Nostalgia futbolera
‘No hay mayor tristeza que recordar, cuando estás en la miseria, un tiempo feliz’ (Dante Alighieri).
Una vez más la selección de fútbol nacional fue eliminada de la Copa América. Como ocurre en estos casos, rebrotaron las lamentaciones recurrentes y, por lo tanto, tediosas. Nadie se hace cargo de su cuota de responsabilidad ante este nuevo fracaso. Se parecen al cojo atribuyendo a los adoquines rotos su caída. Los dirigentes acusan a los jugadores que piensan más en el dinero y no en la selección. A su vez, los jugadores le echan la culpa a los dirigentes, señalando que ellos viven del fútbol casi de manera gratuita. Y lo peor es que ambos tienen razón. Así, la cadena de lamentos hipócritas se multiplica por doquier. Nadie asume su culpa y el fútbol boliviano no sale de su abismo.
Algunos hacen una estadística triste. Otros apuntan al actual director técnico, quien desde que se hizo cargo de la selección no ganó ni un solo partido, y concluyen que la solución es cambiarlo. Otros dicen que el entrenador es muy defensivo: no pasamos de la media cancha. Otros agregan que los jugadores convocados no están en su mejor momento. Y casi nadie se detiene a reflexionar seriamente sobre las razones estructurales de un fútbol que se ha congelado en el tiempo.
Quizás por esta razón evocamos los pocos ayeres épicos que hemos tenido. Nos refugiamos en la nostalgia del título sudamericano obtenido en 1963 de los pies del maestro Víctor Agustín Ugarte, quien hizo vibrar los corazones de nuestros padres y abuelos. O desenterramos las imágenes del equipo de Marco Antonio Etcheverry que clasificó al Mundial de Estados Unidos en 1993. Nos sumergimos en la nostalgia, cabalgamos en recuerdos que tejen una memoria entrañable. Quizás aquí está nuestra propia carnada. Como diría Dante Alighieri: “No hay mayor tristeza que recordar, cuando estás en la miseria, un tiempo feliz”.
Efectivamente, hace mucho tiempo que el fútbol boliviano transita por aquellas miserias que le han condenado a los últimos lugares a nivel sudamericano. Los tiempos felices son cada vez más lejanos, y a la vez, como si fuera un gesto irónico, tan cercanos. Sí, cercanos, porque nos aferramos a aquellos momentos casi como un refugio, para paliar nuestra actual desgracia futbolera. Ni siquiera pensamos en el devenir.
Esa nostalgia futbolera descarga toda su emotividad y nos restriega en el rostro por ejemplo en el momento de cuestionamiento a los dirigentes la Federación Boliviana de Fútbol respecto a las cuentas oficiales, justo cuando estaban difundiendo la goleada de 6-1 contra la selección argentina registrada en La Paz aquella tarde otoñal del 2 de abril del 2009. Obvio, nos emocionamos nuevamente. La alegría retorna a ratos a nuestros corazones, acariciando esos recuerdos memorables. Aquí está la perversidad: es una forma caprichosa de eludir la pesadez del presente.
¿No será que eso querían los ideólogos mediáticos de la FBF al difundir ese video, ambientado sonoramente con la cueca Viva mi patria Bolivia, acompañado de una frase que suena a sardónica: “Nuestra selección cuando nos tenían miedo, comparte este bonito momento”. Claro, la nostalgia puede servir como una cortina de humo; como una pastilla para olvidarnos de la piltrafa futbolística que somos hoy. Y así evitar identificar a los verdaderos responsables de nuestra desgracia.