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Almagro

La visita a Bolivia del Secretario General de la OEA y sus declaraciones con relación a la posibilidad de la reelección del presidente Morales pasarán a la “historia universal de la infamia”. Pero no por causa de Luis Almagro, quien al final de cuentas no dijo nada que no sea cierto; sino por la enorme impostura de aquellos que no dejan de nombrar la democracia cuando no sospechan lo que quiere decir esa palabra.

La oposición había asumido que la historieta acerca de que en Bolivia se vive una dictadura iba a ser corroborada por el Secretario General de la OEA, y con entusiasmo asumieron la visita de Almagro como un “espaldarazo”, y hasta imaginaron que la OEA podría cumplir en Bolivia el nefasto rol que cumple en Venezuela. Aguardaban que Almagro sume insumos al discurso opositor, machacón y monótono (además de único, ¿o alguien sabe qué propone la oposición?) consistente en decirle no al país. Lo que dijo Almagro los dejó sin aliento y no pudieron ocultar a la bestia fascista que anida en su interior; y casi pasan de la agresión verbal a la física contra el Secretario de la OEA. Con fundada razón, un asesor de Almagro calificó a los opositores de “fanáticos e ignorantes”.

La visita de los magistrados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en meses pasados a Sucre ya había dejado sabor amargo a los opositores, porque la representante de dicho organismo interamericano dijo con claridad que “en Bolivia no se vive una dictadura”. Por si fuera poco, el presidente Trump se resiste a incluir a Bolivia en el denominado “eje del mal”. Hecho que no le preocupa al Gobierno boliviano, pero que es de extremada importancia para los grupos políticos que sirven a intereses extranjeros.

En una muestra de desesperación, miembros de la oposición camuflados de cívicos pidieron al presidente colombiano, Iván Duque, que intervenga en nuestros asuntos internos, solicitando una opinión consultiva a la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto a la reelección de Morales. Duque tendrá que pensar dos veces antes de comprometer la seriedad de su gobierno en la jugarreta que piden algunos opositores bolivianos, violando nuestra soberanía. Existen varias razones para pensar que en el eventual caso de que el Presidente colombiano se preste a esta triquiñuela, la Corte Interamericana de Derechos Humanos no violará su propio estatuto, rechazando in límine una solicitud de consulta cuyo tema aún está en conocimiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y, por lo tanto, según el artículo 61 de la Convención Americana de Derechos Humanos, no puede ser conocida por la Corte IDH.

En el casi imposible caso de que la Corte IDH, rompiendo su tradición de rectitud, entendiera que privarle a una persona el derecho de ser candidato es una violación a los derechos humanos, este fallo sería emitido recién a partir de 2020, año en el que ya estará posesionado el presidente Morales por un nuevo periodo; y por la naturaleza no retroactiva de las decisiones judiciales, solo tendría validez para el futuro.

Queda claro que los berrinches de los opositores no son más que parte de su estrategia para intentar ocultar la enorme verdad que Almagro vino a decir; hecho que no le quita a este personaje ser quien es, un alfil más de las políticas colonialistas en América Latina. Lo demás es parte de la permanente cháchara contra Latinoamérica y sus pueblos, sustentada en el odio, la ignorancia y la chapucería alimentada por los residuos de las dictaduras, los reciclados del pasado y los mercenarios de afuera, como Laura de América, Jaime Bayly, Andrés Oppenheimer y otros de la misma calaña.

* Abogado.