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Macri y la coherencia política

Algo está incomodando en el mundo hoy. Es un malestar que se advierte en las relaciones entre padres e hijos, cuando los primeros —desde el discurso— les dan lecciones de moral a los segundos, pero demuestran otra cosa con sus acciones. Si bien a nivel familiar tales contradicciones son censurables, esta actitud es igual de reprochable cuando llega al ámbito público, en las relaciones entre gobernantes y gobernados.

La pugna actual entre Oriente y Occidente, entre capitalismo y fuerzas progresistas, entre los viejos globalizadores y los antiglobalizadores muestra que, como nunca, la conformación del ámbito político está dividida entre fariseos y no fariseos, entre políticos coherentes y no coherentes.

Considerando coherente a una persona que hace lo que dice, se podría afirmar que la aparición de tanto político fariseo e incoherente está socavando las esperanzas de las nuevas generaciones; porque niñas, niños y jóvenes que se esfuerzan por formarse con valores caen en la confusión cuando ven que los gobernantes obran en sentido contrario a lo que prometen en actos públicos.

En Argentina y Ecuador, con Mauricio Macri y Lenín Moreno, la decepción es fuerte. El primero prometió en su campaña no subir los precios de la canasta familiar y los servicios básicos; entretanto, el segundo aseguró dar continuidad a la revolución ciudadana iniciada por Rafael Correa. Al otro lado de la vereda, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el reverendo Jesse Jackson, en medio de presiones y problemas, se esfuerzan por ser coherentes. Aun en medio de muchas dificultades asumen acciones que tienen poco eco en la prensa, pero de una gran trascendencia en el intento de reponer el sentido ético a la política.

Durante su gobierno, Rodríguez Zapatero se mostró siempre partidario de resolver las diferencias a través de las negociaciones en el terreno político. Cuando le invitaron a mediar en la crisis venezolana, expuso una coherencia admirable, porque durante dos años se esforzó por ayudar a que el oficialismo y la oposición arriben a una solución negociada. No dieron frutos esos esfuerzos, pero hoy se puede seguir viendo a Rodríguez Zapatero como un político que cree en la paz y que hace lo que dice. 

Los incoherentes y fariseos son tales porque, al parecer, tienen un problema: subestiman permanentemente la capacidad de la gente. Creen que los gobernados no están preparados para tomar conciencia de la realidad política y social de sus países. Ellos dicen “la gente no dirá nada”; sin embargo, la población dice mucho, sobre todo cuando llega la hora de volver a votar.

* es comunicador social y abogado, director de la consultora Luces de América.