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Momento crítico

Bolivia está entrando en una etapa electoral que será particularmente intensa. Sin embargo, llama la atención el escaso esfuerzo que todas las fuerzas políticas en campaña le están asignando para una necesaria reflexión sobre el entorno en el que se desenvolverá el país en el próximo quinquenio; más aun considerando que todo indica que será un periodo de gran cambio interno y externo.

De manera bastante marginal aparecen en los medios de comunicación informaciones sobre fenómenos y procesos disruptivos que serán determinantes para el futuro del país. Es evidente, por ejemplo, que la geopolítica mundial se está transformando bajo el impulso del renacimiento de los nacionalismos soberanistas en casi todo el mundo; lo cual está acrecentando el unilateralismo de las grandes potencias, a tiempo de impulsar conflictos comerciales y políticos de nuevo cuño.

Por otra parte, es igualmente claro el agotamiento del modelo de desarrollo económico al que apostó la región latinoamericana desde inicios de siglo, basado en exportaciones de materias primas o de manufacturas con mano de obra barata. Incluso se está ralentizando la expansión del consumo de las clases medias en la demanda interna, circunstancia que previsiblemente hará más difícil mantener el crecimiento económico al que la mayoría de países estaba acostumbrado.

Al mismo tiempo, la transformación acelerada de la matriz energética mundial, que privilegiará cada vez más las energías renovables en desmedro de las fuentes hidrocarburíferas, tendrá implicaciones en las naciones en las que prima la producción de materias primas y tecnologías críticas. Vamos pasando a un mundo energético impulsado por la energía solar, el litio y el cobalto, entre otros elementos, que dará mayor relieve a las naciones que elaboran baterías, acumuladores de energía o softwares. Un nuevo mundo está emergiendo.

El siguiente quinquenio será, pues, un tiempo de enormes riesgos económicos y geopolíticos para el país, pero también de oportunidades inéditas, que podrían resolver la ecuación de la sostenibilidad del desarrollo nacional en el periodo post-gasífero. Para mitigar las vulnerabilidades y aprovechar las oportunidades se precisa una dirigencia política que sepa leer estos procesos y tenga la capacidad de movilizar los esfuerzos colectivos para encararlos.

Lamentablemente, el discurso político actual parece atrapado en retóricas simplistas, ya sea asegurando que todo es un desastre y que no hay opciones, o que todo está resuelto. Empero, en un mundo tan incierto pero también con posibilidades, resulta imperioso tener una visión equilibrada de lo que está pasando. El problema es que esta dirigencia es la que, de todas maneras, dirigirá el país después de octubre. Ojalá se eleve el nivel del debate y se hable de cosas trascendentales.