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Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 12:00 PM

Un eje franco-alemán extenuado

Hoy en día es la existencia misma de la Unión Europea como proyecto integrado la que está en juego.

/ 9 de junio de 2019 / 10:19

El proceso de designación de los principales cargos institucionales de la Unión Europea tras los comicios de mayo presenta su aspecto más sombrío, pues cada país y partido político lucha primero por sus intereses y, en segundo lugar, con sus aliados europeos. En la lógica de una UE pensada como unión de naciones, la carrera para los puestos de responsabilidad se puede transformar en un fin en sí mismo. Pero la UE es mucho más que eso, se orienta a la construcción de un proyecto común, de modo que el reparto de sillones debe ser solo un medio para alcanzarlo. Bajo esta inspiración prioritaria, la tarea sería menos sombría.

En el actual marco de negociaciones entre los miembros, ya no se puede recurrir como antes a un potencial acuerdo bajo el duopolio dirigente; es decir, el eje franco-alemán, porque este está considerablemente distanciado. Las esperanzas centristas, liberales y europeístas del presidente francés, Emmanuel Macron, se topan frontalmente con el inmovilismo de la canciller Angela Merkel; y se puede vaticinar que su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, se mostrará mucho menos abierta para solucionar los problemas que paralizan a este eje. Ello significa que la batalla de los puestos será decisiva y es la que definirá qué tipo de orientación común se espera para los cinco próximos años.

Este estado de cosas invita a pensar que hoy es la existencia misma de la UE como proyecto integrado la que está en juego. Si no prevalece el espíritu europeo en el reparto, se acentuará la dinámica explosiva que está minando paulatinamente a Europa. Con la salida del Reino Unido, la deriva italiana, el repliegue de los países de la Liga hanseática, el alejamiento agresivo de Polonia y Hungría, las incertidumbres sobre la política del euro cuando concluya el mandato de Mario Draghi (2020), el concierto europeo nunca fue tan disonante.

Los puntos de desacuerdo entre Francia y Alemania giran en torno a estas cuestiones: ¿qué procedimiento estable usar para adoptar normas comunes sobre la distribución de los puestos de responsabilidad, en especial, la presidencia de la Comisión Europea? Dadas las condiciones de crisis de la economía europea, ¿cómo avanzar con el proceso de integración de la eurozona, especialmente en materia de presupuesto y de gobernabilidad consensuada del euro? Si hay un acuerdo para empezar a reflexionar sobre una política de defensa, ¿cómo acceder a una política equilibrada, por no decir común, de exportación de armas? En definitiva, ¿cómo favorecer la integración y no la mera cooperación intergubernamental?

Ante esta coyuntura, España debe entrar en el juego siendo consciente de un enfriamiento del eje fundador tal que obliga a defender, más que nunca, la integración. Debe luchar por ocupar los cometidos más altos para preservar este espíritu integrador, pues aquel duopolio originario se presenta cada vez más agotado… Un debilitamiento que puede acabar con Europa.

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La pareja greco-turca

Es vergonzoso que Grecia justifique las expulsiones a Turquía sosteniendo que este es un ‘país seguro’

/ 6 de mayo de 2016 / 05:09

La lucha de Syriza contra la política “austericida” de la UE bajo mandato alemán le atrajo simpatía. Cuando la coalición de fuerzas neoliberales decidió castigar a Grecia, esta simpatía se convirtió en movilizaciones solidarias. El Gobierno de Tsipras era David frente a Goliat. Dijo que no iba a capitular; organizó un referéndum contra el plan europeo de austeridad; y lo ganó. Victoria que hacía posible que los responsables de la UE tomasen consciencia de la voluntad del pueblo griego y que buscasen una solución de compromiso, pues la salida de Grecia del euro hubiera significado un drama nacional y un peligro para la zona euro.

¡Sorpresa! El mismo Alexis Tsipras decidió aceptar todas las condiciones impuestas por la Troika, pese a que la soberanía popular, de la que se jactaba tanto, acababa de rechazarlas ¡siguiendo las propias recomendaciones de su Gobierno! ¿Engaño? ¿Sutil estrategia?

Quizás, en principio, no se deba condenar la decisión de este viraje de 180 grados. Puede que el Gobierno griego no tuviera otra salida, y que, a la hora de la verdad, sus aliados potenciales, Francia en particular, amenazaran abandonarlo a su suerte. Pero lo que sí es de constatar, es que Alexis Tsipras escondió la verdad a su pueblo, sabiendo de antemano que podía traicionar sus promesas. El referéndum, que debía hacer gala de la determinación del pueblo griego, se volvió una farsa entre las manos de sus dirigentes.

