Icono del sitio La Razón

Atropellos al orden internacional

La imposición a México del compromiso de detener la migración proveniente de Centroamérica en su frontera sur, so pena de ser sancionado con alzas arancelarias a sus exportaciones a Estados Unidos, en clara violación de las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC); los estímulos abiertos para lograr la salida del Reino Unido de la Unión Europea; e incluso la atribución sin pruebas a Irán de los recientes ataques contra buques petroleros en el golfo de Omán, aunque este país lo niegue, ponen de manifiesto, sin lugar a dudas, la intensidad con la que Donald Trump persigue desestabilizar las reglas fundamentales del sistema multilateral, establecido con el apoyo de su propio país en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, también hay que mencionar la intromisión de Rusia en los procesos electorales de varios países europeos, en apoyo a las posiciones nacionalistas de extrema derecha; así como la violación de los derechos humanos básicos que existe en varios países de Europa y Asia, entre los que destacan los casos de Turquía, Hungría y China.

En pocas ocasiones anteriores la situación del mundo se ha caracterizado por semejantes niveles de arbitrariedad, atribuibles a una combinación perversa de circunstancias, entre las cuales hay que mencionar la incapacidad de los sistemas políticos nacionales para responder adecuadamente a los desplazamientos geopolíticos provocados por la emergencia de China a una posición de primer orden en el mundo; al aumento de las corrientes migratorias desde África y el Medio Oriente hacia Europa, y de Centroamérica y México hacia Estados Unidos (sea para huir de las consecuencias de la guerra o para buscar mejores condiciones de vida y trabajo); y la concentración indecente de la riqueza en el 1% de la población mundial, favorecida por la globalización financiera y los paraísos fiscales.

La preocupación mayor, sin embargo, estriba en la incapacidad demostrada por los países desarrollados para enfrentar los problemas mencionados. Lo que se traduce en importantes cambios en la composición de sus sistemas políticos, donde aumenta la representación de corrientes nacionalistas, racistas y anticientíficas, pari passu con la captura del poder por parte de personajes de clara orientación autoritaria, mediante la demagogia y la manipulación de los datos personales acumulados en gran escala por plataformas como Facebook, Google y Amazon, entre otras.

En la gran mayoría de los casos se trata de problemas cuya solución no es posible sin la cooperación de varios países, e incluso de los principales organismos de las Naciones Unidas, cuya capacidad operativa tendría que ser restablecida mediante un conjunto de reformas tanto en lo que atañe a la composición del Consejo de Seguridad, así como en lo que toca al sistema decisional del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la OMC.

Es probable que se cuestione la referencia que hago a todo esto desde un país pequeño como Bolivia, que carece de toda posibilidad de modificar tales circunstancias por sí sola. Por principio de cuentas, cabría pensar al menos en que sería bueno contar con un mínimo de previsiones locales para morigerar su inexorable impacto directo e indirecto en el país. Pero mucho más importante es recordar que América Latina tuvo una participación destacada en las negociaciones internacionales de los años cuarenta, y en las que se llevaron a cabo durante las décadas de los 60 y 70 con miras al establecimiento de un nuevo orden económico internacional.

Lo deplorable es que la polarización política que impera en la región ha dado lugar al desmantelamiento de los mecanismos regionales de coordinación y concertación; lo que impide a su vez una presencia colectiva vigorosa de los países latinoamericanos en los principales foros internacionales.