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Intolerancia ante el rechazo

/ 4 de junio de 2019 / 23:58

El sábado 27 de abril, Celinda se encontraba más feliz que de costumbre. Pocos días antes se enteró de que había ganado una beca para estudiar en Estados Unidos, y sin duda deseaba aprovechar el tiempo que le quedaba en La Paz antes de emprender el viaje para compartir con sus seres queridos. Aquel día, con una gran sonrisa en el rostro, salió a festejar la buena noticia con sus amigos, sin sospechar lo que pasaría horas después… De esta manera, con mayor o menor precisión, podríamos imaginarnos los últimos momentos de aquella joven profesional que murió apuñalada cuando regresaba a su hogar, tras la culminación de su festejo.  

Al igual que muchas otras mujeres en nuestro país, Celinda luchaba por alejarse de su expareja; un hombre que la hostigaba de manera frecuente desde que ella, una semana antes, le había manifestado su intención de terminar la relación. Incapaz de aceptar que su otrora enamorada ya no quería seguir con él, no aceptaba el rechazo, y hoy es el principal sospechoso de la muerte de Celinda. Se podría especular sobre los motivos que provocaron este crimen, pero es a las autoridades competentes a quienes les toca investigar y determinar lo sucedido.

Quiénes, con mucho pesar, nos enteramos sobre este tipo de hechos a través de los medios de comunicación no podemos evitar preguntarnos cómo evitar que se continúe arrebatando la vida de más mujeres en Bolivia.

La muerte de esta joven no es un hecho aislado, lo que evidencia que la normativa existente para evitar la violencia contra las mujeres (como la Ley 348 de 2013) no es suficiente. Y es que mientras no se enseñe en cada hogar del país a lidiar sanamente con el rechazo, mientras se continúe satanizando la palabra “no” en algunas familias, seguirán existiendo hombres y mujeres en cuyo imaginario nadie puede rechazarlos ni transgredir sus deseos.

Mientras evitemos educar sobre la posibilidad de ser rechazados en cualquier tipo de relación, sentimental, laboral, académica, etc., continuaremos fomentando el desarrollo de relaciones tóxicas, en las que el rechazo es considerado una ofensa al honor, un agravio.

En tanto no exista un cambio de perspectiva sobre la naturalidad de rechazar y de ser rechazados en cualquier ámbito, continuaremos viviendo en una época en la que involucrarse en una relación amorosa puede convertirse en una amenaza, tipo ruleta rusa, en la que no podemos tener certeza de salir con vida si decidimos retirarnos del “juego”.

* Abogada.

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Mujer boliviana: La gran Adela

Por Pamela M. Quino Montenegro

/ 12 de octubre de 2023 / 09:21

Adela Zamudio Ribero (1854-1928), cochabambina, maestra, poetisa, escritora y reconocida como la primera feminista boliviana, fue ante todo una mujer altamente instruida en cuanto a su educación, algo bastante raro para el período de la historia en que ella vivió, su formación fue también lo que la llevó a convertirse en una de las más notables rebeldes de su época. Se reveló, a viva voz, al rol que cumplía la mujer en la sociedad boliviana, luchó por la emancipación intelectual y social de la mujer, apoyó la Ley de Divorcio —lo que fue un verdadero escándalo—, asimismo, creó la revista Feminiflor, que reunía a varias mujeres que apoyaban el ideal de la liberación femenina, también estuvo a favor y promovió la educación laica en nuestro país, para después fundar la primera escuela de pintura para mujeres en 1911, es así que durante toda su vida luchó incansablemente por el reconocimiento de los derechos de la mujer. Tal vez, algunas de las mujeres bolivianas no lo sepan del todo, pero le debemos muchos de los derechos que se han reconocido en nuestro país.

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Varias décadas después, la presidenta Lidia Gueiler, durante su breve mandato, estableció el 11 de octubre como la fecha en que se conmemoraría el Día de la Mujer Boliviana (mediante Decreto Supremo 17081), como una forma de recordar los aportes e ideales de Adela Zamudio y así, reconocer su esfuerzo y dedicación a la lucha por reivindicar los derechos de la mujer en Bolivia.