Meses más tarde, sometido de nuevo a los mandos de Alemania, Tsipras cometió otra manipulación, esta vez relacionada con la tragedia de los refugiados. Tuvo una buena actuación ante la llegada de millares de peticionarios en las fronteras de Grecia, pero finalmente aceptó las expulsiones masivas decididas por Alemania hacia Turquía. Difícilmente podía resistir a esta presión, sobre todo cuando los Estados vecinos estaban cerrando sus fronteras. Así que, junto con el Gobierno turco, se repartió el dinero para llevar a cabo esa misión sucia.

No echaremos la culpa ni a Grecia ni a Turquía por llamar a la ayuda en la gestión de los refugiados, pues se trata de millones de personas y ninguno de los dos países tiene los medios económicos necesarios para hacer frente a esta situación. Pero es vergonzoso que Grecia justifique las expulsiones a Turquía sosteniendo que este país es, en adelante, un “país seguro” según los términos del Convenio de Dublín, cuando no lo es en absoluto y que por esa razón, entre otras, la UE rechaza su integración en el seno europeo. Asimismo, resulta de cruel cinismo que Turquía aproveche la ocasión exigiendo a los europeos la libre circulación para sus ciudadanos como condición sine qua non de su colaboración, cuando los que necesitan circular libremente, hoy en día, son los propios refugiados, perseguidos y humillados. ¡Vaya pareja la de Tsipras-Erdogan: uno conforma la ley europea a su antojo, el otro impone su antojo a la ley europea! a

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Refugiados a la deriva

La vergonzosa realidad es que, sobre los refugiados, casi todos los gobiernos incumplen sus promesas

/ 22 de abril de 2016 / 04:37

La tragedia de los refugiados ha sido manipulada por las autoridades europeas como si fuera una cuestión de inmigración económica. Al comienzo, los gobiernos aceptaron hablar de peticionarios de asilo, pero la decisión que se pactó entre Alemania y Turquía, avalada después por el resto de los europeos, vincula en realidad un rechazo de la solidaridad hacia los refugiados con una drástica reacción antiinmigrante. Pues el temor expresado por las autoridades europeas era y es que detrás de los refugiados se esconden demandantes ilegales de emigración laboral, lo cual topa con las reglas de Schengen.

La verdad es que los sirios, iraquíes o afganos huyen de la guerra civil y, si hay entre ellos unos miles que se aprovechan de la situación para optar por la emigración económica, la inmensa mayoría lo hace tras haberle sido arrebatada la tierra en que vivía y sin la certeza de poder, algún día, regresar a ella.

Más allá de esa cínica manipulación por parte de la Unión Europea, que tiende a justificar la violación de los principios fundamentales de las convenciones internacionales en materia de derecho de asilo, se puede ver hoy, ocho meses después del inicio de la tragedia, que incluso en cuanto a los que han sido tan estrechamente definidos como refugiados, la mayoría de los 28 sigue rechazando aceptar las pequeñas cuotas atribuidas.

El caso de España es desgraciadamente emblemático. Primero, hubo en septiembre una gran solidaridad expresada por la sociedad civil española, propuestas que salieron de todas partes (municipios, diputaciones, comunidades), recibidas, en cambio, de modo dilatorio por parte del Gobierno. La excusa era que España no podía actuar sin el aval de las autoridades europeas. Pero el Gobierno prometió recibir a 467 refugiados. ¡Hasta la fecha no más de 18 han sido acogidos! Hoy, la Comisión Europea denuncia la falta de voluntad del Gobierno español en cumplir sus obligaciones. La nueva excusa para no cumplir lo prometido es que el Gobierno en funciones no puede actuar en la materia. Ahora bien, ¡se trata de una decisión ya tomada y de un compromiso aceptado desde antes de las elecciones del 20 de diciembre de 2015! ¿Hasta cuándo los refugiados que esperan su llegada al país tendrán que sufrir las maniobras del Gobierno español? ¿Pueden entender las autoridades actuales que se trata de una cuestión de urgencia humanitaria que no debe entrar en la politiquería electoral?

La vergonzosa realidad es que, sobre los refugiados, casi todos los gobiernos incumplen sus promesas. No se contentan con violar los principios más elementales de los valores humanitarios, sino que añaden, en su comportamiento diario, tal y como desgraciadamente demuestra el Gobierno español, una dosis de egoísmo indigna de la solidaridad expresada por la propia sociedad civil española.

