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Sexualidad colonizada

La sexualidad constituye uno de los espacios de la intimidad de la vida que se desarrolla en medio de un ámbito social, cultural y político. Solamente cada una y cada uno sabe qué es lo que le da placer, cuáles sus deseos, qué le excita y qué quiere. Pero todos esos pensamientos y sentimientos se construyen a lo largo de la vida en sociedad. Las sensaciones son íntimas, pero la construcción es social e histórica

El arte y la sexualidad se parecen, porque nos transportan a una dimensión de conexiones energéticas vitales. Y por eso, al ser vitales como el agua, el aire, la tierra, son imprescindibles para construir una sociedad y un mundo radicalmente diferente al que vivimos. Ya los jóvenes durante la década de los sesenta frente al horror de la invasión y la guerra de los gringos en Vietnam pregonaban, a voz en cuello, que hacer el amor y no la guerra era lo mejor que podían hacer.

Los cambios trascendentales que vive nuestro país y la propuesta del Summa Qhamaña (Vivir bien) han desatado en nuestros pueblos mucha imaginación y creatividad, tanto en los ámbitos económicos como sociales y políticos. Se trata de impulsos históricos de vida y dignidad que nuestro territorio nunca antes había vivido. Sin embargo, la sexualidad, el arte y la cultura no han sido tocados en lo más mínimo. Es más, el moralismo, el machismo y la heterónoma se han reciclado hábilmente, y son mucho más profundos que antes, con ayuda de las redes sociales. 

Se ha puesto de moda hablar de sexualidad en junio; en mayo, de las madres; en marzo, de las mujeres; en noviembre, de la violencia. Y así, sucesivamente, se ha hecho una agenda en la que los temas se consumen, y es ocasión para que las ONG reciban financiamientos y mantengan sus pegas. En el proceso de cambios no se ha logrado entender la dimensión política de la sexualidad. Este hecho es aprovechado por el oportunismo político de hombres homosexuales, quienes hoy son visibilizados, con una clara evidencia machista, por los medios, los gobiernos y los partidos políticos.

Por eso es que una sociedad en la que se ha reciclado el moralismo, el machismo y la heterónoma, la sexualidad es un espectáculo y no una denuncia. Por machismo, racismo y heteronormatividad es que se invisibiliza, criminaliza y ridiculiza toda la lucha de las lesbianas feministas, con posición y propuestas políticas desde el feminismo autónomo y comunitario. A través del cual desde los años 90 ya denunciábamos y combatíamos al sistema neoliberal, con creatividad artística, política y de organización social. Entretanto, colectivos LGBTI funcionales estaban creando ONG con el apoyo de Usaid, o bailando y copiando toda una cultura colonizada del queerismo trans, que despolitiza y sigue despolitizando la sexualidad.

Por supuesto que van a ser apoyados, promovidos y aplaudidos, porque reciclan al sistema patriarcal colonial machista y lesbofóbico; porque hoy no le hacen ni un pellizco al sistema. La farándula sexual le viene bien al moralismo, al machismo y a la heteronormatividad de la sociedad, del Estado y del Gobierno.

Julieta Paredes,

es feminista comunitaria.