un marco de sociedades cada vez más vinculadas; y tiene como fenómeno de orden social un metasignificado que ineludiblemente desemboca en una variedad de contextos de orden económico, social o político. Lo ocurrido en Europa con el brexit es una clara muestra de ello, en donde uno de los claros detonantes fue la inmigración de miles de ciudadanos de la Unión Europea hacia el Reino Unido. Otros ejemplos serían las políticas migratorias planteadas por Marine Le Pen en Francia, la posición del ultranacionalismo húngaro con respecto a los refugiados, o la crisis económica y política que atraviesa Venezuela y que ha impulsado la emigración de millones de personas. Sin ser estos casos aislados en la actualidad, la inmigración se ubica en el centro del lenguaje, del miedo y la ignorancia como un “problema” de solución pendiente en la agenda internacional.

Analizando el contexto económico, durante mucho tiempo se ha cobijado la idea de que ante la entrada de mano de obra extranjera a una economía, la clase trabajadora del país se ve afectada, debido al crecimiento de la oferta laboral, la cual ocasionaría una inminente baja en los salarios. Sin embargo, podemos abordar este asunto desde otra perspectiva. Diversos estudios muestran que este efecto es limitado, tanto en número de empleos como en el nivel de los salarios. Y si bien los inmigrantes ocupan trabajos que normalmente no requieren altos niveles de preparación, posteriormente la mano de obra nacional se mueve a otro tipo de empleos. Es decir, la productividad aumenta, al diversificarse el suministro de trabajadores, generándose así incentivos para la competencia, nutriendo el aparato productivo de un país e inyectando dinamismo a la economía.  De igual manera, considerando que la edad en la que se produce este fenómeno es la más productiva en una persona, los inmigrantes se suman con creces al bono demográfico.

Tomando en cuenta todos estos factores, sin ahondar en detalles sobre los incrementos en el consumo o los siempre suficientes niveles de producción, podemos calificar a la inmigración como un proceso que aporta valor a las sociedades. De hecho, según un estudio de McKinsey Global Institute, los inmigrantes constituyen únicamente el 3,4% de la población mundial, pero aportan casi el 10% del PIB global.

Parafraseando a Alexander Betts, profesor de la Universidad de Oxford y experto en el tema, la inmigración trae una red de beneficios para las sociedades en cualquier circunstancia, aunque es necesario aclarar que normalmente existen consecuencias sobre las personas de menor ingreso; pero también es pertinente hacer notar que, al existir más población y más holgura, el proceso redistributivo también debe ser más equitativo.

En 2014, la organización Ipsos Mori elaboró un estudio referente a las actitudes sobre inmigración que tienen los ciudadanos de países que experimentan este fenómeno. La investigación distingue claramente un incremento en los niveles de preocupación de la ciudadanía como resultado del aumento en las tasas de inmigrantes, viniendo esto a encarnar la respuesta natural de una sociedad desinformada. Y aunque es un tanto obvio de citar, las sociedades con mayores índices de tolerancia, inclusión y participación de inmigrantes son aquellas que más se benefician del proceso en cuestión.

Es claro que nos encontramos ante un fenómeno bifronte, en el que la percepción pública y la realidad empírica tienen una narrativa contradictoria. Por ello, resultan necesarias estrategias cívicas y educativas que desde lo más básico nos permitan esclarecer esta dicotomía, alejándonos lo más posible de la percepción posfáctica que otorga el mismo estatus a la evidencia y a la ignorancia.

* Economista, docente de la Universidad Mayor de San Andrés. Como artista encabeza C-Lah, un proyecto de música electrónica con contenido social.