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Encuestas

L as encuestas probabilísticas son un instrumento valioso para explorar algunos rasgos de la opinión pública si son realizadas con solvencia técnica y disciplina metodológica. A veces se las malentiende como modernos oráculos, olvidando que son apenas el reflejo aproximado de dinámicas sociales que, al final, siempre serán el producto de la acción de la política y los políticos.

En tiempos electorales, la obsesión por cuantificar las tendencias políticas de los ciudadanos se vuelve aún más obsesiva, pudiendo inducir al error o incluso a la manipulación. Lo cierto es que la incertidumbre sobre el resultado de las urnas, buena y normal en una democracia madura, alimenta igualmente la incertidumbre, la cual intenta ser reducida por ejercicios estadísticos de medición de la opinión pública.

Bien realizados, siguiendo metodologías universales estandarizadas y adecuadamente analizados, los sondeos pueden aportar información relevante, pero siempre aproximada, sobre las percepciones de la gente frente a candidaturas, expectativas, discursos electorales y ofertas programáticas. En particular, es crucial que su diseño muestral refleje lo más precisamente posible la diversidad social y territorial en la que se desenvuelven los electores.

Es más complicado cuando se intenta transformar las encuestas en el único norte de la acción política o en proyecciones del futuro. Un operador político inteligente manifestaba alguna vez que estos instrumentos eran muy valiosos, sobre todo porque indicaban lo que había que transformar para lograr un objetivo. Las encuestas ayudan a precisar algunos síntomas de un fenómeno, pero muy rara vez son capaces de explicar todas las razones de su ocurrencia, y profundizar sus complejidades. Además, no nos dicen mucho de lo que pasará cuando unos y otros actúen sobre su curso futuro.

Es, con esas premisas, que La Razón ha decidido aportar a sus lectores información de opinión pública preelectoral. El deseo es fomentar un amplio debate sobre la manera cómo los bolivianos estamos viviendo el escenario que nos conducirá a elegir a un nuevo gobierno en octubre. Y, de inicio, rechazamos la pretensión de que estas mediciones sean una proyección de un futuro que dependerá, en definitiva, de lo que harán los candidatos en los próximos cinco meses.

Más bien, esperamos que sean un elemento más para comprender las necesidades, preocupaciones y esperanzas de los ciudadanos; a fin de promover conductas y prácticas que fomenten el diálogo y, fundamentalmente, para que cada boliviano pueda elegir libremente y con información suficiente a sus gobernantes, pero igualmente a la oposición que se requiere para que, en conjunto, sigamos construyendo un mejor país.