Máscara y río
Armando Urioste consagra su mirada al milagro de la luz, y lo oficia en asombro y conciencia.
Armando Urioste ha montado una exposición fotográfica titulada “Máscara y río. Grifo de los sueños”, en el Espacio Simón I. Patiño. Aunque este título no le aporta ni le quita nada, lo cierto es que el conjunto de las obras de la muestra alcanza una extraordinaria intemporalidad con imágenes sin título, ni referencia de fecha o lugar que las condicione o defienda; una opción que solo alguien muy solvente y seguro de su propuesta puede plantear. Esa es mi primera constatación: subjetividades.
Pero la constatación fundamental es el apostolado de Urioste por la luz, pues consagra su mirada a ese milagro y lo oficia en asombro y conciencia. Así nos ubica ante la luz por presencia o por ausencia, por contrastes o en gamas inabarcables, bajo la comprensión de ésta como materia física y fuente espiritual, indisociablemente antepuesta a cualquier objetivación visual, antecediéndola y justificándola; no importa si en paisaje o en retrato o en abstracción. Maravilla de vocación: yo, Armando Urioste, creo en la luz madre, creadora del cielo y de la tierra…
Pasado ese umbral supremo, ya en el territorio de las concreciones, podemos detenernos en lo que Urioste se detiene a observar. Por ejemplo, los habitantes de la ciudad en su cotidianidad: alguien subiendo las escalinatas de un antiguo barrio, otro comprando en un kiosko misterioso, ella vendiendo periódicos, los niños jugando felices, las personas estándose. El artista los descubre relievando su trascendencia de seres vitales en este delirante espacio urbano, donde el dolor, la alegría, el humor o lo insólito se desglosan en facetas de la condición humana eternizadas en un instante. Hermoso.
Los retratos son profundos. Y de cada retratado Urioste registra no solo su expresión y su carga anímica, sino también —lo que es más admirable— sus convicciones. En tres fotografías, los artistas Imaná, Zilvetti y Arnal, encarnan las pulsiones estéticas de su pintura. Los retratos son un pacto de reciprocidad entre el retratista y los retratados; obras en co-autoría, se podría decir, por virtud y sensibilidad de Urioste.
Otro enfoque nos lleva a mirar más allá del objeto, o más bien, a mirar lo inmanente del objeto. Plantas, troncos, follajes, agua, tal el caso, devenidos en textura o color por sí mismos; abriendo el espacio de la subjetividad y revelando la belleza existente en la frecuencia abstracta de las cosas: formas y formaciones, figuras y figuraciones, profundidades, asociaciones, sugestiones. Es que en todo hay algo intrínseco que reconocer, previa voluntad de reconocimiento, claro. Urioste la tiene, y a través de su cámara nos ayuda a despertar la nuestra. Función del arte: ayúdame a mirar (Galeano).
Y el paisaje… Una capilla se muestra en réplica de la montaña, del apu; el encuadre relaciona signos paralelos de una misma devoción en la arquitectura y en la naturaleza. Otra: la madre cordillera deshiela en el reflejo de las calaminas, resguardando silenciosamente a sus hijos guarecidos en las chozas de un campamento minero. De otra o la misma cordillera desciende en composición vertical una iglesia de barro; y de ésta, un mercado campesino; y de éste, gente procurando el sustento, propagando espacios concéntricos de vida.
Otra más: exóticas formaciones geológicas en los riscos de greda son la certeza escultórica del viento, y el rayo, y la lluvia, y los ajayus manifiestos. La naturaleza es la matriz del arte, y el arte una reconstrucción ilusoria de ella (a veces).Y lo último: Armando Urioste, a quien “la aventura lo llevó a Polonia a estudiar dirección de fotografía”, enaltece los cánones, principios y herramientas de lo que en
nuestros tiempos se categoriza como “fotografía analógica”, potenciando sus recursos al extremo en una causa militante de austeridad, desde donde interpela y cuestiona (tal vez sin proponérselo) los lugares comunes de la era digital predominante. “Foto es clak, y lo que queda registrado por ese disparo; ya está”, me dijo un día el Armando. Hay que ver lo que es lograr un clak que grabe tanta maravilla en una película sensible a la luz, y—sobre todo— en el alma. Urioste lo logra, y es para agradecerle y reverenciarlo, cómo no.
* Compositor.