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La sociedad de la conversación

La democracia es una esfera donde los partidos políticos compiten en las urnas por el poder, pero entre dos elecciones abre otro teatro: el espacio público donde se ejercen los derechos de los individuos y los colectivos sociales (en conflicto con los poderes instituidos) y que no tiene como horizonte la captura del poder.

Los partidos políticos se han apropiado de las tecnologías numéricas para desplegar estrategias de campaña. Intentan expandir sus círculos de influencia más allá de sus votantes comprometidos. Las redes sociales concentran mensajes de los candidatos, interpelan a los indecisos, y sobre todo, fortalecen la decisión de los convencidos. No obstante, los públicos no coproducen el programa de los candidatos, éste les llega “desde arriba”. Encuentro en esta evidencia una enorme limitación, porque los instrumentos digitales solo son efectivos si entran en resonancia con la bulla de la sociedad. Internet solo expande y apresura las polémicas y rumores que ya pertenecen al sentido común.

Pero el territorio natural de internet es la sociedad y no el espacio político institucionalizado. La formación de redes entre individuos promueve formas inéditas de opinión. La sociedad elabora mensajes que son reciclados tanto por los medios como por los políticos profesionales. La legitimidad de los dos espacios democráticos es diferente, pero están ligadas la una con la otra. La revolución digital ha desplazado el centro de gravedad de la democracia del espacio mediático tradicional hacia la “sociedad de la conversación”. Las subjetividades se han liberado y han emergido nuevas formas de expresión como la charla, el chisme, el meme, la ironía. Son mensajes efímeros, pero al mismo tiempo, poderosos.

Las redes son un territorio político muy diferente del espacio público moderno que se caracterizó por el intercambio argumentado de ideas a fin de generar consensos a través de la deliberación. Predomina más bien la exposición fragmentada de opiniones que no pretende crear consensos. Su efecto más importante es expandir grupos de afinidad política. En este espacio circulan narrativas que juegan un contrapunto a la democracia delegativa para reelaborar la representación. Las conversaciones privadas se han convertido en un asunto público.  

La democracia delegativa ha sufrido una erosión porque se ha confinado en el mundo de las elites de poder. Los ciudadanos se han vuelto “seres invisibles”: sus problemas no son tomados en cuenta ni discutidos en la esfera pública. Por tanto, la emergente “democracia narrativa” tiene una dimensión cognitiva y expresiva, una cualidad “activa y multiforme”, su puesta en práctica depende de iniciativas individuales orientadas a “narrar la sociedad”, es decir, a representarla desde sus propias historias.

* Sociólogo.