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Símbolo de solidaridad

Cuanto antes se tramiten las peticiones de asilo, se podrá separar mejor la paja del trigo

/ 25 de enero de 2016 / 07:01

Las causas más honorables pueden ser ensuciadas. Es lo que ocurrió en Colonia. Se sabía que entre los refugiados  iban a colarse unos cuantos canallas, cuando no, más peligroso aún, terroristas que buscan expandir la guerra en Europa. En Nochevieja se han perpetrado ataques en serie contra civiles y violaciones a mujeres. Oportunidad inesperada para los que no quieren acoger a los refugiados, y una “justificación” bienvenida para el movimiento alemán Pegida, islamófobo y ultraderechista, en la pura tradición nazi.

De todo el lío maloliente que surge de estos acontecimientos hoy se sabe que se juzgará a un agresor: un inmigrante sin papeles cuya presencia en Colonia podría ser anterior a la llegada de los refugiados. Muchos otros han sido detenidos, los procesos se desarrollarán a lo largo del año y podemos tener por seguro que, en adelante, la simetría Colonia-refugiados-disturbios-violaciones servirá de lema a todos los discursos xenófobos y racistas. La primera persona en desplegar esta bandera ha sido la señora Marine Le Pen, en Francia, cuyo fondo de comercio electoral gira en torno a la venta del odio antiinmigrante. En ese país, las agresiones contra las instituciones musulmanas se han disparado estas últimas semanas.

¿Qué ha pasado en Colonia? La verdad es que todavía no sabemos con rigor el fondo y el trasfondo de lo que ocurrió. Está claro que dentro de cualquier colectivo humano, y más aún en los que se encuentran en situación de desestabilización territorial y cultural, surgen actitudes irracionales y violentas. No es necesario aquí recordar los disturbios de toda índole cometidos por ultras futbolísticos, ni los desmadres de fin de semana, como resultado del alcohol y las drogas, tan popularizados en la sociedad de consumo.

En cualquier caso, nada puede justificar los ataques a mujeres solo por el hecho de serlo. La ley debe ser imperativa y despiadada contra los culpables. Sí, es cierto que en la situación de promiscuidad en la que está confinada la gran mayoría de los refugiados, todo puede ocurrir. Por ello, cuanto antes se tramiten los procedimientos de petición de asilo, se podrá separar mejor la paja del trigo. Por otra parte, es verdad que para muchos de los recién llegados de países en los que el apartheid entre mujeres y hombres está institucionalizado (Afganistán, Irak, Siria), encontrarse en un ambiente permisivo, donde el contacto entre géneros responde a diferentes códigos, podría incitar los instintos más despreciables. Es imprescindible que las pautas así como los valores y las normas de la sociedad de acogida sean puestos en el centro de las condiciones de aceptación de los peticionarios de asilo e inmigrantes. En cambio, las autoridades no deben aprovecharse de esta situación para endurecer las leyes y hacer pagar a todos aquellos que piden socorro el comportamiento criminal de unos gamberros. Colonia debe seguir siendo el símbolo de la solidaridad.

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Refugiados banalizados

Los refugiados sirios, iraquíes, afganos son las primeras y principales víctimas del terrorismo

/ 13 de enero de 2016 / 04:00

El 2015 fue uno de los años más calamitosos que Europa haya conocido desde hace mucho tiempo. Un suceso importante lo evidencia: la falsa acogida de los refugiados. Frente a centenares de miles de seres humanos que solicitan ayuda, la mayor parte constituida por inmigrantes que huyen de guerras civiles, la Comisión de Bruselas ha impuesto, a menudo en contra de la voluntad de los Estados, recibir a 120.000, de los cuales 17.800 fueron asignados a España. Tres meses después de esta decisión, estando el mar aún rojo por la sangre de las 3.770 vidas engullidas a lo largo de 2015, Madrid declara haber regularizado la situación de ¡18 refugiados!

Es paradójico, cuando se recuerda la generosidad con la que había reaccionado el país en el momento del drama: surgieron por todas partes iniciativas solidarias, la sociedad civil abrió los brazos y varios responsables políticos apoyaron este impulso. Entre otros ejemplos, cito el del presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, y de la vicepresidenta Mónica Oltra, quienes declararon con entusiasmo su apoyo a la iniciativa de una empresa privada de habilitar un barco para socorrer a los refugiados en el Mediterráneo. El Gobierno congeló la propuesta, excusando decisiones europeas. En realidad, las iniciativas de la sociedad civil española han sido desalentadas y luego cuidadosamente silenciadas en campaña electoral.

