La actitud mental es decisiva para enfrentar nuestro día a día. La manera de apreciar las cosas y situaciones genera en nosotros el ánimo para disfrutarlas o para el desaliento y el pesimismo. Todos tenemos una actitud mental ante los hechos de la vida, pero no todos suelen mirar el lado positivo de las cosas. Muchas veces la tristeza, la angustia y el nerviosismo devienen por la forma en la que vemos el mundo antes que por causa de las circunstancias que nos rodean.

Muchas veces la situación política y económica del país nos desalienta, y afecta nuestra actitud para cumplir metas y alcanzar nuestros sueños. Sin embargo, debemos encarar los desafíos con la misma fuerza con la que salimos de tantas otras batallas. Más aún en nuestra linda ciudad, donde las marchas y paros nos retan periódicamente a tener dominio propio y a desarrollar habilidades singulares de adaptación.

Trabajar por tener una conciencia plena debería ser parte de la malla curricular en los colegios. Me refiero a la habilidad de aceptar la realidad tal como se presenta, siempre con la mirada puesta en superar los obstáculos. Es trágico ver noticias cotidianas sobre crímenes cometidos contra mujeres y niños por celos o por la falta de dinero.

Como seres humanos, tenemos la capacidad innata de reflexionar, por lo cual nuestro estado emocional debería ser nuestro aliado, y no al contrario. Aquí aparece otro desafío para la educación formal, el de ofrecer cursos sobre inteligencia emocional. Este concepto hace referencia a la capacidad de reconocer, comprender y dominar las propias emociones, a fin de poder armonizarlas con las de los otros para aprovechar los recursos tangibles e intangibles.

La ira, el rencor, la envidia, la tristeza, la angurria de poder, entre otros, son males que afectan a nuestra sociedad. Pero el núcleo familiar es un ámbito en el cual podemos intervenir y mejorar poco a poco. Internet nos permite acceder de manera gratuita a información sobre inteligencia emocional. Así, con ayuda de algunos textos y videos podemos aprender a manejarla. Eso sí, la cuestión no es lanzar mensajes de “haz lo que digo, no lo que hago”, puesto que el ejemplo empieza en uno mismo.

Bajo esta premisa, invito a los lectores que tienen bajo su tutela a menores de edad a conocer este concepto, incluirlo en su vida y posteriormente inculcarlo en los niños para que pueda propagarse en nuestras escuelas. Esto último, ante la certeza de que una temática similar no tiene cabida en la malla curricular actual de los colegios.

* es coordinador técnico de La Razón Digital