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De la similitud y lo diferente

Si lo análogo es un eje virtual que une a cuerpos opuestos, la paradoja es un juego visual que contrasta las formas y líneas, color, movimiento y textura. Analogía y paradoja, afinidad y discrepancia, semejanza y diferencia entre seres vivientes vibrantes de ondeantes cabellos y crines, como tinta vertida en agua de un vaso, en lento y sinuoso descenso, o las ramas plurales de un sauce mecidas por vientos que soplan potentes sin ser huracán; todo, en sí y con sí, materia de esencia vital: frescura, fuerza y firmeza.

Braulio Condori, artista plástico y académico de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), acierta al jugar con signos de naturaleza biológica opuesta, lo femenino y lo equino, para expresar inequívocamente que la mujer es un “corcel, sensual y seductor”. La metáfora está en caderas, piernas, cuellos, brazos, torsos femeninos, musculosos. Ya sea en vista dorsal (sentada, reclinada, recostada); o en vista frontal, con la virtud simbólica de la sinécdoque de la joven para enfatizar lo bello. Las piernas no hacen falta a una imaginación inteligente. Todas ellas son hermosas, sea en sepia, sanguina, carbón o pastel azul.

Lo original de esta muestra es lo no común, establecer la retórica no en el mismo encuadre de un mismo marco, sino externamente, conjuntando sus obras, ejecutadas en dos momentos distantes y con dos talantes distintos: desnudos de mujeres y caballos. Los corceles tienen su encanto, como es clásico en la mano de Condori, sea en la técnica y dimensión que aplique, en esta ocasión el dibujo. Dotados de calidad expresiva y bronca acción, de costado o de grupa (en sanguina, sepia y carbón), la metonimia, o sea, el traslado del signo femenino al equino y su comparación por contigüidad, son las crines y las colas alborotadas, prolongadas al infinito, cual cabelleras de mujer, sacudidas por un ventarrón.

La naturaleza agreste animal nos traslada a una llanura, con las líneas que el artista suelta entre las patas y cascos de los rocines para sugerir el pastizal. Y porque, en sí, solo un campo libre y abierto es espacio ad hoc a la esencia montuna y ruda de los pencos, plasmada en semejantes giros, torceduras de cabeza y dobleces de sus patas. Una muy acuciosa observación del comportamiento equino por parte de Condori.

Mujeres hermosas y caballos briosos, equiparados conceptual y gráficamente por una parte del todo: cabellos y crines en movimiento; y por la marcada y recia musculatura. Ni ellas ni los otros desmerecen: el espíritu femenino y la estampa indómita son poéticamente realzados. La exposición, titulada “Entre cabellos y crines aventados”, estuvo abierta del 23 de abril al 10 de mayo en el salón María Esther Ballivián, de la Casa de la Cultura Franz Tamayo.

Es docente e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de la Ciudad de México.