Algunos gobiernos europeos, con el fin de no aceptar las cuotas atribuidas, no han dejado de relacionar esta tragedia con la amenaza terrorista. No hubo ni una prueba de dicha aserción. Los atentados bárbaros en Francia, que se cobraron la vida de 130 personas, fueron perpetrados todos por yihadistas fanáticos franceses y belgas. La verdad es que los refugiados iraquíes, sirios, afganos son las primeras y principales víctimas del terrorismo. Otros gobiernos, como el de Alemania, ven en la llegada de refugiados, a la vez, una amenaza y una oportunidad económica y demográfica. Aún sigue la batalla por saber cómo van a resolver esta contradicción, frente a refugiados convertidos en presa.

Lo que resulta trágico es que en 2016 la situación empeorará. Al no haber actuado sobre las causas, los flujos de refugiados y de inmigrantes aumentarán. El mismo cerrojo fronterizo de Turquía, por donde acuden la mayor parte de refugiados, se ha transformado en puerta de negocios entre este país y la Unión Europea. Los turcos piden acelerar los trámites de su integración en el espacio económico europeo o incrementar significativamente la ayuda financiera europea para poder hacer frente a la demanda migratoria medio-oriental. Y tienen toda la razón, pues cuesta mucho mantener en vida a la gente en los campos de reagrupamiento. Marruecos también se encuentra con un empuje fronterizo difícil de contener.

En la primera semana de 2016, otros 30 cuerpos han sido devueltos por el mar Egeo. Pero ahora, estas cifras macabras se han vuelto normales, tan es verdad que nos acostumbramos también, como lo decía Hannah Arendt, a la banalidad del mal.

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Europa y Palestina

La contienda israelí-palestina es el corazón de todos estos conflictos en Oriente Medio.

/ 31 de mayo de 2015 / 04:00

El reconocimiento del Estado palestino por el Vaticano, hace dos semanas, reviste una importancia tanto histórica como simbólica. Histórica porque, desde luego, con este gesto la Iglesia Católica mantendrá relaciones diplomáticas con dos estados (Israel y Palestina) y no solamente con Israel respecto a los asuntos temporales en Tierra Santa (en particular sobre el estatuto de Jerusalén). Simbólica, pues aporta el apoyo de la institución católica mundial a la causa palestina: ¡Qué lejos estamos de los años sesenta cuando Golda Meir, primera ministra de Israel, proclamaba: “¡El pueblo palestino no existe!”.

Esta decisión papal refuerza una corriente que se está desarrollando en Europa después del reconocimiento del Estado palestino por Suecia, seguida por otros países, y que la señora Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha avalado con mucha valentía. De hecho, ha sido ella la primera, y solo unas semanas después de su toma de posesión, quien ha afirmado contundentemente que haría del reconocimiento del Estado palestino un elemento central de su política. Por otra parte, los miembros eminentes del grupo europeo, compuesto por varios exministros de Asuntos Exteriores y presidentes de repúblicas, acaban de publicar una carta incentivando a Europa a tomar claramente una posición en contra del nuevo gobierno extremista de Netanyahu. Para estas personalidades, el Ejecutivo israelí tiene una gran responsabilidad en el bloqueo de la situación actual.

Efectivamente, el balance hoy en día es desastroso. Barack Obama no ha podido imponer a Netanyahu la vía de la razón; los palestinos siguen divididos y enfrentados; el radicalismo terrorista se extiende por doquier. ¿A quién beneficia esta situación? A los extremistas de ambos bandos, que están conduciendo a los pueblos de la región hacia el abismo. Lo que está pasando en Irak, Siria y Libia es solo el comienzo, pues la contienda israelí-palestina es el corazón de todos estos conflictos.

Europa debe moverse —y rotundamente—, no solamente para luchar en contra de los fanáticos en Oriente Medio, sino también porque se ha vuelto blanda, como lo atestiguan los atentados a los judíos. Un Estado palestino reconocido por Israel e, incluso, arrimado a este país, podría volverse un potente vector regional de paz y un aliado frente a todos los integrismos, ya que tendría el apoyo de la comunidad internacional.

Barack Obama lo ha entendido, pero actuó en balde. Se ha demostrado que Estados Unidos no puede resolver ese conflicto; solo una conferencia internacional podría imponer a los protagonistas una solución que garantice la seguridad de todos. La Unión Europea, tal y como está indicado en la carta de los miembros, debe defender en el Consejo de Seguridad de la ONU la solución de los dos estados, la equivalencia real entre las dos partes, y el acceso a los tratados y organizaciones internacionales para el Estado palestino. Y, al mismo tiempo, Europa debería, en el futuro, condicionar su ayuda a los protagonistas por avances reales en las negociaciones de paz.

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