En la actualidad, mayormente se reconoce a Zamudio por sus obras literarias, cada vez se habla un poco menos acerca de su lucha, preferimos recordar otros tipos de relato, donde la sangre, muerte y pérdida de territorio boliviano a manos del enemigo suena más heroico. Sin embargo, con el paso del tiempo la interminable lucha por el respeto de los derechos fundamentales de las mujeres no cesa y es que, de reconocer los derechos a que los mismos se efectivicen en nuestra sociedad y se promuevan, más allá de un discurso lírico, es lo que se ha convertido en la eterna lucha.

Adela Zamudio ya no se encuentra entre nosotros, posiblemente su alma se disponga a visitar a sus seres queridos en unas semanas durante la festividad de Todos Santos. Pero a nosotras, las admiradoras de su trabajo, rebeldía y gran carácter como mujer, nos queda tratar de ganar espacios de debate, discusión y denuncia de la transgresión de los derechos de las mujeres en las diferentes esferas donde nos desarrollamos actualmente. Continuar con su legado de lucha cobra mayor relevancia al observar los números crecientes de feminicidios, de violaciones grupales, de abuso y acoso en el ámbito académico y laboral. Hasta la fecha no importa el rango de edad en el que nos encontremos, las mujeres no estamos a salvo en ninguno de los lugares donde habitamos y por eso, mantener vivo el legado de Zamudio es vital, para tratar de que futuras generaciones de mujeres disfruten de derechos, seguridad y otro estilo de vida, así como Adela lo soñó algún día.

(*) Pamela M. Quino Montenegro es abogada

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8M: A mí me gustan tranquilas y calladitas

Por Pamela M. Quino Montenegro

/ 11 de marzo de 2023 / 00:40

Hace unas semanas, un amigo me habló de la mujer con la que hace unos meses inició una relación sentimental y cuando terminó de describir sus virtudes, finalizó con la frase: Es que a mí me gustan así tranquilitas, calladitas y tiernas.

Independientemente de los gustos de cada persona y que no es pertinente abordar, se quedó en mi mente el pensamiento de lo que hace a una mujer “tranquila”, he rumiado múltiples sinónimos de ese adjetivo, pero con el que decido quedarme es con de una mujer pasiva, una mujer quieta y suave. Y es que desde niñas en nuestras casas, en las escuelas y otros entornos, se nos ha enseñado que mientras más silenciosas y calladitas seamos, nos convertiremos en mejores mujeres. Prácticamente, deberíamos reír y hablar con tonalidades bajas, casi diminutas como tratando de imitar a una señora victoriana de abanico en mano.

Incontables veces y de diferentes formas intentaron enmarcarnos en ese estereotipo de mujer encartonada, pero que es imposible de sostener en esta realidad, en nuestra sociedad. En contraposición a ello, el 8M es un día para alzar la voz, para demostrar disgusto y hasta enojo (emociones casi prohibidas para una mujer, a riesgo de ser censurada y juzgada como demente) ante la situación adversa en la que miles de mujeres en nuestro país y en el mundo aún se encuentran, a menudo las que se callan y se mantienen tranquilas, son sometidas a agresiones físicas, psicológicas y hasta sexuales. Las que se callan son las primeras en morir, el ruido solo es generado por su sangre derramada y en ocasiones, ni eso es suficiente.

El 8 de marzo no solo es un día para recordar la incansable lucha feminista por la reivindicación de nuestros derechos, es también una protesta para que el apoyo de los gobiernos en cualquiera de sus niveles no se convierta en un discurso lírico, en una estrategia para ganar posibles votantes.

En el 8M muchas de nosotras expresamos, a viva voz, nuestra lucha individual y también colectiva, ya sea en las calles de nuestra ciudad o incluso a través de las redes sociales, el objetivo es hacerse oír. El fin posiblemente sea ser escuchadas por aquellos y aquellas que aún no les duele la forma en que cada día las mujeres, madres, hijas, hermanas mueren. La solapada desigualdad en la que aún vivimos es lo que nos motiva a continuar desde los lugares que ocupamos con esta lucha. ¡Que el silencio se convierta en un enemigo!

Pamela M. Quino Montenegro es abogada.

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