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El coraje es contagioso

En días pasados tuve un debate con activistas de “plataformas ciudadanas” adscritos al método de la “no violencia”. Sus posiciones están lejos de los planteamientos de Henry D. Thoreau, León Tolstói, Mahatma Gandhi o Luther King, quienes planteaban la necesidad de que los fines y los medios fueran coherentes. La nueva derecha adoctrinada en cursitos por ONG norteamericanas en realidad asume como técnicas “no violentas” las recetas de Gene Sharp, quien sostiene que éstas tienen menos costos y evitan una mayor influencia de los militares. Sharp habla de tres niveles de “no violencia”: la protesta; la no colaboración, en el que incluso se receta el “embargo internacional”; y la “intervención no violenta”, referida a no dejar operar al Gobierno e incluso impulsar un “Gobierno paralelo”.

La rama “maquiavélica” de la lucha no violenta ha sido utilizada por potencias imperiales para adoctrinar a jóvenes que creen ser portavoces de pueblos oprimidos, explotados, y en el extremo de la cursilería, se creen guerreros de la libertad. La Cátedra de la Unesco de Filosofía para La Paz ha sido clara al establecer las grandes diferencias entre la no violencia que nos dejaron como legado Mahatma Gandhi, Luther King o Nelson Mandela, como medio, como fin y como filosofía; y las recetas pragmáticas de Gene Sharp, que con adornos teóricos difunden herramientas para “golpes blandos” contra gobiernos contrarios a los intereses de las grandes corporaciones. Pero la mayor diferencia entre ellos y Gandhi, King o Mandela es que los estos últimos usaban la no violencia para liberar pueblos oprimidos por la raza, el colonialismo o el poder. En cambio, los activistas que lanzan bombas molotov o incendian tribunales electorales no luchan por liberarse de ninguna opresión, pretenden hacer retroceder la historia, volviendo a entronar a regímenes neoliberales y antipopulares.

Están convencidos de que son alfiles de la democracia, y no dudan en justificar a los “guarimberos” en Venezuela que queman vivos a militantes chavistas, agreden a guardias, incendian colegios, incitan a un golpe de Estado sangriento y piden a gritos la intervención militar bajo el título de la “no violencia”. Bajo la máscara de una aparente formación su discurso “no violento” es un simple maquillaje para encubrir el fascismo que llevan dentro. Desconocen a Johan Galtung, intelectual que ha estudiado en profundidad la “no violencia” y la cultura de paz para eliminar la violencia directa, estructural y cultural.

Los “guarimberos” en Venezuela que hace 20 años quieren derrocar al Gobierno electo, o los facinerosos que solo pueden repetir “Bolivia dijo no”, no son portadores de ideas democráticas. Basta ver sus opiniones en las redes sociales, cargadas de prejuicio racial y principalmente odio, mucho odio. Critican supuestas violaciones de derechos humanos en Venezuela, pero ignoran el genocidio en Palestina; los abusos en Arabia Saudita, los asesinatos de activistas en Colombia, México o Guatemala; y por supuesto, no dicen nada de los presos en Guantánamo o lo niños enjaulados para ser deportados en Texas.

Se consideran héroes por marchar con la garantía de que nadie les limitará ningún derecho. Pueden opinar, mentir e insultar libremente; y creen que son revolucionarios, pero solo son patéticas marionetas de poderes extranjeros que quieren hacer en Venezuela o Bolivia lo que hicieron en Ucrania, Túnez, Honduras o Libia. Su eslogan, “el coraje es contagioso”, prueba de cuerpo completo la cursilería que los adorna y que demuestra que no saben lo que es en verdad una dictadura, mucho menos lo que es el verdadero coraje.

* Abogado.