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Tragedia ecológica

El domingo murió a los 35 años Tam, el último rinoceronte macho de Sumatra que vivía en Malasia. Su deceso supone un duro golpe para la supervivencia de esta majestuosa especie, que se halla en peligro crítico de extinción en el planeta, ya que solamente quedan vivos unos 80 ejemplares, la mayoría en Indonesia.

Según detalla la prensa internacional, Tam fue encontrado merodeando una plantación de palmas aceiteras en 2008. Su captura y posterior traslado a un refugio natural en Saba, uno de los estados de Malasia, generó gran expectativa en la comunidad científica, pues se tenía la esperanza de que se reprodujese con dos rinocerontes hembras, Puntung e Iman, que también fueron capturadas y llevadas al mismo refugio. Sin embargo, Tam no tenía esperma de alta calidad y ambas hembras tenían tumores que impidieron la concepción. Puntung falleció a su vez en 2017 debido al cáncer, por lo cual Iman es la última de su especie en Malasia.

No sobra recordar que detrás de esta catástrofe ecológica se encuentra la voraz ambición humana. Y es que para mala fortuna de estos hermosos animales, sus cuernos han llegado a valer más que el oro. Esto debido a su elevada demanda en China y Vietnam, potenciada por la creencia de que la cornamenta de este majestuoso mamífero cura el cáncer. A raíz de ello, han surgido redes criminales dispuestas a satisfacer esta nociva demanda; lo que sumado a la destrucción de su hábitat natural para la habilitación de cultivos agrícolas ha puesto tras las cuerdas al rinoceronte de Sumatra, así como a muchos otros animales.