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Un merecido homenaje

Hace unos días, la Universidad Mayor de San Simón otorgó el doctorado honoris causa a Luis H. Antezana J., mejor conocido como Cachín, infaltable referente de nuestro campo intelectual. Es la valoración a un quehacer intelectual que tiene varias facetas: escritor, lector, traductor y maestro.

Cachín es un ensayista que escribe sobre los libros que ojea, las pinturas que contempla, la música que escucha. Que reflexiona sobre teoría y método, y acerca de los procesos sociales, con énfasis lúdico en el fútbol, en un afán incesante de comprender e interpretar la realidad… y sus alrededores, como le gusta decir. Escribe sobre obras literarias y autores con una mirada excepcional, que combina lo universal y lo nacional. Tiene textos seminales sobre el pensamiento social boliviano y acerca de los procesos ideológicos que son referentes ineludibles para entender el pasado y el presente.

Es un lector que escudriña las obras artísticas como nadie, con una agudeza que le permite descifrar el sentido en los pliegues del lenguaje sin realizar concesiones a los sistemas teóricos, sino enriqueciéndolos. Para leer a sus autores favoritos en su lengua natal domina varios idiomas y, por eso, también tradujo libros de investigadores extranjeros. Es un lector sistemático, capaz de recitar centenas de poemas y cuentos. Alguna vez me contó que no podía releer a uno de sus autores favoritos porque sabía de memoria sus relatos y ya no le sorprendían. Empero, para suerte suya, de un tiempo a esta parte olvida algunos fragmentos y disfruta nuevamente de su lectura.

Fue profesor de literatura, filosofía, semiología y metodología. No solamente las aulas fueron lugares privilegiados para el despliegue de su talento pedagógico, en sus conferencias se descubre también la magia de su talento y claridad argumentativa. Un detalle que ensalza aún más su entrega a la docencia y a la investigación es que su trayectoria discurrió durante casi cuatro décadas en la universidad pública.

Me interesa destacar una notable relación entre Cachín y la noción de homenaje que descubrí cuando indagaba sobre el significado de ese tipo de actos. Resulta que el homenaje tiene origen en la época feudal, donde se establecía el vasallaje mediante una ceremonia, con un juramento que implicaba obligación, veneración y respeto. Era un rito y el súbdito se arrodillaba y declaraba ante su señor: “me hago vuestro hombre”. Por eso se dice “rendir homenaje”.

Ahora bien, en un texto erudito publicado en Wikipedia por un autor anónimo se lee lo siguiente: “Se denomina homenaje a una forma de cita, alusión, imitación o paráfrasis de una obra artística previamente famosa en otra posterior… (Por lo tanto) cuando un autor ‘rinde homenaje’ a otro, se interpreta como un… reconocimiento de un discípulo a un maestro. Otras modalidades, en la teoría literaria y en la teoría del arte, se definen como ‘obra dentro de la obra, cuadro dentro del cuadro, teatro dentro del teatro, novela dentro de la novela, etc.’” En un pie de página de ese texto se nombran las fuentes para explicar esa definición y, concretamente, para referirse al homenaje como “una obra dentro de otra obra”, se cita un libro publicado por un tal Luis H. Antezana J. Su libro es Teorías de la Lectura, publicado en 1983. Ese reconocimiento en una página de especialistas es otro tipo de homenaje, o como se dice convencionalmente, es un reconocimiento de pares. Ese es el valor de su obra.

* Sociólogo. www.pieb.combo/blogs/mayorga/mayorga