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Rascacielos ‘reloaded’

En una entrevista televisiva, una revista de corte empresarial publicó una “primicia” por todos conocida: la ciudad de Santa Cruz está por delante de La Paz en crecimiento urbano y en inversiones. El editor abundaba en detalles de los porqués: los interminables trámites municipales, el implacable régimen impositivo, el vía crucis en Derechos Reales; entre otras trabas collas. Afirmaba que a raíz de estas trabas los empresarios prefieren invertir en la ciudad oriental que en este páramo, y que por la misma razón jamás tendremos la dicha de levantar rascacielos como en Dubai o Shanghai.

Destripemos por partes. En primer lugar es evidente que en este milenio la región oriental es el motor de la economía nacional, y Santa Cruz de la Sierra es, sin duda, la ciudad boliviana más importante del siglo XXI.

Segundo. Es evidente, también, que los trámites para cualquier construcción en esta villa del señor son un verdadero calvario. Pero, puedo asegurar, de menor intensidad que en otras latitudes como en Europa, cuya implacable normativa constructiva es imposible de lograr sin importantes recursos y onerosos seguros.

Tercero. No es cierto que el paradigma de desarrollo urbano en este milenio sean los rascacielos como en Dubai o Miami. Esos eran paradigmas en el siglo XX. Ahora ciudades como Freiburg, Nimega o Estocolmo son verdaderos ejemplos de urbanismo futuro sostenible. Escuchar insistir sobre la ecuación desarrollo = rascacielos es un despropósito muy propio de una sociedad inculta y al servicio del capital por encima del medio ambiente y el ser humano. Un despropósito hábilmente promocionado.

Cuarto. La Paz ha perdido protagonismo nacional más por causas estructurales en la relación hombre, territorio y flujos de medios que por la normativa municipal. Enumeremos algunas: débil infraestructura urbana con redes obsoletas, desestructuración entre la ciudad y su territorio, vaciamiento del espacio regional y caída del desarrollo agrícola, tercerización económica por estar al servicio del Estado central (la bendita sede de gobierno), un vecindario urbano que poco a poco nos está fagocitando, inexistente planificación urbana regional con visión contemporánea, alarmantes efectos antrópicos sobre el medio ambiente, falta de coraje y visión de futuro en las inversiones, etc. 

Y, más que nada, el escaso desarrollo cultural de nuestra población inexorablemente embrutecida por la globalización y la aculturación tecnológica. De ahí que los antivalores, cuyos ejemplos los vemos todos los días en la política criolla, en el comercio ilegal, o en los medios fomentando resplandecientes rascacielos, son el ideario presente.