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Litio, panorama actual (II)

Como ha ocurrido con nuestros proyectos mineros e industriales a lo largo de la historia, en el caso del litio hay un componente muy grande de entusiasmo, producto de su uso indiscriminado como bandera política de reafirmación de postulados y no de una adecuada planificación de objetivos y de posibilidades. Nuestro proyecto está dentro del llamado “Triángulo del litio” que compartimos con Chile y Argentina, el cual contiene las mayores reservas y recursos de este metal.

Sin embargo, esto no significa que tengamos la “sartén por el mango”, el triángulo está tan lejos de los mercados de Asia y Europa, que pasar de la producción de sales (carbonato o hidróxido) y llegar a producir baterías de ion litio con posibilidades de ser utilizadas en vehículos eléctricos e híbridos y fabricados en el hemisferio norte (la esperanza mayor de mercado para los nuevos proyectos); parecería un intento de muy baja perspectiva.

Como antes se dijo, el poco desarrollo de infraestructura industrial en la región y la falta de incentivos a la inversión privada en proyectos industriales de este tipo implican una situación delicada para los proyectos del triángulo, y de manera especial para Bolivia. La legislación nacional, como reitero desde hace años en mis columnas, es completamente desfavorable. Además, nuestra ubicación geográfica supone costos adicionales, debido a la importación de componentes que no producimos y los costes de exportación de las baterías que se producirían hasta los mercados del norte. Estos gastos adicionales harían de las baterías bolivianas las más caras del mercado.

La Palca, en Potosí, el lugar donde teóricamente se haría el ensamblado de baterías, está ubicada en posición distal respecto de los yacimientos de litio y de las costas; y sería el escenario de estas idas y venidas. No tiene sentido, ¿verdad? Por esta razón, Argentina y Chile tendrían una ventaja comparativa. Por ejemplo Argentina ya tiene un plan para fabricar baterías en Jujuy, muy cerca de la zona de los salares de la Puna, mediante un joint venture entre la estatal Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (JEMSE) y la italiana Seri Industrial, con mucha experiencia en la fabricación de baterías en Europa.

Quedaría entonces la alternativa regional, baterías para la industria automotor y de almacenamiento de energía en Brasil, Colombia y México, entre otras. Para aprovechar esta opción, el Gobierno boliviano debería impulsar un agresivo plan de convenios regionales de comercio, que permitan un intercambio fluido de productos y tecnología en el futuro. Mientras tanto, y en vez de seguir instalando más plantas de producción de sales de litio, deberíamos concentrarnos en los emprendimientos actuales, en los pros y contras de cada caso, en las alternativas tecnológicas para rebajar costos y en soluciones alternativas para el suministro de nuestros productos al mercado regional. El triángulo del litio no controla ni controlará el precio del litio en los mercados internacionales, y nuestro mercado interno es tan pequeño y la asimilación tecnológica tan baja que no será una solución alternativa en el mediano ni en el largo plazo.

Como dicen en la industria, el viaje desde la extracción del lito hasta la fabricación de una batería para autos es largo y pedregoso, más pedregoso aún para llegar a fabricar autos eléctricos. Hay que ir paso a paso. No basta con tener litio. Eso no garantiza nada, según dice un analista de la consultora especializada Roskill. El viaje a ser la Arabia Saudita del litio no es tan fácil como años atrás se vaticinó; eso fue vender humo y soñar. Pero estamos en el juego y debemos hallar la mejor solución para nuestro proyecto.