Icono del sitio La Razón

Nueva agenda: las ciudades

Tiempo atrás, el Gobierno central anunció su participación (con el apoyo de organismos internacionales y gobiernos locales) en la definición de políticas y planificación urbanas ante, dicen, el estado actual de inoperancia. Como las urbes han desplazado al campo en muchas facetas (el 75% de la población vive en ciudades) es sin duda una noticia que, para los descreídos, constituye un simple interés electoral, y, para los ilusos, una oportunidad para resolver los problemas urbanos.

Para unos y otros recomiendo enfocar la problemática urbana y el rol de los organismos internacionales desde una visión política, libremente crítica, académicamente seria; y no desde la visión de los tecnócratas cuyos fracasos son históricamente evidentes. Para ello, recomiendo la lectura del texto Ciudades existentes ciudades posibles (está en la red), de Jordi Borja y Fernando Carrión; dos académicos, el primero español y el segundo latinoamericano, que no ahorran críticas para nadie.

En ese brillante ensayo los urbanistas fustigan a la tecnocracia que desde los organismos internacionales como Hábitat no hacen sino “declaraciones retóricas, debidamente controladas por los gobiernos y las multinacionales y sin resultado, con efectos nulos para las poblaciones. Hábitat 1 y 2 han sido ejemplos de manual y hay que admitir que las grandes conferencias internacionales son una farsa para la gran mayoría”. En una línea política más que técnica, los autores reiteran que reina la acumulación de capital sobre la reproducción social, abogando por un cambio en la estructura de los organismos internacionales hacia “un hábitat que no esté en manos de los gobiernos de los estados. Un hábitat distinto al que hoy existe. Sería una Asamblea de los pueblos”.

La trayectoria de Borja y Carrión está fuera de discusión, y su palabra es autorizada. En el fondo no hacen otra cosa que recordar las causas estructurales que hacen estéril la planificación urbana. En repetidas ocasiones he mencionado que en toda economía dependiente la entrega de las ciudades al mercado genera múltiples problemas, como segregación espacial, pobreza, exclusión, contaminación ambiental, concentración, tráfico, violencia, entre muchos otros. Y estamos en ese camino dependiente, porque, en lo urbano, nada ha cambiado significativamente.

Sin embargo, y conscientes de lo anterior, debemos apoyar a que trabajen juntos el Gobierno central y las municipalidades, destinando fondos a proyectos de importancia. A saber: metropolización, tratamiento de la basura, renovación y construcción de servicios básicos, recuperación de ríos. Eso sí es posible. El equilibrio campo-ciudad es la tarea revolucionaria de las futuras generaciones.